De vuelta al terruño
Siempre tiene algo de inasible acercarse al cine de Tony Gatlif. Y sobre todo, hacerlo desde el racionalismo: nada menos indicado para una filmografía construida desde un prisma diferente, en el que música, acción y sentimientos se mezclan constantemente, hasta terminar tejiendo historias que tienen mucho de artificioso, sí, pero también bastante de conmovedor. Es el caso de la que nos ocupa, esta Exils que abrió el pasado festival de Sevilla y que se propone como un viaje al revés: ahora que tantas películas bucean en la condición inmigrante y en los peligros de los viajes desde el norte de África hasta Europa, aquí se nos narra exactamente la inversa, un viaje de dos franceses de primera generación en busca de sus raíces argelinas.
EXILS
Dirección: Tony Gatlif. Intérpretes: Romain Duris, Lubna Azabal, Gacem Zouhir, Leïla Makhlouf. Género: drama. Francia, 2004. Duración: 95 minutos.
Una pareja (Duris y Azabal) recorre España en dirección sur. ¿Sus motivos? Tan sólo una corazonada: que su condición errante (una de las constantes del cine de ese gitano perenne que es Gatlif) y las carencias que sufren en su día a día tal vez tengan alguna explicación si se conoce el lugar del cual partieron sus progenitores. Y así, un poco a la bartola, como dos adolescentes que ya no son, se lanzan a una aventura singular, en la que encontrarán todo tipo de compañeros de ruta... y donde se darán de bruces con ellos mismos y sus infidelidades, todo ello a ritmo de flamenco, y del bueno.
Un espectador apegado a la racionalidad pedirá a la película cosas que ésta no se molesta en contarle: mayor profundización en las razones de los personajes, un cuadro social que vaya más allá de las pinceladas con las que se nos muestra, sin salir de la superficialidad, cómo tiene la gente integrada la religión en su vida o de qué forma se manifiesta el integrismo. Pero es lo de menos: lo que de verdad importa a Gatlif, y con él al espectador que decida seguirlo, es la captura de cada momento, la búsqueda de la imagen que corresponda con el sentimiento que el personaje vive en ese momento, un ejercicio de intensidad emocional que pocos directores practican como él.
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