Virus con alas
Las aves migratorias que pueden portar el germen de la gripe aviar están en Andalucía
La gripe aviar puede estar provocada por diferentes cepas de un mismo virus. Algunas de ellas no son muy patogénicas y, por tanto, su capacidad para provocar esta enfermedad en aves infectadas es muy limitada y, así, las tasas de mortalidad son, igualmente, reducidas. Sin embargo, existen cepas muy agresivas que son capaces de transmitirse entre diferentes especies provocando grandes mortandades y también pueden alcanzar a los humanos con fatales consecuencias.
Una de estas peligrosas cepas, la H5N1, es la que se localizó, a principios de agosto, en aves de diferentes granjas situadas en Siberia y Kazajstán. Se trata del mismo virus que protagonizó los brotes de gripe aviar de Hong Kong (1997 y 2003) y Asia sudoriental (desde comienzos de 2004), y que, hasta ahora, han provocado la muerte o sacrificio de 150 millones de aves y el fallecimiento de más de 60 personas.
La FAO advirtió en su momento que el virus "podría ser transportado a larga distancia gracias a las rutas migratorias de las aves acuáticas silvestres que viajan hacia Oriente Medio, Europa, el sur de Asia y África".
Áreas remotas
La Sociedad Española de Ornitología (SEO) precisó, a finales de agosto, que algunas de las aves acuáticas migradoras que invernan en España pueden proceder de las zonas de riesgo, situadas en la tundra siberiana. Aún así, los especialistas de la SEO rebajaron el nivel de riesgo al considerar que las especies en cuestión "proceden de áreas remotas y generalmente despobladas, donde la posibilidad de que contraigan la enfermedad a partir de aves de corral es muy baja".
La semana pasada, la Comisión Europea incorporó esta preocupación a la estrategia que se está diseñando para evitar la llegada de la gripe aviar. Tras consultar a un grupo de especialistas, compuesto por veterinarios, ornitólogos y virólogos, Bruselas hizo pública una lista provisional en la que figuran 15 especies de aves migradoras capaces de transportar y contagiar la enfermedad. Todas ellas son invernantes en España y, en el caso de Andalucía, pueden reunir cantidades notables de individuos en zonas húmedas como las marismas del Guadalquivir (Doñana y su entorno).
Las aves sobre las que debe estrecharse la vigilancia son el ánsar careto grande, el ánsar campestre, el ánade real, el ánade friso, el ánade rabudo, el pato cuchara, el ánade silbón, la cerceta común, la cerceta carretona, el porrón común, el porrón moñudo, la gaviota reidora común, la gaviota cana, el combatiente y la avefría. Los datos recopilados gracias a los meticulosos censos que se realizan en Doñana permiten estimar el número de individuos que, en invierno y por termino medio, suelen anotarse, para cada una de estas especies, en el mencionado humedal. Las cifras varían desde los 170.000 ejemplares que pueden llegar a reunirse de cerceta común, los 130.000 de ánade silbón o los más de 100.000 de pato cuchara, a los escasos efectivos (siempre por debajo del centenar) del ánsar careto grande y el ánsar campestre, o las citas esporádicas de la gaviota cana. Si la invernada es propicia, por la abundancia de agua y alimento, las 15 especies señaladas desde Bruselas pueden llegar a sumar, en las citadas marismas del Guadalquivir, cerca de 800.000 individuos.
De cualquier manera, no puede asegurarse, con exactitud, la procedencia de todas estas aves y, por tanto, no es posible determinar, con la información recopilada hasta la fecha, qué porcentaje de estos animales migra desde las zonas afectadas por el virus de la gripe aviar. Es cierto, como han precisado las autoridades sanitarias españolas y la propia SEO, que el grueso de estas acuáticas silvestres llega a la Península Ibérica desde el centro y norte de Europa, lo que supone un cierto alivio.
Sin embargo, no conviene ampararse en esta evidencia para despreciar el peligro. La FAO ha advertido que las aves infectadas en Siberia y Kazajstán pueden alcanzar fácilmente zonas del Caspio, el Mar Negro y los Balcanes, extendiéndose por algunos enclaves del sureste europeo en donde, precisamente, los ejemplares del centro y norte de Europa se mezclan con los de Asia, y el contacto de ambos grupos facilitaría la extensión de la epidemia hacia territorios aparentemente a salvo.
La Organización Mundial de la Salud, en su último informe sobre la cuestión, fechado el 18 de agosto, admite que "es imposible controlar la gripe aviar en las aves salvajes, y ni siquiera vale la pena intentarlo". Al igual que la FAO, la OMS recuerda que el papel de estos animales en la propagación de las cepas más agresivas del virus "sigue siendo en gran parte desconocido".
Corrales a cubierto
Aún cuando no esté absolutamente probada la capacidad de las aves migradoras para extender el virus, la Comisión Europea ha pedido que se notifique de inmediato cualquier mortandad anómala de las mismas. La vigilancia debe concentrarse en aquellos parajes en donde estos animales sean abundantes y en los que existan granjas avícolas. Sse trata de mantener incomunicadas unas y otras poblaciones, de manera que las aves de corral no puedan entrar en contacto con las aves silvestres.
Holanda decidió, en agosto, obligar a los granjeros a techar las explotaciones avícolas, como fórmula para evitar ese contacto. En este país aún se recuerda el tremendo impacto del brote de gripe aviar registrado en 2003 (causado por un virus, el H7N7, menos agresivo), que obligó al sacrificio de 30 millones de aves de corral y provocó la muerte de un veterinario. Cuando el virus se introduce en algunas de estas explotaciones el riesgo de contagio a los humanos se multiplica y, como ha advertido la OMS, es posible que si la persona afectada tuviera, al mismo tiempo, una infección de gripe convencional podría incubar un híbrido de ambos virus capaz de transmitirse de persona a persona, lo cual "marcaría el inicio de una pandemia".
La llegada a Andalucía de una enfermedad utilizando como vector a las aves silvestres no puede considerarse un supuesto imposible puesto que existen algunos precedentes. Estudios médicos realizados entre 1960 y 1980 demostraron que los habitantes del entorno de Doñana presentaban anticuerpos del virus del Nilo occidental (causante de meningitis y encefalitis), lo cual indicaba que habían estado expuestos a este microorganismo que es transportado por diferentes aves migratorias.
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