Serán sólo un par de años
Lo recuerdo bien, y no se me ha ido de la cabeza en ningún momento: a los pocos días de celebrarse las últimas elecciones generales, el Partido Popular organizó un acto de aclamación y "desagravio" a sus dirigentes y al entonces aún Presidente en funciones, Aznar, en la madrileña plaza de toros de Vista Alegre. Dice mucho de la mentalidad dictatorial de un partido -y no es el único: al PNV le ocurre igual- que considere un agravio la preferencia de los electores por otro, tras haber ejercido el poder durante ocho años, con mayoría absoluta los cuatro últimos. Los periodistas se mezclaron con los asistentes a aquel acto y recabaron sus pareceres ante la nueva situación, y lo que tengo grabado en la memoria es algo que en su día me causó enorme sorpresa y no poca aprensión; o, dicho coloquialmente, que me dio muy mala espina. La mayoría de los fervorosos, jóvenes iracundos o señoras muy puestas pero pasajeramente energuménicas (lo de pasajero es de desear; no me consta), muchachas festivaleras o viejos airados y desempolvados de las concentraciones franquistas de la Plaza de Oriente, casi todos respondían lo mismo cuando se les preguntaba: "Bueno, serán sólo un par de años y ya está"; o "Será una legislatura corta, los socialistas no la aguantarán entera, ya lo verá". Y lo más llamativo era que este tipo de frases no era la primera vez que las oía. Las habían pronunciado, idénticas, los groupies que se habían concentrado en la calle Génova, ante la sede del PP, la mismísima noche de las elecciones y de la estupefacción de sus ídolos derrotados, el 14 de marzo.
¿Por qué dirán eso?, me pregunté en ambas ocasiones y en alguna otra en que les oí la predicción, "Dos años como mucho, no más". Las legislaturas duran en España cuatro, o eso es lo previsto, y es lo que habían durado las más recientes, cada una de las de Aznar, sin que la descomunal protesta y el descontento, sobre todo a partir de la Guerra de Irak en la que su Gobierno nos involucró con mentiras, vasallaje ante Bush y criminaloide frivolidad, intentaran acortarlas de ninguna manera, lícita o ilícita. ¿Por qué lo repiten tanto, tan seguros, casi ufanos, como si fuera un plan, cuando nunca ningún partido ha obtenido tantos votos como los que acaba de cosechar el PSOE? El generalizado vaticinio de los agraviados del PP resultaba preocupante y aun alarmante, sonaba más bien a consigna. ¿Qué se proponen hacer?, me pregunté. ¿Cómo lo piensan conseguir? Añadiré que la misma alarma me habría asaltado al revés, es decir, si tras una victoria de los populares hubieran sido las huestes socialistas las que, rabiosas e inconformes, hubieran anunciado que la legislatura aún no iniciada iba a morir antes de tiempo.
Bien, faltan unos cuatro meses para que se cumplan esos dos años, y lo que hemos visto es un desaforado ataque continuo, diario, sin tregua, con o sin motivo, contra el Gobierno de Zapatero, desde aquel 14 de marzo, por parte del PP y de sus periodistas serviles. No ha habido absolutamente nada de esta Administración que les haya parecido bien ni regular ni siquiera indiferente. Todo es pésimo y catastrófico, una cosa o su contraria, una acción o una inacción, las explicaciones dadas o la falta de ellas, las concesiones hechas o las negadas. Del primer político al último columnista, de Rajoy a Umbral (nunca debe uno fiarse de quien insiste demasiado en lo izquierdista que es: tras él se esconde siempre un derechista de espíritu; y además hay prosas que delatan por sí solas), ninguno ha cesado en su furia y en su negatividad. No a esto y a lo otro, no a todo, se trata de desgastar y de impedir gobernar hasta acortar la legislatura, ese es el propósito único, aunque en el proceso descarrile el país.
Y mientras, el Gobierno, advertido de las intenciones de sus adversarios desde el día de la votación, se dedica a rociarse con gasolina en la vecindad de los individuos con teas. Cuando uno está amenazado por gente sin escrúpulos y acostumbrada a mentir (eso ya llevaba haciéndolo años el Gobierno de Aznar), lo menos que le cabe es precaverse y procurar que la verdad no pueda ni asemejarse a las mentiras fraguadas por sus enemigos. Hay unos cuantos, pero por poner un solo ejemplo: si el PP y sus proselitistas llevan dos años afirmando que el PSOE es rehén de Esquerra Republicana de Catalunya, no se entiende qué hace el señor Maragall un poco más esquerrizado cada día que pasa. Los populares sostienen, como el Wall Street Journal, que los terroristas del 11-M decidieron las últimas elecciones, cuando todos sabemos que lo que les enajenó votantes no fue el atentado mismo, sino sus desfachatadas mentiras acerca de él. Si el PP y sus intratables cotorras logran cumplir el pronóstico de los ardorosos de Vista Alegre y consiguen que esta legislatura no llegue a su término, no sé quién ganaría las elecciones subsiguientes, pero en cierto modo daría lo mismo, porque nuestra democracia habría iniciado con éxito un camino muy peligroso, en el que ganarlas con once millones de votos no aseguraría ejercer el poder durante el tiempo estipulado, ni tener un país más o menos estable y en calma nunca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.