Cara o cruz
Han pasado 30 años desde que un jovencísimo Steven Spielberg subió las escalinatas del festival de San Sebastián para el estreno mundial, fuera de concurso, de Tiburón. No tuvo entonces el éxito que merecía. En aquel septiembre de 1975, dos meses antes de que Franco acabara de morirse, el mundo estaba en pie contra las cinco condenas a muerte que el Generalísimo quería firmar, y que fatídicamente acabó firmando. El ambiente no era propicio para festivales, y aún menos para una de esas películas que los críticos rechazaban por comerciales. Desde muchos países se había boicoteado aquella edición del festival donostiarra, y Spielberg se marchó un tanto mustio, sin entender muy bien lo que pasaba. Luego, como ya se sabe, Tiburón obtuvo uno de esos éxitos que hacen historia.
Los lectores de la revista Empire han votado esta semana a Steven Spielberg como mejor director de cine de todos los tiempos. En segundo lugar, han colocado a Hitchcock, que, por cierto, también se fue perplejo del festival de San Sebastián, en 1956, cuando el jurado desdeñó su fascinante Vértigo para premiar en su lugar la pequeña película polaca Eva quiere dormir, que hoy nadie recuerda. El jurado, presidido por Berlanga, y que contaba entre otros integrantes con el norteamericano Anthony Mann, no apreció la diferencia entre ambas películas. ¿Cuestión de celos? Hitchcock, lejos de tomarlo como una afrenta, al año siguiente regaló al festival el estreno de Con la muerte en los talones. Poco le debió de importar no conseguir el premio gordo; su película ya tenía asegurada distribución mundial.
Fue por puro azar que resultaran inoportunos estos estrenos de quienes ahora Empire considera los mejores directores de la historia. Claro que tenían tras de sí un apoyo industrial de mil pares y propaganda por un tubo, además de calidad. La mayoría de las películas, sin embargo, y cada vez más, se la juegan a cara y cruz en su primera aparición ante el público. El caso de Tapas, de Corbacho y Cruz, que tras su triunfo en el festival de Málaga se ha situado entre las preferidas del público, es la cara. Y la cruz podía ser, por ejemplo, la modesta y bella Quince días contigo, de Jesús Ponce, que ha cautivado a los críticos pero a la que los espectadores han dado la espalda. ¿Por falta de promoción? Es difícil que una película como ésta se abra camino con publicidad rutinaria. Quizá el público no haya sido alertado convenientemente sobre su singularidad. Fernando Fernán Gómez se refería a estos casos rebelándose a que tal o cual película simplemente no ha gustado: "No es que no haya gustado, sino que no han ido a verla, y la pregunta que hay que hacerse es por qué no han ido a verla". ¿Sólo por culpa del azar?
Babelia
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