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53º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

El deslumbrante regocijo de Laurence Sterne y Michael Winterbottom

El realizador británico ofrece una estupenda adaptación de 'Tristram Shandy'

Ángel S. Harguindey

Con A cock and bull story (Historia de una polla y un toro), de Michael Winterbottom, llegó el talento y la ironía. Con Sunflower, de Zhang Yang, el desconcierto. Se supone que en un festival internacional de cine todo es posible. No obstante, habría que reconsiderar dicha suposición.

El británico Michael Winterbottom presentó una libérrima adaptación de La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, la genial novela de Laurence Sterne, y lo hizo de una forma brillante, divertida y mordaz. Sin duda, los amantes de la literatura podrán sentirse defraudados. De lo que no cabe duda es de que los amantes del cine se rieron con ganas. Winterbottom lleva tiempo deslumbrando a los cinéfilos. Su gran talento le convirtió en uno de los realizadores más creativos y eclécticos de los últimos 15 años. En A cock and bull story lo que en realidad hace no es tanto una adaptación, ni siquiera libre, como una recreación del estilo y el tono del relato de Sterne 250 años después de su publicación.

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El irreverente desenfado del genial vicario de Yorkshire para contar la vida y las opiniones de Tristram Shandy lo asume el realizador y lo aplica a la narración cinematográfica de la hipotética adaptación del texto. Winterbottom, arropado por intérpretes tan excelentes como Steve Coogan y Rob Brydon, no deja títere con cabeza en su descripción del mundo del cine: la egolatría de los actores, la petulancia de los cineclubistas, el afán mercantilista de los productores, la paciencia de los agentes literarios, la inútil erudición de los especialistas o la estúpida inmoralidad de los periodistas culturales tienen en el filme similar importancia a la que tienen en la novela el padre de la criatura, con sus obsesiones por el tamaño de las narices y los nombres de pila; el tío Toby, con su heroica y desgraciada herida de guerra durante el sitio de Namur que le impedirá de por vida conocer mujer; su fiel criado Tim, el disparatado doctor Slop, adalid de la innovaciones científicas en el campo de la obstetricia, o el lenguaraz vicario Yorick.

El color de los dientes

El filme comienza con un diálogo de los dos actores protagonistas en la sala de maquillaje del set. Su verborrea recuerda al mejor Tarantino. Si unos gánsteres pueden divagar sobre la posible virginidad de Madonna, o unos asesinos profesionales desmenuzar las peculiaridades de las hamburguesas europeas, ¿por qué no van a poder comentar dos actores sobre el color de los dientes, el orden de colocación de los títulos de crédito o la decoración de las habitaciones infantiles? Cuando Steve Coogan se acerca a la cámara con su traje de caballero inglés del siglo XVIII, con el fondo de su nobiliaria mansión, y nos cita a los espectadores una frase de Groucho Marx, sabemos que todo es libérrimo. Winterbottom no engaña.

A partir de ahí se asiste a un deslumbrante homenaje al cinematógrafo, a esa fantástica fábrica de entretenimiento y espectáculo en la que, por supuesto, tienen cabida todas las miserias y alguna grandeza del ser humano, y más como en el caso de esta historia, si se cuenta con la complicidad de un excelente guión y un reparto en el que hasta las colaboraciones, como la de Gillian Anderson -la Scully de Expediente X-, alcanzan unas infrecuentes cotas de alegre lucidez.

Winterbottom ha vuelto a dejar constancia de su inteligencia y sentido del humor, acompañado de un clérigo de vida disoluta que creó una obra maestra de la literatura universal y escribió frases tan rotundas como ésta: "Las lecciones de sabiduría tienen mayor convicción cuando capturan el corazón a través de una historia que sabe captar las pasiones". Un placer.

Por su parte, Zhang Yang presentó su Sunflower, una historia de 129 minutos en la que se describen los últimos 29 años de la historia de China a través de una familia con residencia en Pekín. Una ingenua y correcta película que, sin duda, será seguida con gran interés en la poderosa y moderna República Popular y, probablemente, con gran paciencia en el resto del mundo.Con A cock and bull story (Historia de una polla y un toro), de Michael Winterbottom, llegó el talento y la ironía. Con Sunflower, de Zhang Yang, el desconcierto. Se supone que en un festival internacional de cine todo es posible. No obstante, habría que reconsiderar dicha suposición.

