El Gobierno holandés pide a sus votantes que no se dejen influir
El Gobierno holandés trató de transformar ayer el rechazo francés a la Constitución europea en una victoria de última hora en suelo propio. Para ello apeló a la independencia de juicio de la ciudadanía que, más que nunca, debería ser capaz de emitir "su propio voto sin dejarse influir por las razones del vecino galo". Fue un agudo llamamiento a la responsabilidad cívica en el referéndum de mañana sobre el tratado constitucional europeo, suscrito por la coalición de centro-derecha gobernante y la mayoría de los partidos políticos. Todos sacaron a la calle a sus líderes para tirar de los votantes. Según los sondeos, sin embargo, dicho esfuerzo podría llegar demasiado tarde. El más reciente calculaba anoche que los votos negativos sumarían un 59%, y los sufragios a favor, un 41%.
Firmado por Maurice de Hond, el experto holandés en este tipo de análisis, dicho estudio llegó acompañado del efectuado por el Instituto para la Participación Política. Sus cifras eran parecidas: un 53,4% rechazaría el tratado y un 46,8% lo aprobaría. De Hond acompañó incluso sus resultados con los cuatro perfiles que ha observado en el votante holandés en las últimas semanas. En el grupo favorable a la Constitución cabrían los que quieren ver convertida a la UE en un Estado y los que están satisfechos con la situación comunitaria actual. Frente a ambos aparecerían los que se sienten europeos, pero creen que la integración va demasiado deprisa, y un pequeño grupo que preferiría apearse de la Unión. Todo ello junto a la sensación de que el índice de participación en el referéndum del miércoles puede superar en Holanda el 30%. Ése es el límite marcado por el Gobierno para aceptar el resultado de una consulta impuesta por el Parlamento, donde un 85% de sus miembros es favorable a la Constitución. La Democracia Cristiana, partido mayoritario de la coalición en el poder, ha rebajado incluso su propio listón, fijado hasta ayer en un 60% de votos en contra -siempre con una participación mínima del 30%- para aceptar la voluntad popular. Ahora le bastaría con un 55%.
Los colaboradores más cercanos del primer ministro, Jan Peter Balkenende, subrayaron dicho detalle significativo. El jefe del Ejecutivo prefirió reservarse las declaraciones de principios. "No debemos dejarnos llevar por las razones de Francia, sino ser nosotros mismos", dijo. Wouter Bos, líder de la oposición socialdemócrata, le haría eco luego con otra frase resuelta: "No van a ser los franceses quienes decidan lo que pensamos los holandeses", señaló. Femke Halsema, jefa de Los Verdes, secundó ambas declaraciones. "Afortunadamente, Europa es más amplia que Francia". Su optimismo fue ignorado por el Partido Socialista Radical, uno de los mayores defensores del no, que apuntó la necesidad de que el Gobierno contemple su dimisión si pierde del referéndum. Otro tanto sugirió Geert Wilders, diputado independiente y hoy cercano a posturas de extrema derecha. La reacción de la Lista Pim Fortuyn, el partido fundado por el político homónimo asesinado en 2002, fue la más llamativa.
"Viva Francia y viva la república. Ni ella ni Holanda creen que sea el momento de forzar la creación de los Estados Unidos de Europa", exclamaron sus portavoces.
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