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Reportaje:LA RETIRADA DE GAZA

Gaza recela de los planes de Israel

Los palestinos de la franja dudan de que la retirada de los asentamientos judíos mejore las perspectivas de paz

"Gaza, Judea y Samaria son parte de Israel", aseguran los radicales judíos. "No nos detendremos hasta lograr la completa liberación de Palestina", claman los islamistas palestinos. Entre ellos no es posible intercambiar idea alguna. Los gobernantes políticos palestinos hablan y hablan del proceso de paz con Israel, mientras los dirigentes hebreos ven en la retirada de Gaza un hito que puede conducir a retomar la Hoja de Ruta, el plan de paz patrocinado por Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y Naciones Unidas. Pero en las calles de la tórrida franja mediterránea resulta casi imposible encontrar a un ser que crea posible un acuerdo de paz con el sempiterno enemigo sionista.

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Es verdad que el 80% de los 1,4 millones de habitantes de este territorio ocupado desde hace 38 años ostentan la condición de refugiados -frente al 17% en Cisjordania- y que sus condiciones de vida son extremadamente duras. Es cierto que sus activistas son mucho más fieros que en los campos cisjordanos y que la primera Intifada, la de los niños lanzando pedradas a los tanques y soldados, nació en las calles de Yabalia un día de diciembre de 1987. También es evidente que los imanes ganan adeptos día a día y que las mezquitas se abarrotan los viernes en la estrecha banda -en Cisjordania se celebra el domingo cristiano- y que el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás está en su momento más álgido, ayudado por unas autoridades desacreditadas y más conocidas por sus comportamientos corruptos que por sus exiguos logros. Pero no son sólo los fanáticos musulmanes quienes descartan el pacto. En las circunstancias vigentes, es una opinión casi unánime.

"Definitivamente, no es posible un acuerdo. Israel se retira de Gaza para consolidar sus posiciones en Cisjordania y para apropiarse completamente de Jerusalén y de su entorno. Por no hablar del asentamiento de Ariel, en el que está el mayor acuífero de Cisjordania, o de los puestos avanzados próximos a la frontera con Jordania, desde donde controlan el río Jordán". Quien así explica por qué considera inviable el pacto es Tawfik Hadad, que ronda la treintena. Nacido en Kuwait de madre estadounidense, se trasladó a vivir a Connecticut tras la primera guerra del Golfo, que enfrentó al Irak de Sadam Husein con el riquísimo emirato petrolero. En Norteamérica completó sus estudios universitarios y no pisa una mezquita ni por asomo. "Todo es parte del mismo plan que ya anunciara el ministro de Defensa Ygal Alon" tras la guerra de los Seis Días, en junio de 1967, afirma Hadad. "Pretenden adueñarse de lo que les interesa y abandonar lo que desprecian", concluye.

Y es que la franja, que hasta el conflicto bélico se mantuvo bajo soberanía egipcia, no es crucial para el Estado judío. "Gaza es un agujero negro en la cabeza de Israel. Me gustaría levantarme un día y que se la hubiera tragado el mar", señaló Isaac Rabin, el dirigente laborista asesinado en noviembre de 1995 por un radical judío. Mucho más recientemente, en octubre pasado, también se expresó con nitidez el principal asesor del primer ministro Ariel Sharon, Dov Weissglas: "El plan de desconexión de Gaza tiene por objetivo congelar el proceso de paz e impedir la creación de un Estado palestino".

Jamal es un ingeniero que supera los 50 años, que trabaja en Emiratos Árabes Unidos y que tampoco es de los más devotos musulmanes. No tendría inconveniente alguno en renunciar a los deseos de su esposa, refugiada del campo de Yabalia, de retornar a la tierra de sus padres, un pequeño pueblo entre Askelon y Ashdod, hoy Israel. "El problema de los refugiados podría resolverse a medio plazo. Estados Unidos está presionando a los países del Golfo Pérsico para que otorguen la nacionalidad a los refugiados palestinos. Si éstos vieran mejorar sus condiciones de vida en los Estados de acogida, tal vez en un par de generaciones podrían olvidarse del retorno. Pero el fin del conflicto exige también volver a las fronteras de 1967. Y aquí nos topamos con Jerusalén, que es el asunto absolutamente crucial. No hay palestino que pueda renunciar a esta ciudad como capital de su Estado. Y esto no es cuestión de generaciones", relata Jamal.

Desde noviembre de 1967, Israel incumple la resolución 242 de la ONU, que exige la devolución de los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza. Un calificativo que ha admitido en al menos tres resoluciones la propia Corte Suprema israelí, además del Tribunal Internacional de Justicia y algún secretario de Estado estadounidense. Con todo, el Ejecutivo de Sharon continúa levantando un muro ilegal de cientos de kilómetros, que supondrá la anexión de entre el 8% y el 10% de Cisjordania, para aislar Israel de ese territorio con el pretexto de impedir la entrada de los suicidas que ejecutan los bestiales atentados contra civiles judíos.

Un informe de la abogada Talia Sasson, encargado por el propio Sharon el pasado marzo, apuntaba: "Parece que la violación de la ley ha sido institucionalizada... El cuadro general representa una completa violación de la legislación por ciertas autoridades del Estado, por los consejos regionales en Judea, Samaria y Gaza y por los colonos, mientras se presenta con falsedad un sistema legal organizado". Ahmed Tibi, diputado árabe en la Knesset (Parlamento israelí) asegura: "El Gobierno de Israel quiere dar la impresión de que la evacuación de Gaza es demasiado dolorosa para no repetir la experiencia en Cisjordania". En efecto, es muy difícil imaginar una operación similar en esta región, donde residen 240.000 colonos -varios miles de ellos, muy jóvenes y combativos, presentes estos días en los asentamientos evacuados- entre 2,3 millones de palestinos.

Un colono judío muestra un misil palestino en el asentamiento de Gadid, al sur de Gaza.
Un colono judío muestra un misil palestino en el asentamiento de Gadid, al sur de Gaza.AP

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