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Columna
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Zapatero

Aún sentimos un triple escalofrío: el que nos produjo ayer la tragedia de Londres, que era doble por su propio dolor y por el de nuestras heridas similares, que se abrieron en el recuerdo, y el que nos produjo unas horas después la imagen de Bush en televisión. "Mientras unos trabajamos a favor del medio ambiente y contra la pobreza, otros matan", dijo desde Gleneagles. Mintió. Nada importa a Bush el medio ambiente, pues Estados Unidos produce el 25% del total de las emisiones tóxicas del mundo, y dejar de echar porquería a la atmósfera le haría perder beneficios. Por eso, nunca firmó el protocolo de Kioto contra el calentamiento del planeta y dice ahora que esos acuerdos ya están obsoletos y que hay que buscar nuevas propuestas. Miente. En cuanto a la pobreza, basta mirar las cifras: EEUU es, de entre los países ricos, el que menos ayuda aporta para paliar esa vergüenza, apenas un 0,16% de su Producto Interior Bruto. Así que miente y miente el amigo del de los pies sobre la mesa.

En España venimos de un triunfo social, el de la consecución de derechos fundamentales para gays y lesbianas y el de la expectativa, ahora cercana, del reconocimiento de los derechos de los transexuales. Y ayer nuestras lágrimas de orgullo y alegría se mezclaron, otra vez, con las del horror: el de la violencia sanguinaria y el de la violencia mentirosa. Aún no comprendemos, por cierto, por qué también aquí se ha mentido respecto a las cifras de asistencia a la Marcha del Orgullo, que la Delegación de Gobierno cifró, de forma insultante, en 97.000 personas. Es mentira, sólo había que estar allí para comprobarlo. Alguna espuria razón habrá para que se haya dado oficialmente esa cifra, así que la FELGT está en todo su derecho de pedir la dimisión del Delegado de Gobierno. También en los últimos días, tras la aprobación de la ley de matrimonio y adopción entre personas del mismo género, se han producido reacciones que proceden de la homofobia aún latente en nuestra sociedad. Entre muchas otras, en el Ayuntamiento de algún pueblo de nuestra Comunidad, de cuyo nombre no quiero acordarme, se ha negado a una pareja homosexual la tramitación de sus papeles para contraer matrimonio porque "no sabemos nada de eso". "Eso" es una ley aprobada en el Congreso y publicada en el Boletín Oficial del Estado, de obligada lectura en organismos institucionales.

Pero nada de esto debe desmoralizarnos: ante la homofobia paticular, la indiferencia y el desprecio; ante la homofobia institucional, las denuncias. Pues nuestro triunfo es un hecho y debe ser un ejemplo. Hay que seguir, firmes y tranquilos, hasta que esta lucha sea ya sólo un recuerdo de la historia.

Porque lo importante es cómo se ha producido este triunfo. Que nos miren los terroristas de todo corte, clandestinos o no: a pesar de nuestros mártires, esta revolución ha sido de verdad pacífica, la hemos hecho con la fuerza de la razón y de la unión, trabajando, militando y bailando, presionando con música y risas, demostrando que se puede vivir y luchar de otra manera. Y los que hemos sido partícipes de esta revolución, debemos aprovechar su enorme potencial humano y político, el que se vio en las calles de Madrid el día 2, para conseguir lo que nos propongamos: llenemos las calles, como sabemos, para alcanzar el 0,7% del PIB a favor de los países pobres, para acabar con la explotación infantil, presionar a las empresas farmacéuticas y paliar el sufrimiento del SIDA en África, para acabar con el maltrato a los animales y exigir el fin de la tortura nacional que son las corridas de toros. Hemos demostrado, también a nosotros mismos, que podemos conseguir un mundo más justo: sigamos.

Y, por cierto, esta columna se titula Zapatero porque el presidente del Gobierno lo merece: gracias a él, a su equipo, a su valentía y a su sentido de la responsabilidad política nuestra sociedad es ahora más decente, como él mismo manifestó, firme y tranquilo, en el Congreso de los Diputados. Lo que Zapatero ha demostrado es que se debe, y se puede, llegar al poder y hacer un buen uso de él, es decir, que se debe, pero además se puede, gobernar para la sociedad, y no sólo para los intereses de las empresas y de los geochos; que se debe, y se puede, cumplir con las promesas electorales; que un gobernante debe y puede gobernar por el bien común. Así que quedan dadas mis gracias, como quedó en la calle el otro día el clamor de la multitud al paso, insólito, de la carroza de Orgullo del PSOE (¡zetapé, zetapé!). Zapatero: sigue escuchando.

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