Alejandro Doria ironiza sobre la hipocresía en la Argentina de los ochenta
El clásico 'Esperando la carroza' fue destrozado por la crítica en su estreno
Si yo hago ravioli, ella hace ravioli; si yo hago puchero, ella hace puchero. ¡Qué país!", se queja amargamente Elvira de la envidiosa de su vecina. La frase, en boca de la veterana actriz uruguaya China Zorrilla, pertenece a uno de los momentos más tronchantes -y son muchos- de la hilarante comedia argentina Esperando la carroza, una farsa, dirigida por Alejandro Doria (Buenos Aires, 1936), que se estrenó hace 20 años con la única pretensión de hacer pasar un buen rato al público pero que el tiempo ha convertido en un filme de culto, al margen de su valor artístico. Este clásico que ahora llega a España permanece en la memoria sentimental de los argentinos. La mayoría de ellos son capaces de reproducir fielmente las réplicas de los personajes, los diálogos originales circulan por Internet, y los incondicionales hasta los usan en sus buzones telefónicos.
"Con Esperando la carroza ha pasado una cosa muy extraña que no tiene nada que ver con el filme: los años lo han transformado en un mito, pero no creo que eso sea algo que haya que analizar; simplemente, a la película, hay que recibirla", responde desde Buenos Aires telefónicamente Alejandro Doria a la pregunta de cómo se explica la permanencia de la cinta.
La comedia -basada en una pieza teatral del dramaturgo rioplatense Jacobo Langster-, que se rodó en ocho semanas en el barrio de Versalles y se estrenó al cabo de un mes, aborda un asunto en principio nada cómico: la hipocresía de una familia porteña reacia a hacerse cargo de la abuela, Mamá Cora, de 80 años, que empieza a sufrir demencia senil.
Doria, sin embargo, transforma este tema tan serio en una farsa. Para acentuar el enredo, ofreció el papel de anciana a un hombre, un actor en la cuarentena por aquel entonces, Antonio Gasalla. "En realidad, creo que Dios me iluminó", comenta Doria al evocar la osadía. A su juicio, el hecho de ser un varón quien encarne a la despistada abuelita "le quita dureza a la historia". "Al público le parece normal la convención; nunca nadie me preguntó por qué. Mamá Cora es una mujer, jamás ha sido vista como un travesti".
La crítica destrozó en su momento la película, y, "pese a eso", subraya el cineasta, "logramos un éxito monumental de público". Doria lo atribuye en parte al "gran trabajo" del elenco -donde destacan asimismo Luis Brandoni, Betiana Blum y Mónica Villa- y al "excelente ambiente" que se vivió en el rodaje. "Cada día nos visitaba un ángel en el set", asegura.
El reparto, con unos jovencísimos Darío Grandinetti, interpretando a un chico "tarado" y Andrea Tenuta, en el papel de la atolondrada Matilde, nieta de Mamá Cora, recuerda con cariño la experiencia. Tenuta, en la ficción hija de su padre real, Juan Manuel Tenuta, afirma que Esperando... "ha alcanzado la calidad de clásico" porque toca una cuestión universal. "Trata", señala, "de odios profundos en el seno familiar" y de la desubicación de los viejos en nuestra sociedad. Cecilia Rosetto, que interviene en un pequeño papel, habla con ternura del filme: "El rodaje fue lindo, pero lo realmente hermoso vino luego: la película se ha transformado en una obra imprescindible no sólo en Argentina, sino en toda Latinoamérica".
Babelia
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