El último señor abre su palacio
La Diputación de Álava rehabilita la torre-palacio de los Varona y la convierte en museo
En 1982, siendo el peneuvista Emilio Guevara diputado general de Álava, Rodrigo Varona, el último de su estirpe, firmó un primer convenio con la Diputación con el fin de rehabilitar su emblemática torre de Villanañe, en el valle de Valdegovía, a cambio de que acogiera un museo. Ayer, 23 años después, se abrieron al público por fin las puertas de uno de los edificios emblemáticos de la historia del País Vasco, probablemente el único palacio en el que todavía reside un descendiente de quien ordenó construirlo, hace más de mil años.
El acto, presidido por el diputado general, el popular Ramón Rabanera, contó con la presencia del propio Rodrigo Varona, que mostraba una satisfacción visible. Porque el origen de toda esta aventura de casi medio siglo hay que situarlo precisamente en el interés del último Varona en que la casa familiar se mantuviera en pie en condiciones. Él vivía solo, sin familia y sin descendencia, en un edificio destinado a acoger a decenas de personas. Y quería seguir residiendo en el hogar familiar de Villanañe, aunque al mismo tiempo no le importaba que se abrieran sus salones al público. No fue difícil llegar a un acuerdo con la Diputación de Álava.
Más ha costado que las obras tomaran el ritmo adecuado. Ayer lo recordaba el diputado de Hacienda, Juan Ignacio Zárate, en una conversación informal: "Cuando llegamos en 1999 a la Diputación, el asunto estaba estancado, iba a un ritmo muy lento, exasperante". Por eso asombra el último sprint: si se tardó 20 años en terminar las obras de recuperación estructural del edificio, en tres se ha conseguido transformar su interior.
La planta baja acoge varias salas dedicadas a situar a la torre en su contexto histórico, geográfico y temporal. Se presenta un recorrido por los castillos y fortalezas existentes en Álava, junto a una cuidada descripción de las fases de construcción del edificio. La exposición se completa con un detallado paseo por el valle de Valdegovía, porque el palacio de los Varona se ha convertido también en uno de los referentes turísticos de esta comarca alavesa.
La primera planta recupera todo el esplendor de los Varona en los últimos siglos, cuando el lugar dejó de lado toda finalidad defensiva que tuvo en su origen y se convirtió en una estupenda residencia familiar. Aquí la restauración ha sido meticulosa: está estudiado hasta el último detalle de la ambientación, tanto de las salas principales como de las alcobas más escondidas. Los papeles pintados de salones y despachos se han recuperado con mimo, gracias a la colaboración de un equipo de la Universidad del País Vasco. Recrean escenas costumbristas del siglo XVIII. Lo mismo ocurre con los suelos, decorados con azulejos de Manises. Se conserva también la capilla familiar, muy cerca de la habitación en la que se explica la historia de esta familia, cuyo origen se remonta al siglo XI.
En la segunda planta, hay una pequeña exposición de arcas y cerámica popular vasca, justo antes de acceder a las escaleras que llevan a la torre del palacio. Desde aquí se puede disfrutar del paisaje del valle. Y también se comprende por qué Rodrigo Varona puso como condición que se habilitara un apartamento para que pudiera seguir viviendo en este lugar de Villanañe. Ayer, entre políticos, se le veía satisfecho, como si pensara que la fugacidad de la vida pública no está en su agenda, que los Varona pertenecen a otra dimensión del tiempo.
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