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Crónica:BARCELONA MUSEO SECRETO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mies, Goday, Z-6...

Con el ánimo secretista y conspirativo con el que en ocasión memorable me condujeron a cierto recóndito callejón, sólo conocido de los verdaderos venecianos, desde donde se veía un raro escorzo del puente de los Suspiros, yo regalo a los amigos forasteros que visitan el reconstruido pabellón de Alemania en Montjuïc un ejemplar del muy estimulante ensayo de Joseph Quetglas El horror cristalizado; o esa juguetona y magistral investigación, ese maníaco poema visual que es Buscando a Mies, del admirable Ricardo Daza.

Y ya que estamos en el pabellón, les invito a recorrer unos cientos de metros para regalarles también la visión de otro singular edificio, en el otro extremo de la plaza de Carles Buigas: el pabellón de la Ciudad, que no ocupa un lugar preeminente en la historia de la arquitectura pero tiene su mérito y su historia. Fue cuidadosamente restaurado hace pocos años y está impecable como el primer día, pero no lo ve nadie, es secreto. Frente a la fachada sólo queda expedito un angosto espacio, y enseguida obstruye la vista y el paso el pabellón Z-6, una construcción metálica de sección semicircular, que parece un barracón o hangar para aviones y de hecho se ha usado como almacén de fortuna y para celebrar desfiles del Salón Gaudí. Ahora está vacía.

Se construyó para recibir a las autoridades del reino durante la exposición de 1929 y ahora es la sede de la Guardia Urbana

Líbreme Dios de sugerir que retiren ese adefesio Z-6, o de quejarme de su fealdad, siendo el mundo como es y teniéndome a mí tan sin cuidado. Pero es lástima que se desdibujen el equilibrio, las simetrías y la lección de historia de la arquitectura que brinda la plaza, delimitada por el conjunto monumental de los palacios de Alfonso XIII y Victoria Eugenia -esos almacenes de paredes ciegas, con esgrafiados de columnas salomónicas y las esquinas rematadas por una suerte de pagodas, obra del genial Puig i Cadafalch-, el pabellón de Mies que tan caudalosos ríos de tinta ha hecho correr y el pabellón de la Ciudad.

Se trata de un edificio de ladrillo de planta rectangular, de un solo cuerpo, de composición austera y proporciones elegantes, con ventanas cuadradas y ventanales en arco de medio punto. La fachada está animada por diversos elementos decorativos: unos ángeles y unos guerreros (quizá condes medievales de Barcelona) de Arnau y de Jou, unas columnas adosadas y un friso de piedra, además de una cornisa de terracota y resaltes de ladrillo, de influencia mudéjar, que le dan al conjunto amenidad y variedad. Sobre el dintel de piedra están grabadas las palabras "Ciudad de Barcelona". Dos leones heráldicos sostienen el escudo de la ciudad; leones y escudo son de metal. Los aires italianizantes del edificio serían más evidentes si se mantuviesen las distancias y el pequeño estanque que tenía delante, que endulzaba y ponía en perspectiva su calidad sobria.

La construcción fue una hazaña: tres meses antes de que se inaugurase la Exposición Internacional de 1929 nuestros munícipes se percataron de que los países invitados tenían su pabellón o su espacio de protocolo, pero la ciudad no disponía de un lugar apropiado para recibir al rey Alfonso XIII y al general Primo de Rivera, que venían a inaugurar la exposición. Se eligió una parcela que quedaba disponible y se encargó al arquitecto Josep Goday i Casals (1882-1936) que resolviese la papeleta. Éste concibió el proyecto en tres días frenéticos, y el edificio se levantó en pocas semanas. Llegado el día, allí se celebró con todo cumplimiento y decoro la ceremonia de bienvenida a las máximas autoridades del reino. Cumplida su función, ahora sirve como sede para la Guardia Urbana.

Por cierto que la contigüidad entre esos palacios babilónicos y el pabellón de la Ciudad evoca la relación que sostuvieron sus respectivos arquitectos. Goday fue profesor ayudante de Puig en la cátedra de Historia del Arte y colaboró con él en algunos proyectos y especialmente en la edición de L'arquitectura romànica a Catalunya, la obra fundamental sobre este patrimonio; para ilustrar la obra Puig le envió a dibujar todos los edificios románicos de la región, y entre los días felices de Goday estuvieron aquellas jornadas de 1910 en que subía los montes y bajaba los valles del Bohí a lomos de mula, único vehículo capaz de adentrarse por aquellas regiones entonces remotas y de difícil acceso, para cumplir una tarea tan noble.

El monumental edificio de Correos y las escuelas noucentistes cuya airosa volumetría llama tanto la atención a la salida por la Diagonal hacia Gerona son sus obras más conspicuas. Fue arquitecto municipal y en aquella Barcelona de población rápidamente creciente de 1917 se le encargó que proyectase varios centros escolares: todos son sobrios, dignos, eficientes, bellos, y hoy siguen siendo plenamente operativos; el que más gusta es el grupo escolar Collaso i Gil, de ladrillo, que está junto a la iglesia de Sant Pau del Camp.

Antes de proyectar esas escuelas, quiso enterarse personalmente de cómo resolvían otros países las exigencias higiénicas, deportivas, científicas, etcétera, de los modernos centros de educación, y emprendió un viaje de estudios a Alemania. De regreso, contaba que sus anfitriones le habían llevado a visitar los cimientos de una ciudad nueva. Ante las calles perfectamente trazadas sobre el solar, aún sin casas pero ya dotadas de cloacas, conducciones de gas y otros servicios públicos, le explicaron dónde se levantaría la biblioteca, dónde el teatro, dónde la universidad, dónde el hospital: todo cuanto se iría edificando durante los siguientes 20 años, racionalmente, sin arbitrariedades y sin que la previsible alternancia de los partidos políticos en el poder variase un milímetro lo ideado. A Goday le admiraba aquel país que estaba perdiendo la primera guerra mundial pero no por ello dejaba de proyectarse tan seriamente hacia el futuro. Es probable que aquella ciudad racional se erigiese exactamente tal como se proyectó. Y también (pero él ya no alcanzó a verlo) que la siguiente guerra no dejase de ella piedra sobre piedra, y que hoy esté otra vez de pie: hay algo cómico, algo del cine mudo del Gordo y el Flaco, en la seriedad a ultranza de la historia.

museosecreto@hotmail.com

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