Juan Goytisolo se asume entero
Juan Goytisolo. Edición del autor al cuidado de Antoni Munné Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Barcelona, 2005 928 páginas. 43,90 euros
Como mi vida de crítico coincide más o menos -con leve retraso- con la carrera literaria de Juan Goytisolo (los primeros de sus libros que comenté fueron, en la revista universitaria Acento, Problemas de la novela, 1959; Campos de Níjar, 1962, y La Chanca, 1959), ya no tengo que reivindicar una vez más el olvido -o menosprecio- en el que a sus ojos había sumido toda la primera época de su etapa de narrador, pues consideraba que no había encontrado su verdadero estilo de escritor hasta mucho tiempo después, hasta la publicación, tan rebelde como siempre pero más experimental, de lo que luego ha reunido bajo el título de Trilogía del mal (Señas de identidad, 1966; Don Julián, 1970, y Juan Sin Tierra, 1975).
Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) fue un escritor precoz (a partir de los ocho años, según propia confesión) e irremediable, nutrido de toda clase de lecturas -sobre todo extranjeras y en las malas traducciones de la época-, el segundo hijo de una familia de cuatro de la buena burguesía barcelonesa en decadencia, de origen cubano y catalán, pronto huérfano de madre, pero que fue "el rey de la casa" enseguida dada la extensión de sus actividades. No es de extrañar que escribiera mal, sino que lo hiciera con tal pasión e inasequible al desaliento. Ganó muy pronto un premio de novela joven de José Janés del que sólo se conserva un título -El mundo de los espejos-, que no se publicó jamás y que felizmente se ha perdido (pues así no ha tenido que repudiarla, como ha sucedido con la tercera, El circo, 1957, que ha decidido borrar del mapa, por francamente mala, aunque yo no la considero como tal).
Tanta y tan irregular actividad no dejó de levantar celos y toda suerte de envidias. Recuerdo a este respecto la crítica-broma del poeta formalista Carlos Barral, quien aludió a la mala calidad de la escritura de Juan Goytisolo porque uno de sus personajes ostentaba en el ojal un ramillete de gladiolos. Más profunda fue la crítica que le dedicó el líder marxista Manuel Sacristán al leer el manuscrito de Fiestas, comparándola con la reciente El Jarama: "Pero Sánchez Ferlosio es un escritor, y tú (por Juan) todavía tienes que llegar a serlo". Bien, creo que ahora, cuando el escritor ha llegado a los 75 años, presenta sus obras completas a cuerpo limpio, con más de cuarenta títulos, asumiendo todos -o casi todos- sus errores, en ausencia de todo premio nacional o institucional, aunque sí algunos en el exterior (como el europeo de Europalia en Bruselas, el de la Fundación Nelly Sachs, el "Octavio Paz"), abundantemente traducido y seguido por sus lectores, aunque de manera desigual, merecedora al menos de una consagración a la que al parecer le ha llegado su momento.
De todas formas, también ha llegado el momento de dejar de quejarse, como he hecho en varias ocasiones por el abandono en el que Juan Goytisolo había dejado sus comienzos en la carrera de escritor. Aquí ha decidido asumirlo casi todo y ha empezado por el principio, sin olvidar nada, paso a paso, con la correspondiente historia editorial. Sus primeras novelas no solamente son muy dignas sino que están en el origen de todo lo que vino después. Juegos de manos (1954) es una buena novela quizá torpe pero de buen corte existencialista francés, que constituye un retrato de corte autobiográfico sobre la juventud barcelonesa de su tiempo; Duelo en "El Paraíso" (no olvidar las comillas, se trata del nombre de una finca, 1955) es de estirpe más norteamericana, donde se describe la tragedia de un grupo de niños durante la Guerra Civil, y para muchos es la mejor de toda esta etapa. Después vino la autocensurada El circo (ni siquiera pongo la fecha de su publicación), que trata de un singular personaje, el pintor Utah, vagabundo, metamorfoseador (travesti) e indeciso, que no le basta hoy, aunque sus indecisas aventuras no carezcan a mis ojos de interés. Pasemos, pues este camino es el de la búsqueda de una identidad, hasta una rebeldía total, personal, sexual y hasta nacional, que ha perseguido hasta la exasperación.
No es la primera vez que Goytisolo emprende la publicación de sus "obras completas", pues las inició con dos tomos en Aguilar, en 1977, recién desaparecido Franco, un obstáculo fundamental, que parecía haberlo impedido hasta entonces, pues más de la mitad de sus libros no se habían publicado hasta entonces en el interior, y algunos hasta habían dado lugar a escándalos en su torno. Aquella edición, de donde habían desaparecido El circo y Problemas de la novela -aquí se recupera este último corrigiendo algunos excesos (su opción por el "objetivismo" francés)-, contaba con un gran prólogo de Pere Gimferrer, fechado tres años antes, Riesgo y ventura de Juan Goytisolo, que es uno de los grandes textos críticos que nunca se le hayan dedicado, y que conste que su bibliografía pasiva es ya abrumadora. Ese texto se centraba en la evolución desde el realismo hacia la experimentación total de lo que luego llamaría la Trilogía del mal. Luego vendrían el descubrimiento iluminador de la plaza de Xemáh el Fná, y de la homosexualidad, la reivindicación de la mística árabe (La Quarentena) y la cristiana (Las virtudes del pájaro solitario), la vuelta del revés política (La saga de los Marx) o literaria (Carajicomedia) y el estremecedor testimonio de su viudedad de Telón de boca. ¿Es el final? Como en la Vida de Ginés de Pasamonte, no se puede terminar si la vida continúa.
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