Un dibujante de cine
Carlos Grangel lleva años siendo la mano española de Spielberg. Creador de personajes de 'El príncipe de Egipto', 'Spirit' o 'Madagascar', estrena ahora la película 'La novia cadáver', de Tim Burton. Un artista anónimo al que Hollywood reconoce su talento.
Ésta es la historia de una casualidad. El azar cogido por los pelos, la suerte de estar en el sitio adecuado en el momento justo. Eso y unas manos que dibujan como los ángeles y con las que Carlos Grangel (Barcelona, 1963) se ha ganado el respeto de Steven Spielberg y, más recientemente, del director Tim Burton, con el que ha llevado a la pantalla La novia cadáver, una película animada que cuenta una antigua leyenda rusa, la de una joven desposada muerta en extrañas circunstancias.
Pero para llegar a este punto en el que algunos de los mejores directores de cine se lo disputan tuvieron que producirse un cúmulo de coincidencias. Hay que remontarse al verano de 1989, cuando Carlos Grangel decide tomarse unas vacaciones y conocer Inglaterra. Ha podido enterarse de que Spielberg acaba de inaugurar un estudio de películas de animación en Londres, Amblimation, junto a la productora Universal (ésta ponía el dinero, y Spielberg supervisaba como productor ejecutivo), y que el director preparaba allí un nuevo filme con un superratón de protagonista, Fievel va al Oeste. Un húmedo día del mes de julio, Grangel aterriza en Londres, y Spielberg también. Primera casualidad, porque el director de La lista de Schindler vive habitualmente en Los Ángeles y sólo se desplaza a Amblimation una vez al año. "Llamé al estudio y me dijeron que no recibían a nadie, pero que, si quería, podía enviar mis dibujos y ya me contestarían". Metió en un sobre sus ilustraciones, adjuntó su dirección en Londres y le llamaron: "Me sentí como los actores cuando les eligen en un casting". Los dos directores de Amblimation nombrados por Spielberg recibieron al joven Carlos, que escuchó temblando las palabras mágicas. "Nos gustaría que trabajaras aquí". Se pasó tres días en el estudio dibujando a prueba, y segunda casualidad: "Entra Spielberg donde yo estoy, me ve en una mesa y me pregunta por las escaleras (tiene fobia a los ascensores). Le acompañé y charlé con él en mi macarrónico spanglish". Días después, cuando Spielberg vio los dibujos de Grangel -"yo había dibujado una niña, un niño y un dinosaurio", exclamó: "We've got it!" (¡Lo tenemos!). Fue como el grito de ¡tierra! de Colón".
"Un directivo de Spielberg me confesó que piensan en mí como en un pájaro exótico, alguien que les sorprende"
"Spielberg es un visionario, tiene una cámara en su cabeza, rueda antes de hablar. Tim Burton lo dibuja todo"
Buscaban un creativo y lo encontraron. Grangel fue contratado por tres meses, una relación que ha ido creciendo con los años y las películas. Desde entonces vive con un pie en su estudio de Barcelona, en el que trabaja con su hermano Jordi y un reputado creativo, Carlos Burges, y otro en Bourban (California), donde están situados los estudios DreamWorks. De esta fábrica de sueños han salido todas las películas de animación en las que el estudio Grangel ha colaborado: El príncipe de Egipto, Spirit (por la que Carlos Grangel recibió en 2002 el Premio Annie, el Oscar a la animación), Simbad, El espantatiburones y Madagascar.
El escritor estadounidense Paul Auster encontraría seguramente en la vida de Carlos Grangel la historia perfecta para una de sus novelas. El azar ha desempeñado un papel protagonista en la carrera profesional de este barcelonés, desconocido para el público, pero un maestro en el campo de la creación de personajes para el cine y la publicidad. Otro ejemplo más de su buena suerte será el encuentro con el director de Pesadilla antes de Navidad (2003), Tim Burton.
