El escándalo en el partido republicano añade nuevos problemas a Bush
El líder del partido en el poder en la Cámara de Representantes desvió fondos electorales
En el otoño del descontento que sufren George W. Bush y el Partido Republicano, el procesamiento de Tom DeLay por uso impropio de fondos para campañas electorales es el último torpedo en la línea de flotación de una Casa Blanca asediada y a la defensiva. Un mes después del vendaval político creado por el huracán Katrina y en pleno callejón sin salida en Irak, lo que menos necesitaba Bush es que un aliado muy próximo como el líder republicano de la Cámara de Representantes sufriera este golpe. Los demócratas, fuera del juego de poder, tratan de rentabilizar al máximo la situación.
¿Tendrá todo esto consecuencias en las mayorías que los republicanos tienen en la Cámara y en el Senado? ¿Habrá un terremoto político el 7 de noviembre de 2006, cuando se renueve la Cámara de Representantes y un tercio del Senado? Es muy pronto para saberlo, y anteriores predicciones sobre la muerte política de Bush y de su partido se han mostrado harto prematuras. Pero la acumulación de malas noticias ha quebrado la confianza de la mayoría del país en un presidente cuyo principal activo era aparecer como un líder fuerte y seguro, y que ahora está en sus índices de apoyo más bajos.
El encadenamiento de reveses -con la importantísima excepción de la confirmación de John Roberts como presidente del Supremo- hace que las energías de la Casa Blanca se despilfarren en estrategias de control de daños. Incluso los conservadores están divididos, por la política exterior y por el frenesí de gasto público al que este Gobierno se ha abandonado.
Bush entró mal en el verano porque la ausencia de perspectivas en Irak causa pesimismo e impaciencia. La muerte de otros cinco marines en Ramadi -que eleva la lista negra a 1.934 soldados- y el casi medio centenar de víctimas de los tres coches-bomba en Bagdad fueron ayer nuevos recordatorios de que la estrategia de victoria en la que el presidente insistió el martes no aparece por ninguna parte.
El Katrina cogió desprevenido al equipo presidencial; su clamorosa falta de reflejos quedó en parte recuperada cuando Bush asumió la responsabilidad, y es evidente que las culpas están muy repartidas; pero el comandante en jefe falló, y lo que es más importante, reconoció su fallo.
En el humor de los estadounidenses está haciendo estragos el precio de la gasolina, que ha aumentado una media del 30% con respecto a hace dos meses. Nadie se arruina porque el galón
cueste 3,50 dólares , pero la gasolina es parte de lo que corre por las venas del estilo de vida americano, y estos precios están haciendo muy mala sangre.
Así, los republicanos tienen: a uno de sus jefes de fila, Tom DeLay, procesado por mal uso de dinero en campañas electorales; a otro, el líder de la mayoría en el Senado, Bill Frist, bajo sospecha de haberse beneficiado de información privilegiada para la venta de acciones de una empresa familiar; y al cerebro político de Bush, Karl Rove, con la espada de Damocles de la filtración del nombre de una agente de la CIA sobre su cabeza. Estos tres casos, y otros pendientes, podrían resolverse a favor de sus protagonistas; pero la percepción de corrupción y escándalo es fatal.
¿Aprovecharán los demócratas? Lo están intentando; tras 11 largos años en minoría en una Cámara que acostumbraban a controlar, tienen que lanzarse a degüello: "El procesamiento de DeLay es el último ejemplo de que los republicanos están impregnados de una cultura de corrupción a expensas de los ciudadanos", en palabras de Nancy Pelosi, líder demócrata en la Cámara. Los elementos para que Pelosi y sus compañeros recuperen el control de una o de las dos Cámaras están presentes -Irak, escándalos, gasolina, gasto público disparado, déficit- pero "no son suficientes para que los republicanos sean barridos del poder", señala el experto Charles Cook en su último análisis. Cook sí cree que se abre la posibilidad de que los demócratas recuperen el Senado, pero que "haría falta el equivalente a un tsunami para recuperar la Cámara". Y si es demasiado pronto -coinciden todos los analistas- para hacer predicciones sobre noviembre de 2006, mucho más clara está incertidumbre ante las presidenciales de 2008.
A corto plazo, para recuperar la iniciativa lo que Bush necesita "es un amigo lo suficientemente próximo como para decirle que su presidencia está fracasando y lo suficientemente inteligente para describirle lo que tiene que hacer para salvarla", dice Jim Hoagland en The Washington Post, que no ahorra crudeza al describir el panorama de Bush.
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