Autores y lectores cumplen su rito de fidelidad
Casi un centenar de escritores apoyan con su presencia el primer sábado de la Feria del Libro
"Para Ximena, este libro de secretos y perversiones, cuidado". Javier Marías, con gafas de sol y americana azul tinta, firma sus novelas con pluma, algo bastante meritorio si se tiene en cuenta que el autor de Corazón tan blanco es zurdo. Ximena, una jovencísima lectora de Marías, llevaba la novela, en una edición de bolsillo de hace un par de años, guardada en el bolso. Como Ximena, varios miles de personas recorrieron ayer las 370 casetas de la Feria del Libro de Madrid, en el Parque del Retiro, en busca de una dedicatoria de algunos de los autores -más de un centenar a lo largo de la jornada y hoy se espera otro tanto-, comprar una de las muchas novedades de esta 64ª edición o simplemente para husmear entre las casetas y llevarse a casa los catálogos de las editoriales.
La de ayer parecía una tarde soporifera de agosto, pero los visitantes de la feria, armados de abanicos con los que combatir el calor, aupados en patines o empujando el carrito con los niños, no se dejaron intimidar por el calor. Pasadas las 17 horas, llegaban los primeros visitantes de la tarde. Jesús Robles, propietario de la librería Ocho y Medio, especializada en cine, no tenía muy claro todavía cómo estaba funcionando la feria. "Llevamos varios años viniendo y siempre es una sorpresa. En la tienda tenemos más de 20.000 títulos, pero a la caseta sólo podemos traer unos pocos. Esta mañana (ayer) ha estado firmando Gonzálo Suárez sus memorias (El hombre que soñaba demasiado) y no se le ha dado nada mal", contaba. A su lado, firmando ejemplares de El privilegio de ser perro, una colección de monólogos, el actor Juan Diego Botto se enfrentaba a sus primeros lectores. "Se sorprenden mucho de que haya escrito un libro", aseguraba con timidez. "Lo de escribir es un acto muy solitario, y en mi caso, además, ha sido muy costoso". Con más veteranía en las relaciones públicas, Pilar Bardem no paraba de firmar ejemplares de sus memorias, en su caso escritas por su hijo Carlos, y de las que ha vendida 30.000 ejemplares.
Javier Marías, veterano también en esta cita entre autores y lectores, no ocultaba que le gusta cumplir con ese rito anual. "Por muy denostada que esté y pese a que algunos autores la consideran como demasiado comercial, a mí me agrada venir. No hay ningún libro que no deba ser comercializado. Es una oportunidad de encontrarte con la gente; unos te animan, otros te deprimen y alguno te insulta, pero es divertido. Venir aquí equivale a llevar al presente lo que uno vende y ponerse al frente de la tienda a ver cómo va la cosa, y eso, en definitiva, supone una cura de humildad". Desde ese puesto de vendedor, a lo largo de ferias y ferias, Marías ha dedicado libros que no le tocaba firmar para lectores que lo confundieron con Juan Benet, Félix de Azúa o Millás. También puso su rúbrica en libros de su padre o en uno de Ferdinand Celine, en este caso porque el lector tenía ese capricho.
A los pocos minutos de aterrizar en la feria, Javier Marías ya había congregado un buen número de público. A su lado, Luis Mateo Díez empezaba también a encontrarse con sus lectores. "Hay gente a la que veo, año tras año, lo que es muy de agradecer. Me gusta mucho esa fidelidad", añadía el escritor.
Una de las imágenes más curiosas de la tarde la protagonizó el periodista y escritor Iker Jiménez, autor de Camposanto (Suma), que tenía apostados frente a la caseta de Crisol a un número más que aceptable de seguidores, bastante antes de llegar él. Al parecer, los lectores habían sido convocados mediante una palabra clave en mensajes de teléfono móvil. Tampoco se le dio mal la tarde al actor Jimmi Barnatán, autor de Ser joven y saber contarlo, que se vio rodeado de quinceañeras, ante la mirada cómplice de sus padres. Además de las firmas, por la mañana se presentó en el pabellón Carmen Martín Gaite Vieja escuela (Alfaguara), de Tobías Wolf. "No pretendía escribir un libro sobre el oficio de escribir ni unas memorias, sino una novela con la estructura dramática que coincide con la estructura dramática de la vida, con los recuerdos de mi época en la escuela, en los que la literatura era un objeto de deseo", señaló el autor canadiense. También por la mañana José Antonio Millán presentó el concurso La coma de plata, basado en su obra Perdón imposible (RBA). "Estamos rodeados de una gran cantidad de palabras, pero esta feria sería un caos sin los signos de puntuación", aseguró el autor, que estuvo acompañado por Juan José Millás, quien también defendió los signos de puntuación: "Cuando se alaba a alguien se dice que es un hombre de letras, pero también se debería añadir que es un hombre de puntos y comas".
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