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LOS PROBLEMAS DE LOS INMIGRANTES

Marruecos inicia en Oujda la repatriación de 1.200 senegaleses y malienses

Rabat costea los seis vuelos que saldrán hasta el miércoles para devolver a los indocumentados

"La aventura se acabó", espetó un corpulento subsahariano a los cámaras agolpados en la escalerilla del avión de las líneas aéreas marroquíes (RAM) antes de franquear la puerta de la cabina. Era uno de los 140 senegaleses, de entre 17 y 41 años, que fueron repatriados ayer en el primer vuelo que despegó a mediodía de Oujda (noreste de Marruecos) rumbo a Dakar. Otro avión con el mismo número de pasajeros de la misma nacionalidad partió por la tarde. Cuatro aviones más devolverán a sus países hasta el miércoles a unos 1.200 senegaleses y malienses. Rabat costea la operación.

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Tres autobuses urbanos les depositaron a media mañana en el aeropuerto de Oujda, pegado a la frontera argelina. No se sometieron al control de pasaporte -todos carecen de documentación-, pero sí introdujeron sus escasas pertenencias por el escáner y fueron además sometidos a un registro corporal. Llevaban consigo todo lo que les habían dado en un polideportivo donde pasaron la noche, incluida la manta y botellas de agua mineral.

El despliegue policial marroquí era más bien discreto, y los senegaleses se sometieron disciplinadamente a los trámites. Sólo uno, con un ojo entumecido, espetó al wali (delegado del Gobierno) en la región, Mohamed Brahimi, que asistía al embarque. "Señor wali diga a sus policías que sean amables durante el viaje porque a mí me golpearon sin motivo en Bouarfa [240 kilómetros al sur de Oujda]", aseguró. "Se lo diré", contestó, "pero no estoy seguro de que el agente tenga la misma versión que tú" del incidente.

A bordo del Boeing 737 embarcaron también 16 policías del servicio de escolta de personalidades extranjeras que visitan Marruecos para abortar protestas como las que se produjeron en algunos autobuses. Pero ni ellos ni la tripulación impidieron a la prensa subir a bordo para charlar y fotografiar a los senegaleses. El Ministerio del Interior marroquí, que sufraga la operación, quiso actuar esta vez con toda transparencia.

Los pasajeros forzosos mostraban sentimientos contradictorios al emprender el que para muchos era su primer viaje en avión. "No saben que hay que ponerse el cinturón de seguridad ni como se coloca", constataba un miembro de la tripulación. "Estoy contento de volver a ver a la familia, aunque allí no voy a encontrar trabajo", afirmaba Amadou resumiendo una opinión generalizada. "Están contentos, pero hubiesen preferido volver a casa de otra manera", señaló Abou Ndiaye, embajador de Senegal en Rabat, que se encontraba en la pista. "Dios sólo sabe lo que será de nosotros", repetía un barbudo. André tenía un problema que le preocupaba: "Soy de San Luis pero vamos a Dakar. ¿Cómo iré de un sitio a otro? Voy a vender la manta pero con eso no basta para pagar el transporte. Tendré que volver a caminar como hice tantas veces en Marruecos".

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Tapando su cara con un forro polar rojo, un subsahariano dejaba escapar su rabia ante los periodistas. "Aquí no hay nada interesante", repetía. "Lo que tienen que hacer es no olvidarse de los muertos en el desierto, que hay muchos", insistía. El 3 de octubre, Rabat empezó a deportar a cientos de detenidos a un área desértica, a varios centenares de kilómetros al sur de Oujda, para expulsarles después a Argelia. Varios inmigrantes habrían muerto allí de agotamiento o deshidratación, según algunos inmigrantes.

Aunque abundan los testimonios de subsaharianos que abandonaron en el camino a sus compañeros enfermos y heridos, nadie, ni siquiera las ONG que se desplazaron a la zona, puede proporcionar una estimación de los fallecidos. Si han localizado cadáveres, las autoridades marroquíes han guardado silencio sobre el tema.

Los senegaleses y los malienses -estos últimos representan la cuarta parte de los detenidos-, concentrados en dos polideportivos de Oujda, están siendo repatriados, porque Rabat logró acuerdos con Dakar y Bamako para que acepten que sus ciudadanos les sean devueltos. Aparentemente, los demás países de donde son originarios los subsaharianos no se han prestado a ello.

A lo largo de la tarde y noche del domingo decenas de autobuses depositaron en los polideportivos a 1.200 inmigrantes de esos dos países. La protección civil marroquí les proporcionó colchonetas, mantas, pan, leche y disponían de unos baños en los que lavarse. Aquellos que aún tenían algo de dinero pudieron incluso comprar ropa limpia. "Me ha costado 60 dirhams (5,5 euros)", afirmaba Abdou mientras mostraba el pantalón recién adquirido.

Un inmigrante, antes de ser repatriado  desde Oujda.
Un inmigrante, antes de ser repatriado desde Oujda.

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