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Reportaje:

El último sabbat de los asentamientos

Los colonos judíos se debaten entre salir o atrincherarse en los enclaves

El último sabbat de los asentamientos de Gaza ha tenido un sabor amargo. A tres días de la fecha límite establecida por el Ejército para evacuar sus casas, los cerca de 8.000 colonos de los 21 asentamientos han aprovechado la fiesta religiosa judía para meditar sobre las dos únicas alternativas que se abren en su horizonte: abandonar o atrincherarse en los enclaves. No les queda mucho tiempo para tomar una decisión ya que el plan de retirada de la franja de Gaza empezará a ponerse en práctica el próximo lunes y el miércoles se iniciarán los desalojos por la fuerza.

Los colonos del asentamiento de Neveh Dekalim, el centro administrativo del bloque de colonias de Gush Katif, iniciaron el sabbat, como es habitual, el viernes al atardecer, pero esta vez lo hicieron con una gran cena comunitaria en los jardines de la sinagoga: pastelitos de arroz, bocadillos de queso con pepino, naranjada fresca para todos. Los casi 2.600 habitantes de este enclave comenzaron tras la cena un proceso de introspección sobre su futuro, sumidos en un silencio que dejó durante 24 horas las calles vacías de coches.

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"La mayoría de la gente del bloque de este asentamiento se queda", asegura Verónica Clark, de 52 años, misionera de la secta judía de los Habad, oriunda de Georgia, mientras al frente de un grupo de expedicionarios de EE UU reparte golosinas a los niños de este enclave. Asegura que su objetivo es apoyar a los débiles. Ella también está decidida a quedarse hasta el final.

El sabbat ha pasado por los asentamientos de Neveh Dekalim, como por los de Kfar Darom, Morag o Ganei Tal, dejándolo todo prácticamente intacto, lo que significa un reforzamiento de la decisión de la mayoría de sus habitantes de no partir. En un esfuerzo por blindar su unidad, no dudan en mentir y aseguran que no ha habido desalojos, sino "algún movimiento de muebles" para salvarlos del posible vandalismo de los soldados, cuando vengan el miércoles a desalojarlos.

"Nosotros sí hemos decidido irnos", aseguraba Heli Soar, de 18 años, estudiante del asentamiento de Peat Sadeh, situado en el extremo de la franja, muy cerca de la frontera con Egipto. Violando las reglas religiosas del sabbat, que prohíben cualquier ejercicio, ayuda a su novio Noam a vaciar el apartamento de Palm Beach. Los nueve miembros de la familia Soar, encabezada por el padre, policía, y su madre, que trabaja como maestra, han decidido trasladarse al poblado provisional de Nitsan, en Israel. Los Soar serán los últimos en abandonar el asentamiento de Peat Sadeh, un enclave fundado en 1989 y que hasta hace pocos días tenía 117 habitantes, dejando atrás el esqueleto de lo que un día fue un poblado. Pero no es el único. Otros asentamientos han empezado a quedar abandonados, por ejemplo Dugit, Elei Sinai y Nisanit, en el norte.

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"Nuestro corazón está roto", aseguraba una enorme inscripción, pintada dentro de un corazón de color rosa, en uno de los muros de una casa desalojada del asentamiento de Elei Sinai. Otro, con mucho más sentido del humor, ha colocado en la puerta de su casa abandonada un enorme cartel en el que se puede leer "En venta", como si no supiera que su chalé está condenado a ser abatido por las excavadoras.

Muchos de los 349 habitantes del asentamiento de Elei Sinai se han llevado puertas y ventanas al partir. Los cables eléctricos y las instalaciones telefónicas han sido también arrancados por la fuerza. Algunos incluso han sacado una a una las tejas del porche. Pero, sobre todo, la gran mayoría han dejado los jardines vacíos, sin apenas árboles y plantas.

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