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Un vigilante de Irán al servicio de Washington

Pilar Bonet

La importancia estratégica de Azerbaiyán para EE UU va más allá del petróleo y de su posición de país de tránsito en las futuras rutas de transporte del crudo desde el Caspio hacia Occidente. Azerbaiyán tiene una frontera de más de 600 kilómetros con Irán (de los cuales, 179 corresponden al enclave de Najicheván), y esta circunstancia da un valor añadido a las buenas relaciones con el régimen de Ilján Alíev.

Washington confirmó el pasado septiembre que financiará la construcción de sofisticadas estaciones de radar en Azerbaiyán, una en Astará, a 20 kilómetros de la frontera con Irán, y otra a 50 kilómetros del límite con Rusia. Los representantes estadounidenses y azeríes han insistido en que el proyecto tiene como fin proteger las aguas territoriales de Azerbaiyán y combatir el contrabando.

En la capital de Azerbaiyán, de momento, ya se ha establecido un centro de mando militar para vigilar e interceptar barcos sospechosos de llevar armas de destrucción masiva o tecnología nuclear, según explicó el embajador estadounidense en Bakú, Reno Harnish.

Desde su llegada al poder en octubre de 2003, Ilján Alíev ha servido lealmente a los intereses de Washington, sin romper por ello con Moscú. Azerbaiyán, como Georgia, ha enviado tropas a Irak y ha prestado también instalaciones para el aterrizaje y despegue de aviones militares en ruta a Afganistán y a Irak. Fuentes azerbaiyanas afirmaban que a fines de verano se había advertido movimiento de aviones estadounidenses y de contingentes militares en las renovadas instalaciones aéreas de Nasósnaya, cerca de Bakú. Según las fuentes, EE UU podría estar usando Nasósnaya como escala en la retirada de sus tropas de Uzbekistán.

Este extremo no ha sido confirmado y los portavoces oficiales azerbaiyanos han negado siempre que Washington vaya a instalar una base militar en su territorio. Sin embargo, Azerbaiyán parece ser interesante para el ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, que ha estado dos veces aquí este año.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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