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Columna
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Bush, sin desvíos en el camino

Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. El presidente Bush debió de faltar el día que lo enseñaron en Yale. Esto ayuda a explicar una paradoja actual. En general, un presidente o primer ministro mantiene su popularidad entre los votantes si la economía se mantiene en buen estado bajo su vigilancia. De acuerdo con esa calificación, la locomotora económica estadounidense ha ido avanzando de manera casi satisfactoria, ayudada un poco por una ligera burbuja inmobiliaria.

Por supuesto, algunos críticos pedantes tienen cierta razón cuando se quejan de que un mejor rendimiento del PIB estadounidense con respecto al de la Unión Europea en 2004-2005 no se puede atribuir a que la estrategia macroeconómica de Bush-Cheney fuera mejor que las tácticas seguidas por la Unión Monetaria Europea.

El horóscopo de EE UU dista mucho de ser alegre. No hay señales convincentes de que el endeudamiento exterior neto se esté ralentizando

Los economistas académicos y de empresa conceden el sobresaliente a la Reserva Federal de Alan Greenspan por sus eclécticas y comedidas variaciones anticíclicas de los tipos de interés: 13 recortes de los tipos de interés mientras la economía estadounidense se tambaleaba, seguidos por 10 subidas graduales de los tipos ahora que parece que ha vuelto una estabilidad más normal al empleo y a las presiones sobre los precios.

Hay otra razón por la que la tasa de crecimiento estadounidense supera a la de Alemania, Francia, Italia y Japón. Es sabido que Sherman, gran general de la guerra civil estadounidense de 1861-1865, comentó con acierto que "la guerra es el infierno". Probablemente lo sea, pero los libros de historia económica enseñan que la mayoría de las guerras empiezan siendo buenas para los negocios. El gasto posterior al 11-S y el desembolso para Afganistán e Irak proporcionaron en Estados Unidos un refuerzo de política fiscal a la política monetaria de Greenspan.

Como sugiere el primer párrafo, en política uno es tan bueno como su iniciativa más débil. Todo lo que ha tocado en el extranjero el equipo Bush-Cheney-Rice-Rumsfeld ha salido mal. Tres meses de buen rendimiento en Wall Street no pueden compensar 100 días de muertes estadounidenses en Irak. Incluso entre los votantes republicanos, pocos creen ahora que haya una estrategia de salida buena y rápida de Irak. El asesor presidencial Karl Rove debería repasar cómo, sucesivamente, los presidentes Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon se vieron envueltos en la guerra de Vietnam.

Se rumorea que el jugador de béisbol Yogi Berra dijo: "Cuando llegues a un desvío en el camino, tómalo". En Irak no hay desvío que ofrezca opciones. O se vuelve -como hicimos nosotros en Vietnam y De Gaulle en Argelia- o se avanza penosamente, no de manera indefinida, sino hasta acabar dándose la vuelta. George Bush y Tony Blair gritaron "que viene el lobo" cuando no había ninguno. Es obvio que en Corea del Norte ya lo hay; y en Irán, que sigue el mismo camino que India y Pakistán, pronto habrá nuevos lobos. Estados Unidos es poderoso, pero ahora, durante el segundo y último mandato de Bush, su capacidad militar ya no da más de sí. Theodore Roosevelt aconsejó: "Camina con cuidado, pero con un bastón grande". El presidente Bush sabe, y también los mulás de Indonesia, que su bastón ya no es tan grande.

El votante estadounidense -de cualquier partido- recuerda dos grandes derrotas estadounidenses en Asia después de 1950. Y todos recordamos el viejo dicho: "Si me engañas una vez, debería darte vergüenza. Si me engañas dos, debería dármela a mí".

Antes de terminar, debo advertir contra la creencia de que, en realidad, todo va bien en la economía estadounidense. La situación podría seguir siendo favorable en el momento en que el presidente Bush se retire a su rancho de Tejas. Hasta entonces, puede que el desempleo todavía sea moderado y la inflación no se dispare. Pero aun así, el horóscopo de Estados Unidos dista mucho de ser alegre. No hay señales convincentes de que la tendencia de aceleración del endeudamiento exterior neto se esté ralentizando.

No hay que ser doctor en economía para temer que, en un momento indefinido del futuro, una masa crítica de nuestros acreedores alcance su límite de tolerancia de convertir continuamente sus excedentes comerciales en más activos denominados en dólares. "Après moi, le déluge", dijo el rey Luis XV antes de la Revolución Francesa. Mucho después de que el equipo de Bush haya abandonado Washington DC, la sociedad estadounidense tendrá que soportar su legado.

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