Donantes en vida
El 3% de los trasplantes renales en España procede de personas que están vivas
"Te doy mi riñón". Al menos el 3% de los españoles que vive con un riñón ajeno ha escuchado esta frase que le ha salvado la vida. No se trata sólo de desprenderse de un órgano para que alguien viva, sino de cederlo a quien tiene rostro y nombre para el donante: su hijo, su pareja, su padre o su hermano. La amistad puede ser una razón poderosa, pero infrecuente, ya hay que probarla ante el juez para que quede descartado cualquier trueque o compraventa. El riñón se convierte así no sólo en una fuente de vida para otro mientras la vida del donante sigue, sino en un gesto de afecto singular: los lazos entre receptor y donante ya existentes, se refuerzan: incluso aunque llegue a sentirlo como suyo, el primero es consciente que tiene dentro de sí un trozo de vida que en otro tiempo perteneció al otro.
A pesar de esta aureola de leyenda, la donación familiar o emocional no es frecuente en España. El doctor Martí Manyalich, coordinador de transplantes del hospital Clínic de Barcelona, pionero en este tipo de intervenciones, afirma que uno de cada diez riñones que transplantan en este centro procede de vivos. Rafael Matesanz, responsable de la Organización Nacional de Transplantes señala un porcentaje menor, en torno al 3%, en el territorio nacional. Es una paradoja, porque éste es único transplante, junto al hepático, que permite ejercer este gesto altruista en vida. Matesanz considera que tal vez se deba a una falta de perspectiva. Tal vez el bosque de los hipotéticos donantes anónimos no permita ver que es entre los más próximos donde puede encontrarse el idóneo: "No hay percepción de necesidad. El boom de donantes y de transplantes contribuyó a que cayera el de vivo. Con frecuencia el ideal. Aunque este tipo de donante reverdece últimamente". "Sería necesario llegar al 10%. Lógicamente, el donante se somete a una operación, pero la técnica ha avanzado y es un riesgo calculado", indica Matesanz. En la Unión Europea, los transplantes de donantes vivos alcanza el 15%. En Alemania rebasa el 50%. "Hay que tener en cuenta que el 38% de los riñones de cadáver proceden de personas mayores de sesenta años. Por fortuna, los donantes fallecidos en accidente de tráfico sólo representan el 15% [hasta hace poco era el 20%]", explica el responsable de la Organización Nacional de Transplantes. El balance es claro: en 2004 se realizaron 2.125 transplantes renales, la mitad de los que lo necesitaban. La lista de espera es de 4.000 personas. Hay unos 21.000 pacientes en diálisis, pero no todos aspiran a un riñón ajeno ni son candidatos a transplante. "Los niños tienen prioridad y la antigüedad cuenta, pero no de forma automática: una vez que se obtiene el riñón del cadáver hay que buscar el receptor adecuado, al margen de su lugar en la lista", recuerda Matesanz. Para que el órgano sea útil es necesario que el donante fallezcan en hospital y que se produzca muerte encefálica. En algunos hospitales, como el Clínic, utilizan también la técnica de la parada cardíaca para acceder al órgano.
A menudo se piensa que el protagonista del transplante es el receptor. Pero "el donante vivo es el rey", afirma Joaquim Arasa. Hace diez años, Arasa, que ahora tiene 50, donó a su hija Nuria uno de sus dos riñones. "La legislación española es muy precisa. En cualquier momento, aun estando ya en el quirófano, y a punto de ser anestesiado, puede levantarse y marcharse", explica. "Antes de realizar la donación se ha presentado, además, ante un juez, y ha especificado que ese riñón va a ser para su hija o para su esposa".
Desde que se produjo el primero, en 1965, en España se han efectuado ya 35.763 transplantes renales. Aquel primer milagro ha pasado a ser ya "una alternativa terapéutica", dice Manyalich.
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