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Reportaje:

Un mar de lágrimas

Más de 100.000 habitantes de Banda Aceh todavía viven en tiendas de campaña y barracones

A las 7:58 horas (1:58 en la España peninsular) del 26 de diciembre de 2004, hoy hace justo un año, la tierra se quebró bajo el mar frente a la costa occidental de la isla de Sumatra (Indonesia). La ruptura se produjo a lo largo de 1.200 kilómetros de falla a una velocidad de dos kilómetros por segundo, mientras el lecho marino se elevaba varios metros. Este súbito movimiento desplazó el agua que estaba encima, y puso en marcha un gigantesco maremoto, que se dirigió con furia hacia las costas del Índico.

Minutos después en algunos países, horas más tarde en otros, las olas -hasta de 30 metros (las más altas desde el tsunami que siguió a la erupción del volcán Krakatoa en 1883)- arrasaron las playas; arrancaron de cuajo pueblos enteros; volaron edificios, carreteras y puentes, y sembraron la destrucción y el horror desde Indonesia a Sri Lanka, India o Tailandia. Alrededor de 230.000 personas murieron en 12 países, y cerca de dos millones se quedaron sin hogar. Las olas provocadas por el mayor terremoto de los últimos 40 años, con una intensidad de 9,15 en la escala Richter, llegaron a sentirse en Chile, México y el Ártico.

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Un año después, y con la fase de emergencia prácticamente concluida, el trabajo que queda por delante es inmenso. El 80% de los 1,8 millones de personas que se quedaron sin hogar sigue viviendo en tiendas de campaña, chabolas improvisadas, barracones o en casas de familiares. Quedan cientos de kilómetros de carreteras por reparar, puertos por reconstruir, hospitales que edificar, escuelas por reabrir. Sin contar la profunda cicatriz que ha dejado a los familiares de los fallecidos y desaparecidos.

Las labores de reconstrucción en la provincia de Aceh, en Indonesia -el país más afectado, con 130.000 personas fallecidas, otras 37.000 desaparecidas (que se dan por muertas) y medio millón de desplazados-, han ido muy lentas, según ha reconocido la propia Agencia para la Reconstrucción de Aceh y Nias (BRR), creada por el Gobierno en abril para coordinar el proceso. Más de 60.000 personas siguen alojadas bajo las lonas y 50.000 en barracas, en condiciones deplorables.

Maimun Ar, de 37 años, es una de ellas. Vive, con sus tres hijos, en una tienda de apenas 12 metros cuadrados, levantada donde una vez estuvo su casa, en una barriada de las afueras de Banda Aceh, cerca del océano. A su alrededor, viven más de 100 familias en las mismas condiciones. El día en que tembló la tierra estaba en su puesto de venta de pescado. "Tras el terremoto, regresé corriendo, y comprobé que mi mujer, que debía dar a luz tres o cuatro días después, y mis cuatro hijos estaban bien. Y le di el que sería el último beso. De repente, la gente empezó a gritar 'el agua está subiendo'. Salimos corriendo, y, en el caos, nos separamos. Nunca más volví a verla, ni a mi hijo de siete años", cuenta este hombre.

Maimun dice que no quiere recordar todo lo que vio, sólo que el agua le llegaba hasta el cuello. "Durante los días que siguieron intenté encontrar sus cuerpos, pero fue en vano. Hace tres noches soñé que mi mujer había vuelto, me preguntaba por los niños, cómo iban en la escuela. Los vecinos dicen que me oyeron hablar en voz alta", cuenta. Miles de cadáveres fueron enterrados en Aceh en fosas comunes por temor a epidemias. Otros fueron arrastrados por el mar.

El paisaje alrededor de la tienda de campaña de Maimun sigue siendo desolador. Viviendas reventadas; solares vacíos de los que sólo queda la solería, montañas de escombros mezclados con barro, lagunas de agua salada, donde antes había casas. "¿Quién tiene que ayudarnos? ¿El Gobierno, las ONG? Mucha gente viene aquí, nos promete que va a construirnos una casa y nunca regresan", dice.

El Banco Mundial asegura que la lentitud se ha debido a que en un principio no se prestó la debida atención a la edificación de viviendas temporales. Además, escasearon los materiales y ha habido problemas con el suelo: mucha gente vivía en terrenos alquilados u ocupados durante generaciones, mientras otros perdieron los títulos de propiedad en el tsunami.

Los supervivientes se quejan de problemas logísticos, de escasez de información o, simplemente, de corrupción. Una opinión que comparten algunas ONG. "Ha habido una falta de coordinación entre las ONG [hay más de 400 operando en Aceh] y el Gobierno. La reconstrucción ha ido demasiado lenta, y alguna gente dice que las ONG han prometido cosas que no han cumplido. También, ha existido apropiación indebida de fondos. Pero la situación está mejorando", afirma Andi Wardana, de 25 años, contable de la organización humanitaria Care. Las ONG insisten en que ésta es una labor a largo plazo.

BRR, que cifra entre 80.000 y 110.000 el número de casas que es necesario levantar en Aceh, y otras 13.500 en la isla de Nias -donde 900 personas murieron en otro seísmo a finales de marzo-, asegura que ha tomado medidas para que se acelere la reconstrucción. Se calcula que a finales de este año estarán terminadas unas 30.000 viviendas, y que para mediados de 2007 toda la gente tendrá la suya.

"Al principio, hubo una necesidad inmediata de trabajos de emergencia, así que es normal que se produjera falta de coordinación, y que se haya avanzado lento, dada la magnitud de la crisis", dice un alto funcionario de UNDP (United Nations Development Program), que solicita el anonimato. El mundo ha comprometido más de 10.500 millones de dólares de ayuda para hacer frente a los daños causados por el terremoto y el tsunami, de los cuales han sido entregados 7.000.

A pesar de las dificultades, el efecto de la ayuda en Aceh es evidente: desde los nuevos hospitales y los almacenes de las organizaciones internacionales llenos de comida, a los barcos de pesca y los miles de casas que están siendo edificadas de todos los colores del arco iris. Más de 300 escuelas han sido reparadas o están en construcción.

Maimun espera que no pase mucho tiempo antes de que pueda tener una vivienda donde criar a los tres hijos -de 15, 12 y 10 años- que sobrevivieron. En el interior de la tienda de lona, uno de ellos ha dibujado en el techo un barco negro con un texto: "El tsunami fue enviado por Dios para que todos los seguidores del Profeta regresen al buen camino

[Indonesia es un país de mayoría musulmana]". A poca distancia, en un muro blanco hay una pintada que dice: "Mar de lágrimas".

Una niña, sentada junto a su madre y otras mujeres durante un acto en recuerdo de las víctimas del maremoto en Landung, Banda Aceh.
Una niña, sentada junto a su madre y otras mujeres durante un acto en recuerdo de las víctimas del maremoto en Landung, Banda Aceh.REUTERS

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