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Mikel Olaciregui: "No estamos instalados en la comodidad"

Maribel Marín Yarza

Willem Dafoe, Abel Ferrara, Michael Winterbottom, Ricardo Darín, Emmanuelle Béart, Helen Mirren, Pilar López de Ayala, Juan Diego Boto, Eduard Fernández y otros grandes rostros del cine pisarán dentro de unos días San Sebastián y darán el toque de glamour a un festival que cada año persigue su trío de ases. "Tiene que ser útil para la industria, cumplir una función cultural y social destacada y mantener la confianza del público". Y eso, sugiere Olaciregui, es incompatible con el conservadurismo. "No estamos instalados en la comodidad", sentencia.

El Festival donostiarra va matizando e introduciendo con los años pequeñas novedades en su programación. "Tenemos una fórmula global que funciona; los cambios deben producirse lentamente", explica. "Hace cinco años nació Cine en Construcción [proyecto impulsado junto con los Rencontres Cinémas d'Amérique Latine de Toulouse para apoyar la posproducción de películas latinoamericanas] como iniciativa modesta y ahora tiene vida propia", apunta. "Hace cuatro años vimos que nos faltaba el último eslabón de la cadena, lo incorporamos y hoy tenemos a 17 escuelas de cine de siete países distintos que vienen y presentan sus trabajos en competición"...

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Olaciregui va desgranando las apuestas de un certamen, que en 2004 reunió a 191.000 espectadores, y que muestra cada año un rostro más solidario. En la presente edición, pone en marcha Cine en movimiento, que explora nuevas vías para que proyectos inacabados de cineastas del Magreb y de los países africanos de habla portuguesa lleguen a buen fin.

Documental

¿Instalados en la comodidad? "En absoluto", se responde a sí mismo. "Estamos tratando de ofrecer siempre propuestas nuevas. No sólo apoyamos a una generación de cineastas de renovación. Hace ya cuatro años que estamos apostando, por ejemplo, por el documental que como género ha evolucionado muchísimo y tiene su público. Llegamos incluso a inaugurar con uno, con Suite Habana", en 2003.

Olaciregui reflexiona sobre el festival días después del anuncio de una huelga en el sector hostelero para el 23, víspera de la clausura, para protestar por el bloqueo en la negociación del convenio provincial. "Como continúen utilizando los días del festival para hacer todo tipo de reivindicaciones puede ser peligroso, en tanto vuelva la ciudad incómoda para los visitantes". Hace dos años, un paro que terminó afectando sólo al María Cristina, hotel en el que se alojan algunos invitados, dañó la imagen del certamen que supera los 3.000 acreditados.

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