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Reportaje:

La construcción de la aeronáutica catalana

La Generalitat quiere potenciar el sector de la aviónica, que considera básico para el crecimiento económico

Un chato (el de la foto adjunta) ha aterrizado en el parque del Fórum. Se trata de un Polikarpov I-17, un avión fabricado en la Unión Soviética en 1934 y uno de los más utilizados por las tropas republicanas durante la Guerra Civil. A unos metros de esta joya de la aviación, en un cómodo sofá situado en el centro del pabellón Airbus se pone a disposición del visitante un mando parecido al de una Play Station que permite simular el vuelo nada menos que de un A-380, el avión comercial más grande del mundo, que empezará a surcar los cielos el año que viene. Más allá, un puesto en el que la empresa TEAM (Tecnología Europea Aplicada al Movimiento) muestra la tecnología de los fingers que tiende desde Parets del Vallès (Vallès Oriental) a los aeropuertos de todo el mundo, y a continuación, dos azafatas de la compañía catalana de bajo coste Vueling, uno de los noveles del sector.

La productividad de los trabajadores de la aeronáutica es superior a la de otros sectores

Son algunos ejemplos del medio centenar de empresas, instituciones y entidades presentes en la Semana Aeronáutica y del Espacio de Barcelona, que hoy se clausura en el recinto del Besòs. El salón, más divulgativo que profesional, es la herencia de las 12 ediciones de la Festa al Cel, que se celebra dentro de los actos de la fiesta mayor de Barcelona, explicó el concejal de Cultura del Ayuntamiento de la ciudad, Ferran Mascarell, en la inauguración del acto, el pasado viernes. "Es un factor [el relativo al vuelo] esencial para la imaginación humana", enfatizó el edil, motivo por el cual hasta el escritor francés Julio Verne, de cuya muerte se conmemoran 100 años, tiene reservado un espacio en la feria.

"Este sector es muy importante para el crecimiento de la economía catalana. Tiene una historia importante y queremos que tenga también un futuro importante", subrayó el secretario general de Industria de la Generalitat, Jordi Carbonell.

Junto con la tecnología agroalimentaria y la biomedicina, la gran apuesta del Gobierno catalán en materia industrial es la aeronáutica. El sector se desertizó tras la Guerra Civil, cuando las grandes compañías del motor de aviación, como Elizalde e Hispano Suiza, pasaron a fabricar automóviles únicamente.

Pero los tiempos cambian e, ironías de la historia, el cielo amenaza hoy con oscuros nubarrones a la industria de la automoción, con Seat a la cabeza. La Generalitat está convencida de que el futuro está en al aire y sigue empecinada, pese a las dudas sindicales, en que la metalurgia catalana, que vive fundamentalmente del automóvil, diversifique riesgos y vire hacia la aeronáutica, como la empresa Serra Aeronàutics, presente en el Fórum.

El sector aeroespacial es, además, uno de los ámbitos en los que se fundamenta la nueva sociedad del conocimiento, según los organizadores de la semana. Amén de la creación de titulaciones universitarias específicas, distritos tecnológicos como el 22@, con empresas como GTD e Indra, entre otras, son un botón de muestra.

La asociación Barcelona Aeronáutica y del Espacio (BAiE) difunde un dato especialmente revelador. La productividad de los trabajadores de la aeronáutica (con una facturación de 115.000 euros por empleado y año) es cinco veces superior a la de la media de la industria catalana.

Conocimiento (investigación y desarrollo, I+D) y productividad, o viceversa: dos grandes suspensos de las economías española y catalana, dos factores más que suficientes como para que cualquier Administración apueste por potenciar el sector.

Sin embargo, un reciente estudio del consejero delegado de GTD, Carlos Kinder, encargado por las cámaras de comercio catalanas revela otro dato que no invita precisamente al optimismo: en Cataluña faltan empresas líderes que tiren del sector y escasea asimismo el colchón y empuje financiero del capital riesgo, público y privado.

Si hubo un tiempo en que Cataluña pintó bastante en la historia de la aviación -como lideró también la del ferrocarril y la de la mismísima automoción-, hasta que vuelva a remontar el vuelo queda un trecho. Más allá de la apuesta de varias compañías aéreas por Cataluña y de otras tantas por conectar Barcelona con China, Buenos Aires o Nueva York -decisiones vinculadas a la demanda de los pasajeros-, el papel que desempeña hoy es aún pequeño. El medio centenar de empresas que conforman el sector facturan en conjunto poco más de 100 millones de euros y emplean a unas 900 personas. Esto es poco menos que el 5% del sector en España, cinco veces más que un lustro atrás, pero lejos del 60% de Madrid y del 15% del País Vasco y Andalucía.

El Airbus 380, precisamente, que el consorcio europeo EADS ensambla en Toulouse (Francia), es lo que está tirando de la industria catalana, al salpicarla con varios contratos de aprovisionamiento (TMS Aritex Cading, Defesa y Rücker Ibérica, entre otras). El Gobierno catalán, por su parte, avanza -con poco apremio, según varios agentes del sector- en la puesta en marcha del Centro Tecnológico de Aeronáutica y del Espacio, temporalmente en Castelldefels, hasta que se ubique en el Parque Aeroespacial de Cataluña, que se construye en Viladecans.

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