A finales de los años noventa, Steffen Schäffler, un jovencísimo director alemán de la escuela de Berlín, contacta con Carlos Grangel y le propone rodar un corto con una historia de Daniel Defoe protagonizada por marionetas en stop-motion (un movimiento, un fotograma). Y así, de otra casualidad, nació The Periwig-Maker, una cinta de animación con muñecos. Ian Mackinnon y Peter Saunders, los mejores en este campo, fabrican las marionetas, salidas de los dibujos de Grangel, en su taller de Manchester (Inglaterra), donde al mismo tiempo trabajan en la construcción de un prototipo de marciano para la película Mars Attack, que dirige Tim Burton. Cuando éste ve las marionetas de The Periwig-Maker se entusiasma y de nuevo el destino toca con su varita mágica a Grangel. "Burton me pidió que acudiera a su casa de Londres. Me habló de un guión sobre el que ya había hecho algunos bocetos -es un buen dibujante que ha publicado algunos libros para niños- y de que le gustaría que yo crease esos personajes. 'He visto lo que hacéis y me encanta', me dijo. Cuando yo le planteo que lo puedo hacer, pero desde mi estudio en España, me contestó lo mismo que Spielberg: 'Si tú creas bien en Barcelona y a mí me gusta tu trabajo, debes estar donde crees mejor. Una prueba de que Burton es un tipo muy inteligente y sabe que con un cruce de sangre el producto sale ganando". Nació así la colaboración para La novia cadáver. Grangel y su equipo se pusieron manos a la obra, idearon más de 82 personajes y les proporcionaron vida con unos trazos finos, ágiles. El papel del novio, Víctor, estaba prefigurado por los bocetos de Burton. Un hombre alto, estilizado, con los rasgos físicos del actor Johnny Deep. A la novia, Carlos la dibujó con dos hermosos ojos, una frente ancha y despejada y una boca sensual, carnosa. De un vistazo se reconocía en ella a la compañera y musa de Burton, la actriz Helena Bonham Carter. Dos años y medio después, el resultado les colma de orgullo. "El mundo de Hollywood es muy egocentrista y yo soy contrario a eso. Yo soy yo y mi equipo. Spielberg no hace películas sin nosotros y yo no creo ningún personaje sin mis compañeros. Un directivo de DreamWorks me dijo una vez que nosotros éramos como un pájaro exótico, que siempre les dábamos algo más que no se esperaban".
Aquellos dibujos de Tim Burton, estilizados, tiernos, han dado como resultado La novia cadáver, una fábula gótico-romántica, una poesía macabra muy divertida. Todo un cambio. El que va de dibujar unos personajes tan tiernos como la hipopótama Gloria o el desubicado león Álex, de Madagascar, al de imaginar unas figuras de ultratumba simpáticas, siniestras, pero humanas. "No ha supuesto ninguna contradicción. Me gusta esta estilización del dibujo, estas figuras tan altas en plan Giacometti".
Grangel se muestra entusiasmado con la última película de Tim Burton, de la que asegura que tiene otro nivel de exigencia que Pesadilla antes de Navidad. "Los personajes son más fluidos, más elegantes. La animación es más sofisticada, hay una ingeniería que no se ve". El interior de las marionetas, comenta el dibujante, es una maquinaria compleja. "Los cuerpos tienen un delicado mecanismo; los movimientos faciales son asombrosos; los fondos, la luz, todo es un trabajo más laborioso". La novia cadáver está inspirada en una fábula que cuenta cómo un joven, la víspera de su boda, decide irse a un bosque para ensayar la ceremonia nupcial. Cuando sus labios pronuncian el "sí quiero", coloca el anillo en la rama de un arbusto que empieza a moverse y entonces el joven descubre horrorizado la mano de una joven muerta, sepultada con su vestido de novia. La acción la sitúa Burton en la Inglaterra victoriana y refleja un mundo rígido, aburrido, donde sus habitantes se mueren de asco, mientras en otro mundo, alegre, feliz, desbordante de bailes, fiestas y risas, se desplazan los muertos, unos seres gorditos y risueños, contrapuestos a los rígidos seres del mundo real. "A Tim Burton le atrae el más allá; la vida después de la vida es para él algo mucho más divertido. Utiliza la rigidez de la época victoriana", comenta Grangel, "la ropa gris, negra, para hacer una parodia que contrasta con el color y la alegría del mundo de los muertos. Es una crítica a la sociedad de consumo; en La novia cadáver te planteas para qué ganar dinero, para qué sufrir si en la otra vida te lo vas a pasar pipa".
En su estudio barcelonés de Hospitalet, muy cerca del barrio de la Torrassa donde nació, la mesa que ocupa está plagada de dibujos. Libros de arte, catálogos de exposiciones y un grueso volumen de Rock art in Africa que da pistas sobre el próximo tema para el que se inspira -la imagen de sus próximas producciones "es un top secret total"- se amontonan en las estanterías. En las paredes, sus criaturas: el perro Balto, el león Álex En cambio, de sus primeros pinitos creativos no hay señales visibles. Carlos Grangel trabajó en los años ochenta para la editorial Bruguera. Creó un dúo, Andy y Charlie, la historia de dos reporteros que se metían en líos, pero a los dos meses de su debú la editorial cerró. Fan de Uderzo, de Gaston Lagaffe (un dibujante belga afincado en Francia) y los cómics de Tintín, Grangel creció entre su afición a dibujar, heredada de sus padres, y la admiración por los grandes dibujantes españoles de tebeos y cómics como Carlos Giménez (el autor de Paracuellos, Barrio), Ibáñez (Mortadelo y Filemón), Vázquez, Adolfo Usero, Segrelles "Yo empezaba, tenía 17 años y ellos eran y son mis héroes", dice con nostalgia. "Los jóvenes que empezábamos lo teníamos duro para ganarnos la vida con el cómic. Sobrevivían los cracks, y creo que ahora pasa lo mismo. Para la nueva generación, subirse al tren es imposible porque el tren está lleno y, además, los que están en él tampoco están a gusto porque no se les remunera como se les tenía que pagar. Hay que reivindicar un precio por página digno. La mano de obra es excelente, es de primera fila. Si un dibujante de aquí trabajase en Los Ángeles, ganaría cuatro veces más y además estaría mucho mejor considerado profesionalmente".
