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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las cartas de Otegi

Los dirigentes de Batasuna parecen ser conscientes de que su vuelta a la legalidad (y la posibilidad de participar en las elecciones de 2007) depende de que sean capaces de convencer a ETA de que se retire y delegue definitivamente en su brazo político. De la información publicada ayer por este periódico se deduce que esos dirigentes están dispuestos a pedir a sus bases un pronunciamiento claro sobre la necesidad de poner fin a la violencia terrorista que los jefes de ETA no puedan rehusar. Se trataría, por tanto, de plantear el esperado compromiso de abandono de las armas como una respuesta a la presión de la propia comunidad abertzale. Según la resolución aprobada por el Congreso de los Diputados en mayo pasado, ese compromiso "inequívoco" sería condición previa imprescindible para cualquier salida dialogada.

Más información
ETA expulsa a su ex jefe Pakito y a otros cinco presos de la banda

Hay motivos para la desconfianza, empezando por la evidencia de que lo que dicen los jefes de Batasuna no se corresponde con lo que dicen los comunicados públicos de ETA, ni con decisiones como la expulsión de los ex dirigentes presos encabezados por Francisco Mújica Garmendia, Pakito, que precisamente pedían que ETA se retirase y delegara en Batasuna. Tampoco casa con la persistencia de la extorsión -con atentados de advertencia incluidos- a los empresarios, ni con el renacimiento de la violencia callejera. Y es significativo que tanto el consejero vasco del Interior, Balza, como el líder del PNV, Imaz, hayan reiterado estos días que ETA todavía no ha tomado la decisión de abandonar las armas.

Pero, si la hubieran tomado, su comportamiento externo no sería muy diferente del que es; es decir, que difícilmente reconocerían -como Pakito- que la lucha armada ha dejado de ser eficaz para alcanzar sus objetivos, y seguramente no se apearían de la reclamación de autodeterminación para Euskal Herria aunque estuvieran dispuestos a limitar el ámbito de la negociación a las medidas de reinserción para los presos (y para los propios jefes de ETA). Luego no puede descartarse la hipótesis de que la presión de Batasuna -interesada en la retirada de ETA para recobrar la legalidad- haya convencido a los jefes de la banda.

Las condiciones son en todo caso favorables, especialmente por el hecho de que, tras dos años y medio sin atentados mortales, la vuelta a la violencia es cada día más difícil. No porque lo hubieran planificado así, sino porque este largo periodo ha creado unas expectativas de paz que ETA no podría defraudar sin suscitar, como mínimo, la ruptura con los de Otegi. Al jugar sus cartas, por propio interés, los jefes de Batasuna abren, por tanto, una expectativa que puede conducir a la retirada de ETA. No es más que eso, pero eso es algo.

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