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VISTO / OÍDO
Columna
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Autonomías

Esta mañana se reanuda la Conferencia de Presidentes de autonomías con Zapatero: parece que la oferta económica del presidente para la sanidad es de tal calibre, referido a lo que había e incluso a lo que se había pensado ofrecer, que los presidentes del PP están consternados: si aceptan, contribuyen a la gloria de esta primera legislatura que, para su conciencia, es falsa -por los cálculos que hicieron cuando el atentado de marzo: y eran mentira-; pero si no aceptan, sus ciudadanos no volverán a votarles nunca jamás; ni volverán a votar a su partido, que por meter el palo entre los radios de la rueda del carro del vencedor tienen que decir un "no" a cada paso.

Mala cara tenía el domingo Acebes -algo más de lo que la tiene habitualmente, salvo cuando adopta la risa zorruna en el Parlamento- para enfrentarse con esta cuestión: encontró ese clavo ardiendo de otras veces para decir que ellos habían previsto mucho más, hace mucho tiempo. Por qué no lo hicieron puede ser otro tema para charlar, en torno a la serie de negaciones que constituye su ideología política proverbial. Es una ocupación fanática lexicográfica: el "sí" es de quien gobierna, el "no" es de la oposición. No se trataba de eso en otros tiempos, en los tiempos originales de la democracia, pero así es como han derivado las cosas en casi todos los países. No veo en el partido socialista esta pretensión del "sí" absoluto, o del "no" a los otros; pero es cierto que el partido de hoy no es el de ayer, y estoy convencido de que no será el de mañana. Pero también mis convicciones no merecen ese nombre: son relatividades, y muchas dependen de una teología política: la creencia en que el PP no volverá a gobernar otra vez. Una tontería que me hace algo feliz entre tanta tiniebla. Pero estos mismos sucesos de estos días, los llamados de estatutos y autonomías, me dan la sensación de que no volverá a gobernar jamás -me gusta repetirlo- porque la opinión pública va cambiando a medida que aprecia lo que ve: el españolismo, por fin, fuese a freír los espárragos del dicho, y cada uno piensa que no va a vivir peor porque se pavoneen las autonomías y se vaya al raro federalismo. Ah, no, a mí no me gustan nada: aspiro a patrias más grandes cada vez, a fusiones y uniones. Pero lo que me gusta a mí ha dado bastantes pruebas de no suceder.

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