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LA REFORMA DEL ESTATUTO DE CATALUÑA
Columna
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Autoridad

Josep Ramoneda

No, el problema no es la negativa a prorrogar tres días el plazo de entrega de las enmiendas al Estatuto. Esto es sólo un pequeño incidente fruto del carácter descortés de un PP con moral de cruzada y del talante de un presidente del Congreso muy dado al protagonismo, que en nada impide a los demás partidos, si realmente quieren llegar a un acuerdo, seguir con su calendario. El problema de esta negociación interminable es la falta de autoridad y de cohesión en el tripartito. No es un Gobierno, son tres Gobiernos en uno. Y esto se nota tanto en la acción política cotidiana como en los debates políticos de cierta trascendencia.

Las dificultades de un presidente encogido y de una coalición de recelos se vieron desde el primer momento: cuando el presidente Maragall vaciló durante varias horas antes de destituir a Carod Rovira por su deslealtad y por la temeridad de sus andanzas en Perpiñán. Y ha estado presente en todo el proceso estatutario: las escaramuzas veraniegas de Esquerra buscando el flirteo con CiU no alcanzaban ni la categoría de vodevil. Y cuando el presidente quiso demostrar su autoridad, cambiando su Gobierno, lo hizo de modo equivocado y sin llevar la apuesta hasta al final. A veces en política hay que jugar al todo o nada, porque es la única manera de ganar el futuro. Maragall, quizás porque piensa que su futuro político ya es limitado, siempre ha preferido hacer marcha atrás antes que correr el riesgo de apostar por su autoridad. Y así van las cosas.

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En octubre, Zapatero le dijo a Maragall los 12 puntos del Estatut que tenían que ser negociados. Son los mismos que defiende Caamaño. Si el tripartito fuera un Gobierno con autoridad, cohesionado y solidario habría cerrado un pacto con el PSOE. El tren estaría en marcha, a CiU no le quedaría más remedio que subirse a la carrera y el PP se hubiera quedado solo en la estación viendo cómo el tren se iba.

Zapatero podría empezar a respirar tranquilo, porque la pesadilla catalana estaría encauzada. Y el Gobierno catalán podría demostrar que realmente tiene una acción de gobierno digna de lucimiento más allá del Estatut. Pero el tripartito avanza siempre con el ojo puesto en el retrovisor para vigilar a CiU, lo que ha provocado que más de una vez haya dado con sus huesos en la cuneta. El tripartito es más que un Gobierno: es un Gobierno y su sombra. El sol que produce esta sombra es la desconfianza interna. Al principio, CiU era la sombra que simbolizaba el miedo al cambio de alianza: Esquerra tenía la llave, se decía. Después, las galanterías de Zapatero con CiU han hecho que la sombra se doblara. Y que el miedo a la traición se trasladara también a Esquerra que creía tener la facultad de romper el Gobierno en exclusiva.

El resultado está a la vista. La negociación se alarga peligrosamente. Y da vida a CiU y al PP, que se supone que es exactamente lo contrario de lo que el tripartito pretendía. Esquerra apostó por el Gobierno de izquierdas como vía para ganarle a CiU la hegemonía del nacionalismo catalán. El PSC sabe que su verdadero adversario electoral es CiU y que cualquier éxito del PP en España caerá sobre sus espaldas. Ambos cotizan al alza. O sea, que el tripartito por su impotencia vuelve a depender de que Zapatero baje del cielo y ofrezca sus soluciones mágicas y de que Artur Mas se incorpore a la foto como coautor del milagro final.

En esta situación, ante la conciencia de que el pacto es inevitable, reaparece la cuestión del precio político. ¿Cuántos ministros y para cuándo debe ofrecer Zapatero a Mas para que CiU deje de marear la perdiz? Los débiles cimientos del tripartito aguantan mal esta pregunta. ¿Cómo se resuelve en Cataluña una hipotética presencia de CiU en el Gobierno español? En estos casos, entre los catalanes biempensantes, renace el mito de la transversalidad: el sistema de afinidades electivas que garantiza que aquí nunca pasa nada.

¿Un Gobierno CiU-PSC? La alternancia se haría imposible. Y con la protección del CAC, como garante de la veracidad informativa, pasaríamos directamente del oasis a la paz del cementerio.

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