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El riesgo de la proliferación

La posibilidad de que Irán acceda al arma atómica en los años venideros entraña el riesgo, según los analistas, de que se desencadene una carrera de armamentos en la región, empezando por Arabia Saudí y Egipto.

Uno de los secretos a voces de Oriente Próximo es que Israel posee la bomba atómica desde hace décadas, hecho que se ha convertido también en el símbolo por antonomasia del doble rasero occidental en la región. El Gobierno israelí ni confirma ni niega que tenga armas atómicas. Tampoco, al contrario que Irán o Corea del Norte, ha firmado nunca el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), lo que impide que los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) visiten sus instalaciones.

Israel se limita a enunciar su derecho a disponer de sus propios medios de disuasión mientras siga sientiéndose amenazado por los países de la zona. Tampoco se ha confirmado nunca que haya llevado a cabo pruebas nucleares, si bien existe la sospecha de una prueba realizada conjuntamente con Suráfrica en 1979 en el océano Índico.

La capacidad nuclear para fabricar armas atómicas de Israel fue desvelada en 1986 por el científico israelí Mordechai Vanunu, quien llevaba casi una década trabajando en la central atómica de Dimona, en el desierto del Neguev. Vanunu reveló a la prensa británica detalles sobre el programa nuclear israelí y su indiscreción le costó 18 años de cárcel.

Tras el Holocausto, y desde poco después de su fundación, en 1948, Israel empezó a mostrar interés en dotarse de la bomba ante la hostilidad de sus vecinos árabes, pero no fue hasta los años sesenta cuando empezó a fabricar armas nucleares con la ayuda de Occidente. Los expertos calculan que Israel dispone en la actualidad de entre 100 y 200 cabezas nucleares, diez veces más que las que poseen India o Pakistán, los últimos países en sumarse abiertamente al club atómico.

Un Irán nuclear sería una clara amenaza para los saudíes. El reino wahabí es enemigo acérrimo del chiísmo.

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