La rebelión paraliza Toulouse
La violencia obliga a suspender el servicio de transporte público en la ciudad
La noche empieza pronto en la periferia de Toulouse. No son ni las seis de la tarde cuando el distrito de Mirail ve arder los primeros coches. Primero son tres turismos aparcados en la conflictiva zona de Reynerie. Nada especial para la policía, que se dispone a las investigaciones de rigor. Las alarmas saltan poco después: un autobús urbano, con el conductor como único ocupante, es desalojado por un grupo de jóvenes antes de prenderle fuego. Arde en pocos minutos, los mismos que tarda la policía en llegar e intentar dispersar al grupo de violentos mediante gases lacrimógenos. En medio del caos, un joven coge una de las latas lanzadas por la policía y le explota en las manos. Ayer por la mañana, las autoridades confirmaban lo que toda la noche fue un intenso rumor: el joven ha perdido la mano.
La noche del lunes en Toulouse fue la viva imagen de lo que más preocupa al Gobierno francés: la ola de violencia, pese a apaciguarse en los lugares donde se inició, se extiende a las periferias de otras ciudades y se radicaliza. La de ayer fue la peor noche en Toulouse: ardieron 55 coches y un autobús, y siete policías resultaron heridos, además del joven al que se amputó la mano. Sólo hubo nueve detenciones.
A plena luz del día, los vecinos del barrio de Reynerie se concentraron en la plaza Abbal, el centro neurálgico de un mar de edificios de hormigón de hasta 14 plantas. Sus habitantes querían demostrar que los brotes de violencia eran cosa de unos pocos alborotadores. No lo lograron. A la llamada de los organizadores casi sólo respondieron jóvenes que, lejos de condenar a los autores de los disturbios, los disculpaban ante los periodistas: "Hay que responder a las provocaciones de la policía", manifestaba Habib. Entre los concentrados destacaba la madre del chico de 22 años que sufrió la amputación. "Mi hijo ya no tiene mano; ¿qué más debe ocurrir?", se lamentaba. En un intento de enfriar los ánimos, la teniente de alcalde, Françoise de Veyrinas, recibió a la familia del joven para expresarle su dolor y pedir calma.
Fuera, unos pocos vecinos concentrados en solidaridad con el joven herido prometían venganza. Ante esta situación, el Ayuntamiento de la capital de Midi-Pyrenées accedió a la petición de los sindicatos de transporte y paralizó el servicio de autobús durante toda la jornada y en toda la ciudad, de 700.000 habitantes. A partir de las seis de la tarde era casi imposible desplazarse en transporte público a la periferia porque el metro cerró también varias estaciones. La empresa gestora de metro y autobuses anunció que ningún vehículo circulará por las zonas afectadas mientras no haya calma.
Ayer, con la caída de la noche, la policía volvía a la periferia. Registros y algunos interrogatorios. Los agentes buscaban material incendiario, como en la noche del lunes, cuando descubrieron en la mochila de un adolescente muy cerca del autobús incendiado hasta diez bombas caseras hechas con botellas de cerveza. Nadie sabía todavía si se ordenaría el toque de queda a partir de medianoche. Algunos jóvenes se lo tomaban a broma: "Si creen que con ello nos vamos a quedar en casa, van equivocados", decía uno de los adolescentes concentrados en la plaza central a mediodía.
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