Nuevos enigmas sobre Pasolini
Un filme de Sergio Citti refuerza la tesis del asesinato político
Pier Paolo Pasolini es, 30 años después de morir, el difunto más vivo de Italia. Su torrencial producción de poesía, ensayo, novela, cine, polémica y escándalo (en estos dos últimos géneros fue un maestro supremo), abundante en fogonazos de clarividencia y en errores estrepitosos, sigue siendo tan incómoda como las presuntas circunstancias de su asesinato. Todo lo pasoliniano es tan actual que el Ayuntamiento de Roma ha decidido acudir a los tribunales para que se reabra el sumario sobre la muerte del artista: una película-testamento de Sergio Citti aporta nuevos datos que refuerzan la tesis del crimen político.
Este mes, Italia se llenará de homenajes a Pasolini. Su obra, denostada entonces tanto por el partido comunista (que le expulsó en 1950) como por la Democracia Cristiana, será trillada y ensalzada hasta la saciedad, bajo la sombra perenne de un final infame: oficialmente, Pasolini perdió la vida cuando intentó violentar a un muchacho en un descampado y la víctima, revolviéndose, le mató a golpes. "Él se lo buscó", dijo el honorable Giulio Andreotti, con el cadáver aún caliente.
Fue capaz de profetizar que Italia se hundiría en un piélago de corrupción
Pero entre las innumerables proyecciones de películas con motivo del trigésimo aniversario destaca una muy especial. Sergio Citti, cineasta, coguionista y amigo de Pasolini, fallecido hace unas semanas, dejó como testamento una filmación del descampado de Ostia donde se produjo, en la noche del 1 al 2 de noviembre de 1975, la terrible agresión. La filmación, realizada por el propio Citti días después del suceso, demuestra que la sentencia que condenó a Roberto Pelosi como autor único no se sostiene en absoluto.
El propio Pelosi afirma ahora que no fue él quien mató a Pasolini, sino tres hombres con acento del sur que esperaban en el descampado. Citti, que nunca fue escuchado por la policía o los tribunales, dejó antes de morir una grabación complementaria a las secuencias filmadas en 1975, en la que asegura que en la noche fatídica Pasolini no acudió a la estación Termini de Roma en busca de un chapero, sino para recuperar unas bobinas de Saló que habían sido robadas. "Pelosi fue sólo el cebo para atraer a Pasolini a una emboscada", declaró ayer el abogado Guido Calvi.
El mensual MicroMega, la más prestigiosa revista italiana de filosofía y arte, rinde homenaje a Pasolini en el número que aparece hoy con una exhaustiva investigación sobre los hechos del 1 de noviembre de 1975. Aporta tal número de nuevos datos sólidos que la tesis del violador muerto a manos de un chapero se desmorona por completo. Alguien planeó la muerte de Pasolini, y tres personas la ejecutaron a conciencia. El cadáver quedó convertido en "un grumo de sangre", en palabras del abogado Calvi, con todos los dedos rotos y los órganos internos reventados. Para pasarle por encima con un coche después de pegarle una brutal paliza, como establecía la sentencia definitiva, Pelosi (sin la menor mancha en la ropa) tuvo que circular por un barrizal casi infranqueable. La filmación de Citti, basada en los testimonios de un testigo, parece demostrar con claridad que había en el lugar otro automóvil, el de los auténticos asesinos.
Pasolini, católico, marxista y homosexual, no sólo enfurecía al Gobierno, al partido comunista y a la Iglesia: fue capaz de profetizar que Italia se hundiría en un piélago de corrupción y que la televisión se convertiría en un monstruo. "Entre 1969 y 1975, en Italia se registraron tres matanzas con bomba y más de 4.000 atentados; el asesinato de Pasolini", dice Calvi, "fue sólo un capítulo más en aquella estrategia de la tensión".
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