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Medias verdades, medio piso y medio joven

Hemos asistido a la polémica por la posibilidad de promover viviendas de protección oficial de 30 metros cuadrados. A pesar de la oposición suscitada, hay que reconocer que la propuesta ha hecho dudar a una parte de la sociedad, ya que las campañas influyen a partir de exagerar medias verdades y de ocultar sus contraindicaciones.

El detonante mediático fueron las declaraciones de la ministra de la Vivienda. Pero ésta fue el vehículo a partir del cual la Asociación de Promotores Constructores de España (APCE) realizó la propuesta. Este activo lobby la matizó justificándola por la necesidad de emancipación de los jóvenes y su carácter transitorio. Lo que no explicaron y saben mejor que nadie es que aquí los precios de la vivienda se fijan apurando la capacidad de endeudamiento de la demanda y no a partir de su superficie. Así lo demuestra que el precio de la vivienda se haya doblado entre 1996 y el 2003, mientras que el de su construcción lo ha hecho según la inflación anual.

La APCE presentó la medida como transitoria. Pero lo que no explicaron es que estamos en un país con escasa movilidad, con un escaso parque de viviendas de alquiler asequible y con la mayor tasa de precariedad laboral de la UE. Todo ello enmarcado con la reciente noticia de que la APCE quiere que el precio de la vivienda de protección oficial suba al ritmo de la vivienda libre. Con estos datos, pocas son las esperanzas de que las viviendas puente no se conviertan en definitivas.

Para la APCE, joven es un eufemismo de demanda insolvente. ¿De qué jóvenes hablamos: de universitarios, de los hijos de los trabajadores, de inmigrantes? ¿O hablamos de un sector de la población que pueda desarrollar libremente sus aspiraciones, independientemente de la edad que figure en su DNI? Parece claro que no corresponde a la APCE realizar estos matices y que la ministra podría haber sido más prudente.

En esta historia el papel de los arquitectos es ambiguo. El Consejo Superior de Arquitectos apoyó la propuesta de la ministra con el argumento de que ¡lo pide el mercado! Respecto a las propuestas de determinados arquitectos, consideramos positivo que dediquen esfuerzos a estudiar un mejor aprovechamiento del espacio de la vivienda, y más aún cuando en Cataluña la resistencia a la innovación es manifiesta. Pero lo que no se puede es utilizar tópicos, ni eludir hablar de la experiencia de la arquitectura residencial en Europa y en nuestro país.

En esta línea, no se puede presentar la idea como novedosa, sin recordar que propuestas similares se remontan a los los trust caritativos ingleses de finales del siglo XIX. Éstos construyeron miniviviendas de estas características. Esta política fue superada por la irrupción en los gobiernos europeos de partidos socialdemócratas.

Tampoco puede otorgarse a la habilidad de los arquitectos la cualidad de suplir la escasez de espacio. Después de un siglo de experiencias, los arquitectos sabemos que por debajo de un límite de superficie no puede hablarse de vivienda. Y más cuando las nuevas tendencias europeas nos hablan de la versatilidad del parque de viviendas para dar satisfacción a las necesidades cambiantes de los usuarios. ¿Dónde quedaron las críticas a la vivienda mínima racionalista, o las recomendaciones de Colonia, o los estudios sociológicos que explicaban los efectos nocivos de las infraviviendas?

Tampoco puede afirmarse que la reducción del número de personas en los hogares españoles o europeos comporte reducir el tamaño de la vivienda. Las estadísticas demuestran que la reducción del hogar no implica necesariamente una demanda de menor superficie, ya que otras funciones y necesidades se han incorporado a la vivienda. Ésta no puede seguir midiéndose por el número de camas.

Se considera una propuesta que nos acerca a la modernidad. Somos como Londres, París o Tokio. Pero nadie habla de las políticas de vivienda en Holanda, Suecia, Dinamarca, Alemania, Francia o Austria. Se dirá que en estos países los aires del neoliberalismo están frenando las políticas del bienestar. Sin embargo, la inercia de su experiencia es tan grande que su situación resulta incomparablemente mejor que la nuestra. Aquí, sin haber transitado por la socialdemocracia, se ha pasado del asistencialismo franquista al dominio de las leyes del mercado.

Aceptando la dificultad extrema de cambiar las cosas, quizá vale la pena recordar que la política encuentra su justificación en superar los determinismos económicos. Tampoco las socialdemocracias europeas lo tuvieron fácil en su día. O quizá es más práctico reconocer que nuestra ministra y nuestros políticos de izquierdas, respecto a la vivienda, sólo son medio socialdemócratas, y por eso nuestros jóvenes sólo son medio jóvenes y sólo necesitan medio piso.

Rafael Cáceres es arquitecto.

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