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Una asociación estratégica entre la UE y la India

Emilio Menéndez del Valle

Aparentemente, por geografía y cultura, Asia es y está lejana de nosotros, eurocentristas. Después de haberles impuesto durante siglos la relatividad de los conceptos (¿qué es Oriente y qué Occidente para un chino?), estamos en los últimos tiempos interesados en ella. ¿Asia lejana? China lo está geográficamente, pero su presencia es inmediata entre nosotros. Aceleradamente inmediata. ¿Quién no ha oído hablar de los productos textiles chinos, que, a bajo costo, inundan España y Europa? ¿O del arraigo de colectividades chinas en España y en tantos otros países europeos y no europeos? El primer factor es muy importante, ya que puede llevar a herir seriamente el sector textil y al paro a numerosos trabajadores. De ahí que la Comisión Europea deba activar medidas para paliar el daño. Sin embargo, la realidad es obcecada y enseña que China e India dominarán las relaciones internacionales, posiblemente también las relaciones económicas internacionales, en un par de décadas. Pocas dudas hay sobre ello. La duda estriba en discernir si el competidor occidental serán los Estados Unidos o la Unión Europea. Los primeros caminan a buen paso para lograrlo. El éxito de la UE dependerá de su nivel de cohesión e integración, a lo que la ratificación del tratado constitucional o un enérgico relanzamiento de una verdadera Europa política mediante una cooperación reforzada sin duda contribuiría.

Que China e India galopan admite poca discusión. Hoy en día, "Chindia" alberga el 37% de la población del planeta. En 2025 vivirán en India 1.395 millones de personas y 1.593 en 2050. Los chinos serán 1.441 millones en 2025, pero descenderán a 1.392 millones en 2050 a causa de su inferior tasa de natalidad.

Esta India -cuyo ritmo de crecimiento económico no cesa de aumentar y donde la mitad de la población tiene menos de 25 años- es cortejada por importantes actores de las relaciones internacionales. Por la propia China, potente rival pero también potencial aliado; por EE UU -que no es rival, pero es hegemón al que hay que tener en cuenta-; por Japón, otra potencia asiática; por la ambivalente Rusia y, desde luego, por la Unión Europea. La relación India-Pakistán -permanentemente tensionada hasta tener en el acervo dos guerras por la cuestión de Cachemira- está adquiriendo últimamente tintes muy interesantes que pueden llevar a la pacificación primero y a la activa cooperación entre Islamabad y Delhi después.

Es evidente que tenemos competidores serios. Los máximos dirigentes de China y Japón han visitado recientemente Delhi con la intención de estrechar relaciones. La dependencia energética del exterior, que constriñe tanto a China como a India, ha forzado a las dos a buscar gas y petróleo en Asia, Oriente Medio y África, y en estos momentos consideran la posibilidad de establecer una estrategia conjunta para hacer más eficaz y rentable el acceso a esas fuentes de energía. El interés por la cooperación bilateral (e inversiones mutuas) de estos dos colosos, que en 1962 libraron una guerra por litigios fronterizos, ha hecho exclamar al primer ministro indio, Manmohan Singh: "India y China juntas pueden reconfigurar el orden mundial". Si se lo proponen, tendrán capacidad y recursos para hacerlo en un par de décadas, si no antes.

De ahí la importancia de que una Europa unida y reforzada esté preparada para contribuir e influir en una posible reconfiguración mundial. En este sentido, tenemos más y mejores credenciales que la competencia. De entrada, la UE y la India son democracias bien asentadas que funcionan. También los Estados Unidos. Pero India y la UE son decididos defensores del multilateralismo y del respeto e impulso a la Carta, filosofía y resoluciones de Naciones Unidas. Ambas consideran que son instrumentos idóneos para lograr unas relaciones internacionales pacíficas, donde se tienda a resolver los conflictos a través de la diplomacia y no mediante el recurso inmediato a la fuerza militar.

