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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa-África

Las autoridades marroquíes han tenido interés en comunicar que sus recientes iniciativas para aliviar la presión sobre las fronteras de Ceuta y Melilla se deben a la mediación del rey de España ante el monarca alauí. Un cierto papanatismo nacional ha querido ver en esa mediación una desautorización de la diplomacia española. Sin embargo, no es concebible tal mediación al margen del Gobierno, que hace bien en utilizar la buena relación personal entre los monarcas para desbloquear situaciones como la planteada. Sin descartar otras motivaciones internas, la comunicación marroquí tiene como objetivo desvincular su receptividad a las peticiones españolas del acuerdo firmado en 1992 para la repatriación de inmigrantes irregulares. El argumento marroquí es que entonces casi todos esos inmigrantes procedían de su país, mientras que ahora dos de cada tres son subsaharianos.

Sea o no exacta la cifra, la situación es ahora diferente y desborda el ámbito bilateral. ¿Qué deben hacer los países hacia cuyas fronteras ha expulsado Marruecos a los que intentaban pasar? ¿Deberán a su vez expulsarlos más al sur? Es lógico que Marruecos pida que lo que se le exige -acuerdos de readmisión- sea también exigido a los otros países de tránsito. En cualquier caso, se trata de países que carecen de medios para hacerse cargo de un problema con tantas aristas. Y del lado europeo, es evidente que el problema no sólo concierne a España.

Bajo la presión de la emoción suscitada en toda Europa por las imágenes vistas estos días de los asaltos de Ceuta y Melilla y de las caravanas de africanos esposados, la Comisión Europea ha aprobado medidas para ayudar a Marruecos a controlar sus fronteras. Pero ni la UE ni España pueden pretender que los países del Magreb actúen como sus gendarmes del sur a cambio de ayudas económicas. Bruselas ha informado de que hay unos 30.000 subsaharianos en Argelia y Marruecos esperando la ocasión para pasar a Europa vía España, y esa creciente oleada no puede detenerse con alambradas y patrullas militares.

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La UE ha aceptado al fin la propuesta hispano-marroquí de una conferencia Europa-África para estudiar el problema migratorio desde una perspectiva de conjunto, que pasa necesariamente por el desarrollo de los países subsaharianos. Se anuncia un plan de ayuda al desarrollo de África más ambicioso que los precedentes, que incluye un control más eficaz del destino de los fondos para potenciar infraestructuras que favorezcan la rentabilidad de los cultivos y manufacturas producidas en el continente y las inversiones exteriores, y de condicionar las ayudas a los avances en la democratización y lucha contra la corrupción. Pero ninguna medida sería tan eficaz como suprimir las barreras a la exportación de productos africanos a Europa, condicionada por las subvenciones a la agricultura. Con el 15% de la población mundial, el comercio de África supone apenas el 2%. Europa debe dar el primer paso para corregir este desequilibrio si quiere modular la marea de desesperados que vienen de ese continente.

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