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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

China, más cerca

Rodríguez Zapatero ha concluido un viaje oficial de tres días a Pekín que puede reportar frutos, sobre todo económicos, para España si el Ejecutivo socialista sabe jugar bien las cartas y da mayor continuidad y perseverancia a las relaciones con China. Que hayan tenido que pasar cinco años desde la última visita de un jefe de Gobierno español a ese país es una vergüenza y reflejo de la poca sensibilidad, negligencia e ignorancia de nuestros políticos y la mayoría de nuestros empresarios. De nada sirve proclamar la importancia estratégica china y poner en marcha iniciativas como el llamado Plan Asia, diseñado por Aznar, si luego resulta hueco y carente de apoyo financiero. Por eso hay que calificar de acertado que el actual jefe del Gobierno haya viajado a China, pese a algunos fallos clamorosos del programa inicial, anticipándose a la visita que realizará a Madrid el presidente chino, Hu Jintao, en noviembre, y a la que los Reyes realizarán a Pekín a finales de 2006.

En tres días, evidentemente, no se endereza el desequilibrio de la balanza comercial, que arroja un déficit para España de más de 7.000 millones de euros, pero sí puede emerger una sintonía y contacto humano, un conocimiento recíproco, vital en cualquier relación política, y más en China. Si no existe constancia, el viaje de Zapatero habrá quedado tan pasado por agua como el partido del Real Madrid que él presenció en el Estadio de los Trabajadores el último día de su estancia. Sin embargo, ha reportado algunos frutos como los contratos suscritos por Telefónica para la compra de un 3% de la compañía China Netcom y el del grupo Acciona para la fabricación de aerogeneradores. Es significativo que el Gobierno chino haya querido escenificar con Zapatero la firma para la compra de 20 aviones Airbus (España es uno de los socios del consorcio aeronáutico europeo) como ya hizo durante el viaje del presidente francés Chirac el pasado otoño. Otros elementos positivos han sido el acuerdo para la apertura de una sede del Instituto Cervantes en Pekín el año que viene -contemplada en el Plan Asia, pero que había sufrido aplazamientos-, el compromiso de Zapatero para asignar 500 millones de euros durante los próximos dos años en apoyo a proyectos empresariales españoles en China, la posible colaboración en el sector de energías renovables y la potenciación del turismo chino hacia España.

Ciertamente, las relaciones con nuestro país no están entre las máximas prioridades de la República Popular, centradas en Estados Unidos y Japón, y luego en Alemania, Francia y Reino Unido como cabezas de la Unión Europea. Pero hay que valorar que el presidente Hu afirme que España es un país "preferente" para China dentro de la "zona preferencial" de la UE y que los dos Gobiernos hayan manifestado sus deseos de colaboración en Latinoamérica, donde los chinos están incrementando su presencia comercial. Pekín siempre valoró, por otra parte, la prudente, aunque controvertida, conducta de España tras los graves sucesos de Tiananmen en 1989. Como, sin duda, también sabrá estimar ahora la postura del líder español favorable al levantamiento del embargo europeo de armas impuesto a China a raíz de ese suceso sobre el cual no hay aún pleno consenso en Bruselas.

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