Un vehículo anticuado para una estación criticada
Cualquier problema con el transbordador pone en peligro su continuidad y la de la base espacial hasta 2010
Cuando ayer volvió a la Tierra el transbordador Discovery en medio de la expectación mundial, trajo mucho más que tres toneladas de material gastado y residuos de la Estación Espacial Internacional (ISS). De los datos que ha suministrado y que suministre en los próximos días a los analistas de la NASA depende el futuro del programa de transbordadores. El vuelo ha sido el primero de dos de prueba programados para verificar si funcionan las medidas tomadas tras el desastre del Columbia en febrero de 2003, cuya destrucción provocó la muerte de sus siete tripulantes.
Si los problemas relativos al tanque externo de combustible parecen ser resolubles con un esfuerzo relativamente modesto en tiempo y dinero, y si los datos que suministren los nuevos sensores del transbordador indican que la nave volvió sana y salva por razones técnicas y no por mera buena suerte, la agencia estará de nuevo en camino de conseguir su objetivo, mantener el transbordador vivo unas veinte misiones más para completar la Estación Espacial Internacional hasta que se pueda considerar algo útil. Entonces podrá dedicarse a una nueva generación de vehículos.
El avión espacial y la estación acaparan más de un tercio del presupuesto de la NASA
Si la NASA debe hacer grandes reformas y los retrasos alcanzan varios meses, entonces el Congreso de Estados Unidos tendrá que enfrentarse a una difícil elección: dedicar todavía más dinero al transbordador o dar por terminado el programa antes de lo previsto. Por un lado, el Gobierno de Estados Unidos quiere tener capacidad para situar personas en órbita hasta que esté listo el nuevo vehículo, por razones de orgullo nacional y para mantener las promesas hechas al gran número de países que participan en la construcción de la ISS. Aunque muchos ven la estación como poco más que un adorno, sí ha servido para estimular la cooperación internacional en el espacio, y la NASA todavía cree que es una herramienta esencial para probar las tecnologías de la futura colonización del espacio.
Por el otro, existe la voluntad de parar la hemorragia económica que ha caracterizado desde hace mucho tiempo los programas del transbordador y de la estación, que consumen en conjunto más de un tercio del presupuesto de la NASA. "Esta misión tenía que haber sido el principio del final para el transbordador, no el principio de otra ronda de mejoras", explica Howard McCurdy, un experto en la NASA de la American University. "La historia del transbordador siempre ha consistido, desafortunadamente, en que las mejoras y los costes de operación se han comido el dinero que debería de haber servido para poner la semilla de nuevas expediciones".
A pesar del empeño del director de la NASA, Michael Griffin, en resaltar los aspectos positivos de la difícil y compleja misión del Discovery, que instaló, por ejemplo, un nuevo giróscopo en la ISS, otros ven las cosas más negras.
"El efecto sobre la credibilidad de la NASA es tremendo, y no sé cómo pueden seguir pretendiendo que tienen control sobre este aspecto", dice Alex Roland, un historiador de la Universidad Duke. "Estamos jugando a una especie de ruleta rusa, y parece que los resultados ya no valen la pena respecto al riesgo que se corre". Según Roland, la misión del Discovery ha sido una "ópera cómica", pero incluso sus defensores están deseando que se retiren los transbordadores. "La misión ha demostrado la capacidad de que la tripulación realice reparaciones", afirma John Logsdon, director del Instituto de Política Espacial de la Universidad George Washington. "Pero el problema principal que existía antes del lanzamiento sigue existiendo".
La NASA quiere aguantar con los transbordadores hasta 2010, cuando el programa espacial del presidente Bush prevé el desarrollo de un nuevo vehículo para la colonización de la Luna en 2020 y una futura misión tripulada a Marte. Sin embargo, cualquier retraso o mejora significa mucho dinero, que la NASA desde hace tiempo no tiene más remedio que quitar de otros programas. A la larga esta política ha impedido el desarrollo de vehículos espaciales de nueva generación. Esta vez, la falta de dinero ha provocado enormes recortes en la división aeronáutica y malestar entre los científicos, cuyos proyectos están en el aire. La agencia está estudiando matar la famosa nave automática Voyager 1, que por poco dinero sigue mandando datos desde los confines del sistema solar.
La senadora Kay Bailey, presidenta del subcomité de Ciencia y del Espacio, es partidaria de un nuevo enfoque, que permita a la NASA disponer de más dinero. Cree que la ISS se puede convertir en un laboratorio nacional en el que las empresas y las universidades paguen por realizar experimentos. También propone que el Ministerio de Defensa, que dispone de mucho dinero, participe en los proyectos aeronáuticos. Pero otros políticos que conocen el tema son más negativos: "Puede que lo mejor sea cerrar todo ya y utilizar ese dinero para acelerar el desarrollo de la próxima tecnología", afirma el diputado Dana Rohrabacher.
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