El británico Michael Winterbottom presentó una libérrima adaptación de La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, la genial novela de Laurence Sterne, y lo hizo de una forma brillante, divertida y mordaz. Sin duda, los amantes de la literatura podrán sentirse defraudados. De lo que no cabe duda es de que los amantes del cine se rieron con ganas. Winterbottom lleva tiempo deslumbrando a los cinéfilos. Su gran talento le convirtió en uno de los realizadores más creativos y eclécticos de los últimos 15 años. En A cock and bull story lo que en realidad hace no es tanto una adaptación, ni siquiera libre, como una recreación del estilo y el tono del relato de Sterne 250 años después de su publicación.

El irreverente desenfado del genial vicario de Yorkshire para contar la vida y las opiniones de Tristram Shandy lo asume el realizador y lo aplica a la narración cinematográfica de la hipotética adaptación del texto. Winterbottom, arropado por intérpretes tan excelentes como Steve Coogan y Rob Brydon, no deja títere con cabeza en su descripción del mundo del cine: la egolatría de los actores, la petulancia de los cineclubistas, el afán mercantilista de los productores, la paciencia de los agentes literarios, la inútil erudición de los especialistas o la estúpida inmoralidad de los periodistas culturales tienen en el filme similar importancia a la que tienen en la novela el padre de la criatura, con sus obsesiones por el tamaño de las narices y los nombres de pila; el tío Toby, con su heroica y desgraciada herida de guerra durante el sitio de Namur que le impedirá de por vida conocer mujer; su fiel criado Tim, el disparatado doctor Slop, adalid de la innovaciones científicas en el campo de la obstetricia, o el lenguaraz vicario Yorick.

El color de los dientes

El filme comienza con un diálogo de los dos actores protagonistas en la sala de maquillaje del set. Su verborrea recuerda al mejor Tarantino. Si unos gánsteres pueden divagar sobre la posible virginidad de Madonna, o unos asesinos profesionales desmenuzar las peculiaridades de las hamburguesas europeas, ¿por qué no van a poder comentar dos actores sobre el color de los dientes, el orden de colocación de los títulos de crédito o la decoración de las habitaciones infantiles? Cuando Steve Coogan se acerca a la cámara con su traje de caballero inglés del siglo XVIII, con el fondo de su nobiliaria mansión, y nos cita a los espectadores una frase de Groucho Marx, sabemos que todo es libérrimo. Winterbottom no engaña.

A partir de ahí se asiste a un deslumbrante homenaje al cinematógrafo, a esa fantástica fábrica de entretenimiento y espectáculo en la que, por supuesto, tienen cabida todas las miserias y alguna grandeza del ser humano, y más como en el caso de esta historia, si se cuenta con la complicidad de un excelente guión y un reparto en el que hasta las colaboraciones, como la de Gillian Anderson -la Scully de Expediente X-, alcanzan unas infrecuentes cotas de alegre lucidez.

Winterbottom ha vuelto a dejar constancia de su inteligencia y sentido del humor, acompañado de un clérigo de vida disoluta que creó una obra maestra de la literatura universal y escribió frases tan rotundas como ésta: "Las lecciones de sabiduría tienen mayor convicción cuando capturan el corazón a través de una historia que sabe captar las pasiones". Un placer.

Por su parte, Zhang Yang presentó su Sunflower, una historia de 129 minutos en la que se describen los últimos 29 años de la historia de China a través de una familia con residencia en Pekín. Una ingenua y correcta película que, sin duda, será seguida con gran interés en la poderosa y moderna República Popular y, probablemente, con gran paciencia en el resto del mundo.logró convencer a pesar de las dificultades que encierra adaptar la novela de Laurence Sterne.

Michael Winterbottom, ayer en San Sebastián.
Michael Winterbottom, ayer en San Sebastián.JESÚS URIARTE
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