Sabe de lo que habla. En sus inicios, Grangel trabajó desde Barcelona para las producciones Disney en la agencia de José Cánovas. Los trazos de Mickey Mouse, el Pato Donald o Winnie the Pooh no le son desconocidos. "Sí, yo hice muchos años eso. No me arrepiento en absoluto porque fue para mí una escuela, un modo de ganarme la vida y de que se me reconociera en ese sector". De ahí dio el salto a la animación, a dar vida a un personaje a través de miles de dibujos. "Un dibujante de cómic no es nunca un animador. Veinticuatro fotogramas por segundo pueden ser 12 dibujos por segundo. Por eso me inscribí en una escuela y aprendí la técnica".
En 1993, el estudio de Amblimation en Londres se cierra. Carlos Grangel no se siente a gusto en Londres, un país duro para el carácter latino, y está harto de llevar siempre el paraguas en la mochila. "Me acuerdo de un invierno en el que en seis meses no vi el sol". Regresa a Barcelona. Un año después, Spielberg funda DreamWorks SKG con Jeffrey Katzenberg -el hombre que dio nuevo impulso a los estudios Disney con La bella y la bestia, Aladino, Pocahontas-, y David Geffen y Spielberg se acuerda entonces del chico moreno y nervioso que conoció en Londres. "Me propuso trabajar un año y medio en Los Ángeles en la primera producción del nuevo estudio, El príncipe de Egipto. Y yo acepté". Lo recuerda con gratitud: "Tú sabes lo que es que una compañía como DreamWorks, que tiene a toda la gente [más de 700 empleados] en su central de Bourban (California), me permita trabajar desde Barcelona es algo que no se suele hacer". Y así fue como nació el mito de un dibujante español en Hollywood. "Ha habido un trato, un respeto, y hemos cumplido desde el primer día con una calidad y una creatividad que ellos buscan y nosotros se la podemos dar". Con la nueva que tiene en cartera, serán 12 películas las que Grangel Studio ha realizado para DreamWorks. "Tratamos de reinventarnos cada vez, queremos que nuestro trabajo tenga un sello, un grafismo y, como en EE UU, una piel. Ha de ser un dibujo que te diga algo. Es como la buena pintura, no puedes ir por modas, tienes que ir por sensaciones, porque por modas te quedarás siempre ahí; en cambio, por sensaciones te reinventas".
Quienes conocen cómo trabaja Grangel coinciden en definir sus creaciones como dibujos de formas muy elegantes. Y posiblemente sea ésa su principal cualidad. Su amor por la pintura -"absorbo y me inspiro. Veo un ingres, un velázquez o un vermeer y me apasiono"- es el que le da ese toque a sus personajes, muy construidos, con una base artística que se aprecia a simple vista. "Hacer un león en tres dimensiones, como el de Madagascar, no se consigue sin una buena base porque, si no, el resultado sería un muñeco absolutamente plano".
A la pregunta de si ha notado grandes diferencias entre trabajar con Tim Burton o con Steven Spielberg, Grangel afirma que pocas: "Spielberg es un gran visionario, tiene una cámara en su cabeza, rueda antes de hablar. Tim Burton te lo dibuja. Spielberg es un gran entertrainer, es increíble lo que puede hacer. Las carreras de cuadrigas en El príncipe de Egipto las rodó con una audacia increíble. Es un adelantado en el cine de animación".
Con Tim Burton sintonizó a la primera en cuanto vio los bocetos que le presentó el director de Eduardo Manostijeras. "Decía que le leíamos el pensamiento cada vez que le presentábamos los diseños". Junto a Mike Johnson, Carlos Grangel y Mackinonn y Saunders, Burton desplegó su increíble fantasía en unos muñecos de alrededor de 45 centímetros de altura que se mueven, bailan y se sientan en incómodos sillones curvos, de clara inspiración gaudiniana. "Enseñamos Barcelona a Johnson y su equipo y se entusiasmaron con los edificios de Gaudí", aclara. Los muñecos de La novia cadáver han sido esculpidos por siete escultores británicos (algunos con la experiencia de haber trabajado en El señor de los anillos) y supervisados por Jordi Grangel, también escultor. Un trabajo que ha durado dos años y medio -"junto con El príncipe de Egipto y Spirit, es la película en la que hemos estado implicados más tiempo"-. Tanto lo han hecho que Tim Burton ha decidido que sea Grangel Studio el que controle la calidad y la producción de la comercialización de los muñecos. "Pero, ojo, no somos unos genios. Somos currantes. Cuando estás en racha no puedes parar. Como decía Picasso, si aparecen las musas, que te pillen trabajando".
'La novia cadáver', de Tim Burton (Warner), se estrena el próximo día 28.
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