Aspirante a la normalidad
"¿Cuándo volveré a ser normal?", se pregunta un pederasta recién salido de la cárcel. La normalidad, ese concepto tan abstracto, a veces tan claro, a veces tan difuso, siempre tan utilizado de forma partidista, es la meta de un ciudadano que se sabe enfermo y que por eso mismo se ha convertido en un sufridor.
El leñador, primera película de la norteamericana Nicole Kassell, tiene un interesante punto de partida que se ve limitado por dos barreras: su origen teatral y el deseo de la directora de no herir sensibilidades con un tema en el que es difícil resultar convincente si no se curan determinadas heridas abiertas a lo largo del metraje.
Al germen teatral, a veces demasiado estático, se une una realización de lo más plana, muy cercana a la de un telefilme vulgar y corriente, con la que Kassell sólo se intenta salir del carril marcado en una ocasión: de forma equivocada (y algo cobarde) narra con una voz en off, como si de un partido de baloncesto se tratara, el acercamiento de un pedófilo a un niño al que se termina llevando en su coche con propósitos evidentemente malsanos. Una escena que termina distanciando más que repugnando.
EL LEÑADOR
Dirección: Nicole Kassell. Intérpretes: Kevin Bacon, Kyra Sedgwick, Benjamin Bratt, Mos Def. Género: drama. EE UU, 2004. Duración: 87 minutos.
A favor de El leñador juega la constante metáfora con la fábula del cuento de Caperucita, donde el protagonista nunca deja de ser el lobo a pesar de sus enormes deseos por convertirse en el leñador que termina sacando a la niña del estómago del animal sin rasguño alguno.
Inexplicable elipsis
Sin embargo, las charlas entre el pedófilo y el policía se adivinan impostadas y, sobre todo, ciertamente innecesarias. Más aún cuando, llegado el momento de la conversación que podría haber tenido más interés (con la hermana del protagonista, madre de una niña de 12 años, que se niega a ver a su hermano desde que éste entró en la cárcel), se produce una inexplicable elipsis que la elimina de la historia.
Todo ello en una película que apenas llega a los 90 minutos de metraje y que, en cuanto termina, produce en el espectador cierta desazón de que le han birlado lo más primordial de un relato que se antojaba mucho más sugestivo de lo que se refleja en la pantalla.
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