Celebración de un creador coherente
Nacido en Barcelona en 1942, la trayectoria artística de Antoni Muntadas se ha desarrollado en los Estados Unidos de Norteamérica, al amparo de instituciones universitarias como el prestigioso Center of Advanced Visual Studies del Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde, desde 1977, se formó como investigador y estuvo impartiendo posteriormente cursos como profesor.
Aunque su carrera artística se inició, tras cursar estudios de ingeniería industrial, a comienzos de 1960 fundando en 1964 el Grupo Machines, en 1971 Muntadas dejó su actividad como pintor y se aplicó a la experimentación con los nuevos medios. Era la época de emergencia del arte conceptual español, que tuvo una particular y efímera importancia en Barcelona. Muntadas fue uno de sus más brillantes representantes, pero la falta de arraigo de estas prácticas novedosas en esa España, entonces agitada por otras urgencias e inquietudes, condicionó su instalación en América. No por eso rompió Muntadas su relación con España y merece al respecto recordar su participación en la mítica galería Vandrés, de Madrid, donde expuso regularmente, así como cuando Fernando Vijande, que era su director, abrió un nuevo espacio propio en la misma capital.
De todas formas, su concepción, artística y experimental, exigente y muy refinada, aunque siempre dotada de un sentido social y político, tuvo un alcance público restringido, por lo menos hasta etapas recientes, sobre todo a partir de la década de 1990, cuando el mejor arte renovador se volvió sobre este tipo de presupuestos.
En la pasada Bienal de Venecia, Muntadas representó muy dignamente al Pabellón Español y su obra es contemplada en la actualidad merecidamente con creciente interés. Creo que este premio nacional, aunque tardío, es muy justo y oportuno, pues no sólo celebra la obra de un creador coherente en el periodo mejor de su madurez, sino que subraya toda una corriente que él impulsó y que no ha obtenido el reconocimiento local que se merece. La obra de Muntadas explota el sentido comunicológico del arte como crítica del entorno a través de la influencia distorsionante de los medios de difusión de masas, en un momento de exuberancia de la cultura posindustrial.
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