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Reportaje:

La doble batalla de Musharraf

Al Qaeda y la democracia son los dos grandes enemigos del presidente de Pakistán

La promesa de quitarse el uniforme ha quedado en agua de borrajas. Al Qaeda y la democracia son los dos grandes enemigos del presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, que acepta las presiones de Estados Unidos y la UE en cuanto a la lucha contra las células de la organización de Osama Bin Laden, pero rechaza todo lo que signifique erosionar el régimen militar restablecido por él tras una década de experimentos democráticos (1989-1999) sepultados por escándalos de corrupción.

"La corrupción sigue siendo la misma, pero ahora se beneficia todo el cuerpo castrense en lugar de los políticos", afirman fuentes diplomáticas occidentales al comentar las escasas posibilidades de que Musharraf abra el sistema de aquí a las elecciones generales previstas para 2007. Por el contrario, destacan su firmeza en combatir las estructuras de Al Qaeda, sobre todo después de que elementos de esa red terrorista atentaran dos veces contra su vida.

Afganistán critica a Pakistán por no luchar contra los talibanes
Musharraf obtiene su legitimidad del respaldo que le presta Estados Unidos

En Pakistán, sin embargo, se incluyen en categorías distintas a los radicales musulmanes cuyo objetivo es la yihad (guerra santa) internacional y a los talibanes o a los que luchan por liberar Cachemira del control de India. De ahí el difícil equilibrio de Musharraf para controlar las corrientes islamistas en un país donde el 98% de sus casi 160 millones de habitantes profesa la fe de Mahoma.

Los servicios de espionaje indios aseguran que antes de acudir en auxilio de las víctimas del terremoto, EE UU exigió a Musharraf que a bordo de sus helicópteros viajasen, además de equipos de rescate, agentes antiterroristas norteamericanos para reconocer y observar el este de Pakistán que iban a sobrevolar por primera vez. Supuestamente los campos de entrenamiento de organizaciones como Lashkar e Taiba y Jamat ud Dawa, que Washington considera vinculadas a Al Qaeda e Islamabad protege de forma encubierta como baza contra India, se encuentran en el área devastada por el seísmo del 8 de octubre, que se extiende por el noreste de la Provincia Fronteriza del Noroeste (NWFP) y por toda la llamada Cachemira Libre, la parte bajo control paquistaní de esa región disputada con India.

Afganistán, por su parte, critica a Pakistán por no luchar contra los talibanes, pero ése es un terreno en el que el presidente prefiere no adentrarse. Al fin y al cabo, el régimen talibán fue creado -con apoyo de la CIA- por el todopoderoso ISI (el servicio de inteligencia paquistaní), que es una especie de Estado dentro del Estado. El ISI defiende sus contactos en el vecino país en base a la teoría de la profundidad estratégica, según la cual en caso de un conflicto con India, Pakistán tendría que extenderse por parte de Afganistán para defenderse.

Lo que Musharraf tiene claro es que en su país no hay espacio para los yihadistas internacionales. Los atentados en Londres le han servido para ordenar el registro de todas las madrazas (escuelas coránicas) y poner en práctica una ley de 1999 que exige transparencia en su financiación. Pero, a diferencia de lo que se piensa en Occidente, "la absoluta mayoría de las madrazas paquistaníes [entre 6.000 y 10.000] no son escuelas de terroristas, sino simples sustitutos de un Gobierno con una inversión ridícula en educación", indican las fuentes diplomáticas.

Los paquistaníes se consideran cercanos al sufismo, la rama menos fanática del islam, pero el wahabismo de origen saudí se alimenta de la miseria reinante en el país, con un 40% de la población por debajo del índice de pobreza (menos de un euro por persona y día). Pese a que las cifras macroeconómicas han mejorado en los últimos años, la que se beneficia es la minoría rica.

"Lo único que ha hecho Musharraf es acabar con Al Qaeda en Pakistán", afirma Kamran Zafar, encargado de la secretaría general del Partido Popular de Pakistán (PPP) mientras Benazir Bhutto permanezca fuera del país. Según Zia ud Din, delegado en Islamabad de Dawn, el prestigioso diario de Karachi, la mayor ciudad del país, el mismo Ejército paquistaní organiza los combates en Waziristán y otras zonas fronterizas con Afganistán para seguir cobrando los siete millones de dólares mensuales que recibe del Pentágono por apoyar la guerra contra el terrorismo internacional.

Además, la lucha contra Al Qaeda ha permitido al Ejército, por primera vez desde la independencia (1947), tomar posiciones en las zonas tribales que se extienden a lo largo de los 2.400 kilómetros de frontera común con Afganistán. Es un logro histórico y el Ejército no quiere poner en riesgo su presencia permanente en la zona.

Intelectuales paquistaníes, al igual que Zafar y Ud Din, sostienen que el general, que tomó el poder tras un golpe de Estado incruento el 12 de octubre de 1999, está interesado personalmente en librarse de la red de Bin Laden para concentrarse en consolidar la militarización del país.

Al igual que Irán colocó sobre su Parlamento un órgano -Consejo de la Revolución- que permite a los ayatolás rechazar las leyes de sus legisladores y tener la última palabra de cualquier decisión, Musharraf creó con los mismos atributos absolutistas el Consejo Nacional de Seguridad, que permite a los militares gobernar sin obstrucciones. Además, las manipulaciones realizadas por el régimen a lo largo de estos años han permitido la creación de una formación política afín, el PMLQ, que junto con independientes y partidos menores, tiene dos tercios de la Cámara, lo que facilitará cambiar la Constitución para la continuidad del sistema.

"En las elecciones locales ha habido un fraude generalizado, además de amañarse hasta las circunscripciones electorales para beneficiar al candidato del Gobierno. De las generales no se puede esperar otro resultado. Yo soy partidario de que la oposición en bloque las boicotee", señala Zafar.

Musharraf, como Mohamed Zia ul Haq durante la invasión soviética de Afganistán (1979-1989), obtiene su legitimidad del respaldo que le presta EE UU por su lucha contra los radicales islámicos, y en Pakistán esto exige llevar los galones.

Paquistaníes que perdieron sus hogares durante el terremoto, en un campo de refugiados de Balakot.
Paquistaníes que perdieron sus hogares durante el terremoto, en un campo de refugiados de Balakot.ASSOCIATED PRESS

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