La experiencia y la transgresión comparten protagonismo en la Bienal
María de Corral y Rosa Martínez presentan diferentes maneras de afrontar la creación actual
En la fachada del pabellón de Italia se lee la frase "You make history when you do business"; en la entrada de la Corderie, un gran cartel anuncia irónicamente: "Benvenute alla Biennale Feminista!". Son dos entradas directas y claras a esta 51ª Bienal Internacional de Arte de Venecia, que hoy se inaugura y el domingo abre sus puertas al público hasta el 6 de noviembre. Los dos mensajes llevan la firma de artistas combativas y veteranas: el primero, de Barbara Kruger, que hoy recibirá el León de Oro a su carrera; el segundo, de las Guerrilla Girls, que estos días han paseado sus caretas de gorila por la exposición. La experiencia y la transgresión responden a las intenciones de las comisarias.
Tiene su lógica porque por primera vez en su historia este año hay dos comisarias que, también por primera vez, son mujeres y además españolas. María de Corral y Rosa Martínez han sacado lo mejor de sí mismas en dos exposiciones independientes en las que tienen cabida tanto la experiencia como la transgresión.
Sería demasiado esquemático afirmar que la exposición de María de Corral tiene un exquisito gusto clásico y la de Rosa Martínez un picante sabor multicultural. Las diferencias entre una y otra son muchas, pero ni la primera es una muestra sólo de revisión histórica, ya que se adentra en las más recientes creaciones, ni tampoco la segunda está sólo enfocada al arte más emergente, ya que ha valorado más la consistencia que la novedad.
En lo que hay más coincidencia es en la drástica reducción del número de artistas, que en las dos últimas ediciones se había desmadrado hasta alcanzar los 300, acabando con la paciencia y las neuronas de los visitantes. Entre las dos exposiciones se presentan 91 artistas, lo que permite mostrarlos con más cantidad de obras y en unos espacios más holgados.
Corral ha seleccionado a 42 artistas, entre los que no faltan grandes nombres históricos, como Francis Bacon, Philip Guston o Antoni Tàpies, pintores todos ellos que dan densidad y emoción a esta disciplina que está también representada por artistas de generaciones posteriores como Marlene Dumas, Hernández Pijuán, Thomas Schütte, Juan Uslé o Agnes Martin. El vídeo y el cine son los otros medios mejor representado en esta muestra en sus diferentes variantes. Desde los juegos cinéfilos de Stan Douglas o Candice Breitz, que reutilizan fragmentos de viejos filmes para crear nuevas obras, hasta el lirismo de artistas como Elija-Liisa Ahtila, Perejaume o Tacita Dean, pasando por la divertida provocación del italiano Francesco Vezzoli y su Trailer for a remake of Gore Vidal's Caligula, el anuncio de una película inexistente, pero que tendría no poco público dada la cantidad de sexo explícito que aparece en estos tres minutos de trailer, que está presentado por el mismo Gore Vidal y que ha contado con la colaboración de artistas como Benicio del Toro o Courtney Love.
Con todo, el artista que más está en boca de todos una vez vista esta exposición es sin duda el surafricano William Kentridge. Ocupa el amplio altillo del pabellón con un conjunto de películas en las que se ha superado a sí mismo, lo que ya era difícil, al combinar su anterior técnica del dibujo de animación con la introducción de personas reales. El mismo artista aparece en su obra interactuando con sus dibujos, planteando de manera a veces cómica y otras poética la relación entre el creador y su obra o su modelo. Una auténtica gozada para los sentidos, el corazón y el cerebro. Era esto, precisamente, lo que pretendía Corral en esta exposición, que ha titulado La experiencia del arte. "Quería que la exposición funcionara tanto intelectualmente como visceralmente, y esta doble vía de creación es la que he buscado en todos los artistas seleccionados", comentaba María de Corral en plena faena de controlar que todo estuviera perfecto y en su sitio.
Sin fronteras
Pero si en los Giardini de la Bienal, sede de los pabellones nacionales, predominaba el reencuentro con la experiencia de lo bueno conocido, en el Arsenal, la segunda sede de la muestra, Rosa Martínez ha escogido como lema Sempre un po' piú lontano (extraído de un álbum del personaje Corto Maltés, del dibujante Hugo Pratt), lo que ya indica la intención de la comisaria de traspasar los límites de las disciplinas, las fronteras y, por qué no, también de lo políticamente correcto.
A la entrada, flanqueada por los grandes letreros antes mencionados de las Guerrilla Girls, lo primero que se ve es una lámpara del tipo araña de gran tamaño, de la portuguesa Joana Vasconcelos, que sólo al ser observada de cerca se aprecia que está hecha no con cristales, sino con tampones higiénicos femeninos. Aunque Rosa Martínez reconoce que no ha podido cumplir su sueño de que hubiera paridad en la representación de hombres y mujeres en esta bienal, lo cierto es que se nota el esfuerzo y el aroma femenino en el conjunto de la muestra. Con extremos tan separados como los que van de la delicada pieza con arena de la libanesa Mona Hatoum al vídeo casi gore que muestra la reconstrucción de un himen de la guatemalteca Regina José Galindo, pasando por la ironía de Pilar Albarracín o el realismo documental de Cristina García Rodero.
Rosa Martínez ha seleccionado a 49 artistas que ofrecen un panorama muy amplio y variado de lo que se está realizando ahora mismo en todo el mundo. "La bienal es uno de los pocos espacios en los que se puede vivir el sueño o la ilusión de este encuentro multicultural, ya que el mercado está dominado en un 90% por los artistas occidentales", indica Martínez, para quien el comisario "tiene la obligación moral e intelectual de poner límites a este mercado con obras no fácilmente digeribles o de procedencias periféricas". La mezcla es total. Pueden encontrarse desde la escultura de un hipopótamo que pita cada vez que lee una injusticia, de la pareja cubano-americana de Jenifer Allora y Guillermo Calzadilla, a una instalación sonora de Santiago Sierra.
Babelia
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