Vuelven los balseros
La repatriación de 15 cubanos enfrenta a Washington y La Habana coincidiendo con un gran auge de la emigración ilegal
Un polémico caso de balseros en el límite de la ley ha sacudido de nuevo las tensas relaciones migratorias cubano-estadounidenses. En esta ocasión, por suerte, no hay naufragios ni muertos de por medio, sino un soberbio enredo burocrático provocado por la ambigüedad de la ley norteamericana de pies secos-pies mojados, en virtud de la cual los cubanos que pisan tierra estadounidense pueden permanecer en ese país, mientras que los interceptados en el mar son generalmente repatriados. La semana pasada, un grupo de 15 balseros llegó navegando hasta un puente abandonado en los Cayos de Florida, pero la Guardia Costera de Estados Unidos los deportó el lunes por considerar que el lugar donde habían desembarcado no podía ser considerado tierra firme.
El año pasado fueron interceptados en alta mar 2.866 inmigrantes cubanos
La repatriación de los emigrantes, entre los cuales hay un niño de 2 años y otro de 13, y, más aún, la interpretación de la ley por Washington, ha desatado las críticas del exilio de Miami y de los congresistas de origen cubano, que defienden la tesis de que todos los cubanos que abandonan la isla en balsa son exiliados políticos.
El caso ha reabierto el debate sobre la idoneidad y eficacia de la polémica norma de pies secos-pies mojados, que por un lado estimula los intentos ilegales de los balseros y por otro provoca repatriaciones y dramas humanos como el que ahora acontece. Además, el incidente ocurre en momentos en que la emigración de cubanos hacia Estados Unidos ha experimentado un gran aumento, con cifras sólo comparables a la crisis de los balseros de 1994 y al éxodo del Mariel en 1980.
Según el Servicio Guardacostas de Estados Unidos, el año pasado fueron interceptados en alta mar 2.866 inmigrantes cubanos. Y la Patrulla Fronteriza informó de que en el periodo fiscal que concluyó el pasado septiembre lograron arribar 2.530 cubanos a las costas de Florida, mientras que 7.610 entraron al país por las fronteras de México y Canadá. Ambas cifras constituyen un récord absoluto para la década. La tendencia creciente, según datos del diario miamense El Nuevo Herald, se reafirma en los últimos tres meses: 714 han logrado pisar tierra firme, en su mayoría favorecidos por operaciones de contrabando humano.
Los 15 cubanos deportados el lunes habían salido de la costa norte de la provincia de Matanzas el 2 de enero, al parecer, en una embarcación rústica. Dos días después llegaron al llamado Puente de las Siete Millas, que se extiende entre los Cayos de Florida y que está en desuso desde hace años. El viejo puente, paralelo a otro más nuevo, está cortado por algunos tramos y los emigrantes arribaron a algunos pilotes aislados que ya no están conectados con tierra. Éste es el argumento esgrimido por el Gobierno federal para sostener que el grupo nunca llegó al territorio estadounidense.
Sin embargo, familiares de los balseros en Miami aseguran que el grupo llegó a las columnas del puente y permaneció allí algún tiempo, haciendo incluso dos llamadas telefónicas a través de un teléfono móvil facilitado por un buen samaritano que los vio y les quiso ayudar, según declaró a la prensa de Miami Mariela Conesa, madre de Osniel, de 13 años.
Según las autoridades cubanas, son las leyes migratorias norteamericanas, que favorecen a los cubanos que logran entrar ilegalmente a EE UU, las que estimulan la emigración clandestina y provocan las tragedias humanas que cada cierto tiempo suceden en el estrecho de Florida. Para Washington, el Gobierno de Fidel Castro es el único responsable de que los cubanos huyan de su país en frágiles embarcaciones arriesgando su vida.
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