La hora de la familia
El acuerdo en Cataluña sobre el nuevo Estatuto ha tenido efectos psicológicos relevantes en la política catalana. Pasqual Maragall ha visto premiada su obstinación y, de este modo, mata definitivamente al fantasma que le perseguía por no haber ganado las elecciones autonómicas. Artur Mas consigue, por fin, matar simbólicamente al padre (con la ayuda de los rumores que decían que Pujol estaba contra el Estatuto) y se consolida como líder indiscutible del nacionalismo moderado al demostrar su capacidad de imponer la razón política sobre los impulsos sentimentales y pasionales de la militancia. El Estatuto empieza con efectos terapéuticos positivos. Y, de momento, desplaza la tensión hacia Madrid.
Se ha dicho que el PSOE por su sólida implantación en toda España es como una muestra de la complejidad y diversidad del país. En la segunda etapa del Estatuto, su paso por las Cortes españolas, el socialismo español hará la función de un cultivo de laboratorio para verificar si tal complejidad es sostenible. Las circunstancias han querido que el debate estatutario llegue con los socialistas gobernando en España y en Cataluña. En la negociación del Estatuto los socialistas, por tanto, estarán en los dos lados, en uno con la careta PSOE, en otro con la careta PSC. Lo que en Cataluña fue una dura negociación entre Gobierno y oposición, en el Parlamento español tendrá acentos de conflicto entre hermanos, con el riesgo permanente de que la comedia derive en tragedia. Las rencillas familiares son, a menudo, las más difíciles de superar. María Teresa Fernández de la Vega, con su proverbial sobriedad, ha abierto el juego oficialmente introduciendo templanza. Pero en el socialismo catalán hay conciencia de que lo que hoy es un éxito táctico se podría convertir en error estratégico si la familia se pusiera borde. Algo de eso debía pensar Miquel Iceta cuando en la noche del acuerdo dijo: "Si el más patriota es el que más arriesga, el PSC ha sido el más patriota".
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