La asociación estratégica con la India que la Comisión y el Parlamento europeos propugnan, en base a valores compartidos y mutuo respeto, y que Delhi desea asimismo llevar a cabo, debe tender a la promoción de la paz y la estabilidad, la democracia y los derechos humanos, el imperio de la ley y el buen gobierno. La cooperación debe extenderse a la lucha contra la pobreza y el terrorismo, la desigualdad y la exclusión social. Debe igualmente promover el desarrollo sostenible y la protección medioambiental y prestar especial atención al cambio climático. En fin, India y la Unión Europea deben cooperar para garantizar un orden económico internacional justo.

Las relaciones económicas bilaterales son importantes y la UE constituye el mayor inversor directo extranjero en India. Somos también su mayor socio comercial, si bien hay quien opina que, en un par de años, seremos desbancados por China. Hay un capítulo significativo, prueba de fuego para toda democracia. Me refiero a los derechos humanos, que la UE resalta en sus relaciones con terceros. La defensa de la democracia y el respeto de los derechos humanos son valores que Europa considera fundamentales. India es ejemplo de democracia, pero tiene un importante camino que recorrer en el capítulo derechos humanos, si bien es cierto que el nuevo Gobierno, liderado por el Partido del Congreso, está dando pasos importantes. En este sentido, se ha calificado de pobre la cooperación del Gobierno de la India con la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. De ahí que debamos mantener regulares intercambios de puntos de vista sobre temas como la discriminación de género, derechos de las minorías, la discriminación basada en la casta, la libertad religiosa, la pena de muerte, etc.

Que un país enorme, un Estado federal donde no siempre el Gobierno central puede intervenir en los asuntos de los distintos Estados federados, aún con inveterados e inicuos hábitos sociales y abismales desigualdades socio-económicas, que un país así mantenga viva y ágil la democracia es digno de elogio. El milenario y muy arraigado sistema de castas habría sido probablemente eliminado por decreto hace tiempo en un Estado como China, pero en la India hay plena y genuina separación de poderes. La justicia es muy lenta y con problemas, pero fue un juez el que hace años ordenó al poder ejecutivo que debía poner fin a la insoportable contaminación que una mala gasolina provocaba en Nueva Delhi. Dictó y el Gobierno cumplió.

Existe, además, una dinámica Comisión Nacional de Derechos Humanos, organismo oficial pero independiente, presidida por el prestigioso juez A. S. Anand, que ha publicado recientemente un riguroso estudio sobre las castas prologado por dicho juez, quien recuerda que el artículo 15 de la Constitución india prohíbe expresamente la discriminación en términos de "raza" o "casta" y anima al Gobierno y a la "activa y comprometida sociedad civil" a imponerse conjuntamente a las "injusticias históricas que han herido a los sectores más débiles de nuestro país, en especial los dalits [intocables] y adivasis [tribus indígenas]". Dice Anand: "A pesar de específicas disposiciones en la Constitución y otras leyes, es una desgraciada realidad que la injusticia social y la explotación de las Castas Catalogadas y de las Tribus Catalogadas persiste. Existen informes en la prensa sobre atrocidades contra personas de estos grupos y la frecuencia con que acontecen es motivo de alarma. La humillación que todavía hoy sufren personas pertenecientes a las Castas Catalogadas en general y a los dalits en particular, más de medio siglo después de que la India se proclamara República, es una vergüenza... Para la defensa de los derechos humanos, la Comisión se inspira en esta impactante observación del mahatma Gandhi: 'Siempre ha sido un misterio para mí el que los hombres se sientan gratificados al humillar a otros seres humanos".

Durante años las relaciones entre Delhi y Bruselas han sido tejidas con exquisito cuidado. Cinco cumbres bilaterales las han convertido en muy estrechas. Se trata ahora de que ambas partes reflexionen conjuntamente, potencien las áreas donde comparten intereses y objetivos y abiertamente dialoguen sobre algunos puntos (no son muchos) donde las respectivas opiniones no coinciden. De este modo será posible formalizar una genuina asociación estratégica en la 6ª cumbre bilateral que ha de celebrarse este otoño.

Emilio Menéndez del Valle es eurodiputado socialista. Ponente del Parlamento Europeo para las relaciones entre la UE y la India.

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