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Reducir el daño en una sociedad que se droga

Ante el fracaso de la prevención, las políticas se orientan a intentar minimizar los efectos

Pese a todas las campañas, el consumo de drogas sigue aumentando. "Vivimos en una sociedad que consume drogas y tenemos que aprender a convivir con ellas. Si no podemos evitar el consumo, por lo menos hemos de reducir el daño", afirma Miguel de Andrés, psiquiatra y director ejecutivo del Grupo Igia, una organización que facilita la reflexión y la formación en el tratamiento de las drogadicciones. Analizar cuál es la mejor forma de hacerlo ha sido el objetivo de la Tercera Conferencia Latina sobre Reducción de Daños, organizada por Igia en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona).

Los datos no son positivos: en Europa se estima que hay 38 millones de personas que toman algún tipo de droga, según el Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías; ahora se toma el doble de cocaína que hace 10 años y en el caso de los jóvenes se ha pasado del 1,8% de consumidores de drogas al 6,9%. Paolo Lamarca, máximo responsable en drogas de la Liga Italiana para la Lucha contra el Sida, es muy gráfico en su explicación de lo que califica un problema de salud pública: "En muchas ciudades como Barcelona o Milán es muy fácil y barato conseguir drogas. Basta con una llamada".

Colectivos como el Grupo Igia o la Beckley Foundation insisten en que mientras la droga no desaparezca, es necesario redefinir las líneas de actuación para minimizar sus daños sobre la salud, no sólo de los toxicómanos, sino también de quienes se relacionan con ellos. El europarlamentario Vitorio Agnoletto, médico y fundador de la Liga Italiana para la Lucha contra el Sida, se felicita por la resolución sobre droga aprobada por el Parlamento Europeo el pasado 15 de diciembre porque "las políticas de reducción de daños son imprescindibles para prevenir el contagio de enfermedades, promocionar la rehabilitación social y evitar la marginación de los adictos. Por tanto, el primer objetivo es enseñar a la gente que se pincha y que toma drogas cómo hacerlo de la manera más segura, pero reconociendo que tomar drogas es un riesgo y que también podemos ayudarles a dejarlas".

Una de las peores consecuencias del consumo de drogas es el contagio de la hepatitis: el 90% de los infectados por hepatitis C son o han sido consumidores de droga por vía endovenosa, un porcentaje superior al de los infectados por el virus del sida, que son el 20%. Además, están mucho más expuestos a la infección por hepatitis D, y esto significa peor pronóstico y riesgo de hepatitis crónica, cirrosis y cáncer hepático. El otro riesgo importante es la sobredosis: cada año se producen entre 8.000 y 9.000 muertes por sobredosis en la Unión Europea.

El deterioro de la salud mental es otra de las graves secuelas de la drogadicción. Un estudio realizado en Suiza y dirigido por Fernando Manrique, psiquiatra experto en drogodependencias, con cerca de 4.000 heroinómanos, indica que la mitad de los adictos a la heroína tendrán algún trastorno psiquiátrico a corto plazo.

Ante este panorama, Lamarca considera básico "trabajar en la calle, yendo a buscar a la gente que nos necesita". "Pero no tiene sentido", añade, " hacer reducción del daño en la calle sin posibilidad de interconexión con los servicios territoriales que tienen posibilidades terapéuticas de cura. Al respecto, Lamarca defiende las salas de consumo porque reducen las conductas de riesgo, evitan la expansión de las epidemias por ser higiénicas, facilitan la rehabilitación social e incluso podrían disminuir los problemas de inseguridad ciudadana.

Otras posibles actuaciones son enseñar a tratar una sobredosis; evitar contagios mediante el intercambio de jeringuillas y aplicar terapias de sustitución, como la metadona, que es la más investigada y utilizada. Previene los síntomas de la abstinencia, no produce la típica subida eufórica de la heroína, y como su acción es más prolongada, sólo requiere una administración al día. Así se ayuda a mantener al paciente sano, y con la ayuda de asistencia necesaria, es posible lograr algún día que deje las drogas y se rehabilite.

Aunque falta mucho por hacer, España es y ha sido pionera en política de reducción de daños, como destaca el secretario general del Ministerio de Sanidad y Consumo, Fernando Lamata, y es un ejemplo para otros países por su experiencia por "el gran consumo de heroína que hubo hace unas décadas". Es más, Lamata cree que no hay nadie que necesite algún tipo de atención y no la tenga, pero avisa de que la reinserción laboral es un punto débil y que hay que mejorar, porque "quien vuelve a trabajar rehace su vida en gran medida".

La ministra de Sanidad, Elena Salgado, en la presentación de la nueva campaña de lucha contra la drogadicción.
La ministra de Sanidad, Elena Salgado, en la presentación de la nueva campaña de lucha contra la drogadicción.EFE

La falsa bondad del 'cannabis'

La percepción del riesgo de las drogas ha disminuido entre los adolescentes, según una encuesta del Plan Nacional sobre Drogas, y ése es uno de los motivos por los que aumenta el consumo, especialmente el de cannabis, una droga que los jóvenes consideran en su mayor parte inocua, cuando en realidad tiene un poder adictivo importante y efectos nocivos sobre la salud. A esta falsa idea ha contribuido una mala interpretación de los mensajes que atribuyen al cannabis efectos terapéuticos, según Rafael Maldonado, investigador del Instituto Municipal de Investigaciones Médicas de Barcelona, que estudia los mecanismos biológicos de las adicciones.

Los expertos que participaron en un curso sobre Adicción a las drogas psicótropas; mecanismos neurales, tratamiento y prevención, dirigido por Ignacio Morgado dentro del programa de la Universidad Menéndez Pelayo-Centro Ernest Lluch en Barcelona, alertaron sobre las consecuencias de esta percepción. "En Estados Unidos estamos viendo cada vez más personas de 50 años que acuden a pedir ayuda por adicción al cannabis porque llevan años fumando en el jardín mientras sus compañeros de promoción tenían éxito en la profesión o en los negocios", explicó George F. Koob, director de la división de psicofarmacología del Scripps Research Institute de California (Estados Unidos), uno de los centros de referencia en esta materia. Koob considera muy peligrosa la permisividad que hoy existe en relación con el cannabis, que puede seguir el patrón de consumo de las drogas legales. La facilidad de acceso es uno de los factores que estimulan el consumo y por eso Koob es partidario de la prohibición de drogas legales como el tabaco.

En el caso de la marihuana, el acceso es realmente fácil y no sólo la toma con regularidad más de un tercio de los jóvenes, sino que se inician en el consumo cada vez más pronto: a los 13 años. El cannabis es ya, con una tercera parte de los casos, la primera causa de ingreso por drogas en los servicios de urgencia. "Vimos que algo grave ocurría con el cannabis cuando nos dimos cuenta de que el 40% de los adolescentes que acudían a pedir tratamiento lo hacían por esta droga. Al principio no nos atrevimos a hacerlo público, para no ser tachados de retrógrados, pero al ver que la tendencia se mantenía, fuimos los primeros en lanzar la alerta", dijo el presidente del Proyecto Hombre, Albert Sabatés, quien destacó que la marihuana que toman hoy los adolescentes es mucho más adictiva.

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