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Reportaje:

Éxito fuera, fracaso en casa

El acuerdo de Bruselas no ayudará a Tony Blair a superar su actual debilidad frente al auge de los conservadores

El acuerdo presupuestario en la UE es un arma de doble filo para Tony Blair. En el plano externo le permite salvar su presidencia europea, que parecía destinada al fracaso. Pero, desde el punto de vista interno, el acuerdo alcanzado en Bruselas tiene una lectura política negativa porque Blair ha tenido que sacrificar una parte del cheque británico. El éxito europeo de Blair no va a acabar con las tensiones que rodean al laborismo desde que la irrupción de un líder joven y dinámico, David Cameron, han convertido al Partido Conservador en una alternativa de Gobierno por primera vez desde que los laboristas llegaron al poder.

Desde que Blair anunció, en octubre del año pasado, que no se presentaría a un eventual cuarto mandato, se especula sobre la fecha en que abandonará Downing Street para ceder paso a su indiscutible sucesor, Brown. Antes, los comentaristas se dividían entre quienes pensaban que Blair no abandonaría el poder hasta 2008 o 2009 y quienes apostaban por una sucesión más rápida, quizás en 2007. Ahora todo parece haberse acelerado y gana peso la tesis de que el primer ministro se irá pronto. Quizás muy pronto.

La irrupción de David Cameron convierte al Partido Conservador en una alternativa

Todo va a depender de la evolución de las encuestas electorales, del comportamiento de laboristas y conservadores en las elecciones locales de mayo próximo y de la capacidad de Blair para sacar adelante sus reformas en educación, sanidad y Estado de bienestar, que se enfrentan a un fuerte rechazo en el ala izquierda del laborismo. Blair sufrió hace poco más de un mes su primera derrota parlamentaria, cuando el voto de 49 rebeldes desbarató las intenciones del Gobierno de aumentar de 14 días a 90 el periodo de detención cautelar de los sospechosos de terrorismo. Esa misma semana, 60 diputados laboristas, algunos de ellos próximos al primer ministro, apoyaron un proyecto de reforma educativa alternativo al del Gobierno, que se verá forzado a negociar o con ellos o con los tories para obtener el apoyo de los Comunes.

La llegada de Cameron ha impulsado a los tories por encima de los laboristas en las encuestas por primera vez desde el año 2000, cuando la carestía de la gasolina hizo caer en picado por un breve periodo la confianza de los británicos en el laborismo. Cameron ha contado con la ventaja de gozar de buena prensa, pero su clara victoria en las primarias frente a David Davis, un candidato más cercano por edad y pensamiento político a las avejentadas y ultra tradicionalistas bases del partido, ha puesto de relieve que los conservadores han entendido que sólo pueden recuperar el poder si el partido se mueve hacia el centro político, un espacio acaparado por el ya no tan nuevo laborismo de Blair y Brown.

A ofertas políticas semejantes, los conservadores tendrían por primera vez desde 1997 la ventaja de parecer la fuerza política innovadora frente a un laborismo que llevará ya tres legislaturas en el poder y un liderazgo desgastado. Pero ahora Cameron sólo representa una cara nueva, sin que se sepa gran cosa de la sustancia política que se esconde tras el hermoso envoltorio de la novedad. En sus primeros días como líder dio un poderoso giro al centro, llevando la ecología a primera línea, ofreciéndose a pactar con el Gobierno la reforma educativa, incluyendo a 30 mujeres en su equipo de ministros y viceministros en la sombra, entre ellas Margot James, una multimillonaria que vive abiertamente su lesbianismo y que se convirtió en una de las tres mujeres que copan las cuatro vicepresidencias del partido.

De momento, Cameron ya ha tenido un primer éxito: ha desestabilizado a los Liberales Demócratas, un partido siempre con dudas sobre la capacidad de su líder, Charles Kennedy, y que en las pasadas elecciones convirtió en votos tanto su pertinaz oposición a la guerra de Irak como la incapacidad de los tories de parecer alternativa de Gobierno. Ambos factores parecen destinados a haber desaparecido del paisaje político en las próximas elecciones generales, en 2009 o 2010.

El primer ministro británico, Tony Blair, en una imagén de archivo.
El primer ministro británico, Tony Blair, en una imagén de archivo.EFE

Los 'tories' ganan puntos

Los sondeos confirman que la llegada del jóven y dinámico David Cameron dan al Partido Conservador moral de victoria por primera vez desde que perdieron el poder en 1997 y ha transformado el paisaje político británico. Una encuesta de Ipsos/Mori realizada para el diario The Observer y publicada ayer revela que el 40% de los electores votaría ahora para los 'tories'; es decir, siete puntos más que en las pasadas elecciones legislativas de mayo. El Partido Laborista obtiene, según el sondeo, el 31% de los votos, cinco puntos menos que en mayo, mientras el Partido Liberal perdería dos puntos con el 21% de los votos.

La pareja formada por el primer ministro, Tony Blair, y el ministro del Tesoro, Gordon Brown, que ha dominado la política británica desde que se hicieron con el poder en el Partido Laborista en 1994 y con el Gobierno en 1997, parece un dúo del pasado, aunque la encuesta publicada por The Observer confirma a Gordon Brown como mejor candidato a primer ministro desde que Tony Blair anunció que no se presentará a un eventual cuatro mandato. Preguntados sobre quién sería el mejor jefe del ejecutivo británico, el 31% de los encuestados respondió a Brown; el 27%, a David Cameron, y el 13% al liberal Charles Kennedy.

La encuesta se ha realizado por teléfono entre los pasados días 9 y 12 sobre 1.000 personas.

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