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Columna
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Ustedes mienten

La vida es lo que te sucede mientras hacías planes para otra cosa. Eso es lo que dice un cartel colgado en un bar al que entra un personaje del último libro de Sam Shepard, El gran sueño del paraíso, recién publicado en España por Anagrama. Shepard escribe relatos que podría haber escrito Antón Chéjov; ha viajado por toda Norteamérica y compuesto canciones a dúo con Bob Dylan; sus obras de teatro y algunos otros libros suyos como Crónicas de motel son pura poesía; ha ganado el Pulitzer y, sobre todo, lleva treinta años casado con Jessica Lange, de manera que su opinión merece ser tomada en cuenta. Y, además, puede hasta ser útil. O puede ser una trampa, dependiendo de quién lo lea y para qué.

Por ejemplo, imagínense que yo soy Esperanza Aguirre -sí, sí, ya sé, pero hagan un esfuerzo-, que saltamos de Illinois -la ciudad natal de Shepard- a Madrid y que ella, nada más leer El gran sueño del paraíso, se ha dado cuenta de que gracias a él va a solucionar el incómodo asunto de las listas de espera en nuestra Comunidad. Vamos, vamos, no me lean con esa cara: si se tragaron Frankenstein, La guerra de los mundos y a Aznar, también podrán tragarse esto. ¿Preparados? Allá voy: "Hay quienes afirman que mentí en mayo de 2003, cuando me comprometí a dimitir si, a los dos años de llegar a la presidencia, algún madrileño tenía que esperar más de 30 días para ser operado. Bien, pues he cumplido mi palabra. Lo que ocurre es que hay quienes no quieren ver las cosas tal y como son. Mire usted, acabo de leer un libro en el que se dice que la vida es lo que te sucede mientras hacías planes para otra cosa. Es decir, que los planes y la vida no tienen nada que ver. O sea, que si parece que uno hace una promesa y no la cumple puede ser porque los demás no entendieron lo que prometió, y en ese caso no es que no cumpla lo que no cumple, sino que las circunstancias son otras con respecto a las que pudiendo haber sido no son, es decir, lo de la vida y los planes; de lo que se deduce que esperar cinco meses para entrar en un quirófano público no significa que se haya esperado más de un mes. ¿Me explico? En resumen, que sí cumplí mi promesa. Es más, estoy en condiciones de anunciarles que si vuelvo a ganar las próximas elecciones, dentro de tres años en Madrid no se morirá nadie. Como lo oyen: vivirán ustedes para siempre. Y si no es así, dimito. Tienen ustedes mi palabra".

Suena raro ese discurso, ¿no? Pues a mí me sonaron igual de inverosímiles los argumentos que dio la Consejería de Sanidad, en una carta enviada a este periódico, a las quejas de unos cuantos pacientes que habían denunciado llevar meses esperando para que les intervinieran. La explicación oficial fue que eran unos mentirosos: ni las dos personas que aguardan una operación de reducción de estómago; ni la que tiene el lagrimal obstruido y no para de llorar; ni las que sufren cálculos en la vesícula... nada, todos mienten, todos sus sufrimientos tienen una justificación administrativa y, de hecho, si ellos se quejan y nosotros lo publicamos es sólo por "oportunismo informativo y político...". Así que ya lo saben: ustedes mienten. Tómense una aspirina y dejen de intoxicar.

El problema de este asunto es lo que tiene de síntoma, porque lo que nos hace ver es que para algunos representantes públicos la política es la máxima expresión del arte de birlibirloque, como llamaba José Bergamín al toreo. Aguirre dijo lo que dijo, y luego matizó que nadie esperaría más de un mes para ser intervenido, excepto quienes quisieran elegir médico y hospital; y luego añadió que sólo se refería a los censados en Madrid; y después que ella no se refería a operaciones complejas, sino a "cosas sencillas, como las cataratas o los juanetes"; y, hace poco, que el cómputo de los 30 días sólo podría empezar a contabilizarse "a partir del instante en que el último facultativo termine la última prueba" antes de que el paciente vaya a la mesa de operaciones. Para algunos, la política es lo contrario de las matemáticas: uno más uno más uno más uno, igual a cero.

La vida es lo que sucede mientras planeábamos otra cosa. Por desgracia, en Madrid la muerte es, demasiado a menudo, lo que ocurre mientras esperas que la sanidad pública venga a curarte. Hay cinismos que no tienen perdón.

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