Retrato teutón de Cervantes
Viaje por mar con don Quijote es un ensayo espléndido, o mejor dicho, un folletín espléndido, escrito de forma amena para las páginas literarias del periódico de Zúrich, en los que Thomas Mann comenta sus impresiones de lectura durante una travesía por el Atlántico. Acusa incluso ciertos tintes novelescos, en los pasajes sobre el excéntrico viajero escocés, cuya inapropiada conducta -se aloja en primera clase pero baja para socializarse con los pasajeros de la tercera- choca con el estricto sentido de casta de Mann: "Uno tiene que saber a qué ambiente pertenece".
Lo que se presenta como comentario improvisado del Quijote, estructurado a modo de diario de viaje, corresponde, no obstante -como descubrieron los diarios-, a un estudio concienzudo del clásico y sus posibles fuentes, para el que el ilustre viajero se documentó a fondo y consultó con autoridades como el mitólogo Karl Kerényi. Más de un año medió entre el inicio de la lectura y el término de lo que en la amable ficción se leyó y pensó en diez días, y en todo este tiempo la ocupación con el Quijote influyó, directa e indirectamente, en la novela que escribía en 1934, la tercera parte de su tetralogía bíblica José y sus hermanos. El resultado de sus investigaciones se incluyó en el último libro que Mann publicó en la Alemania nazi, la recopilación de los Ensayos sobre música, teatro y literatura (Alba, 2002), que contiene joyas ensayísticas, y donde ya se había editado Viaje por mar con don Quijote, que se reedita en un formato ampliado pero con la misma traducción.
VIAJE POR MAR CON DON QUIJOTE
Thomas Mann
Traducción de Genoveva Dietrich
RqueR. Barcelona, 2005
111 páginas. 14,50 euros
El marco narrativo del tránsito por el océano hacia un nuevo continente, de todos modos, le vino muy a propósito a Mann para adentrarse en la inmensidad de la obra cervantina. La vida a bordo del lujoso transatlántico forma un escenario contrastado para su brillante y personal aproximación al Quijote. Mann captó en 50 páginas más de la riqueza del libro que otros tantos volúmenes monográficos que no deleitan con una pluma tan soberbia: "Aquí hay una nación que eleva la parodia melancólica y la ridiculización de sus cualidades clásicas como son la grandeza, el idealismo, la generosidad mal adaptada, la caballerosidad no lucrativa, a su libro ejemplar y de honor, y se reconoce en él con tristeza orgullosa y regocijada -¿no es algo extraordinario?-".
A Mann le interesa especial
mente penetrar en el taller del escritor, descubrir sus "trucos", explicarse sus procedimientos, en los que encuentra paralelismo con los suyos: "Su admiración por la criatura de su propia imaginación cómica crece constantemente a lo largo de la narración -este proceso es quizá lo más fascinante de toda la novela, en efecto, es incluso una novela en sí, y coincide con la creciente admiración ante la obra misma que estaba concebida modestamente como recia broma satírica, sin idea del rango simbólico-humano que estaba destinada a alcanzar la figura del héroe". Se pregunta por la legitimidad de las "burdas imposturas" narrativas, desde un concepto literario más rígido que el de Cervantes; señala, con exquisita sensibilidad lingüística, la deuda de los románticos con el manchego; y se explaya con erudición sobre la importancia del humor en el género épico. De la curiosidad profesional pasa al asombro y a la admiración: "¡Qué curioso monumento! Supeditado a su tiempo en el gusto, más de lo que su sátira en contra de ese gusto quisiera, también en la actitud más de una vez servil y fiel, y sin embargo en el terreno de lo literario y de los sentimientos libre, crítico y humanamente muy por encima de su tiempo". Lo que le lleva a profundizar sobre la talla humana del autor del Quijote. Su ensayo resulta así, más que una reflexión sobre la novela, un extraordinario y muy perspicaz retrato de Cervantes.
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