Al modo egipcio
El 83% de los egipcios que han votado -un 54% del censo, según el Gobierno- ha aprobado la propuesta del presidente Mubarak para cambiar la Constitución y hacer posibles elecciones directas a la presidencia. La noticia sería reconfortante si su significado fuera el aparente. Pero resulta que el referéndum egipcio, en la estela democratizadora del presidente Bush, está tan viciado en su origen y desarrollo que no cambia nada en el más poblado de los países árabes, donde la dictadura de Mubarak, 24 años ya, controla todas y cada una de las palancas del poder.
La jornada ha estado precedida de formidables despliegues policiales y el encarcelamiento de miles de opositores. Al margen de su desarrollo anecdótico -redactores de un dócil periódico opositor han votado hasta en ocho colegios distintos confundiéndose con las partidas de funcionarios trasladados de un lugar a otro para hinchar la participación y el sí-, lo relevante de la fraudulenta consulta eran las condiciones impuestas por Mubarak -de 77 años, previsible candidato en septiembre a un quinto mandato- a sus eventuales competidores a la presidencia.
Hasta ahora, los egipcios podían votar sí o no respecto de un único postulante designado previamente por el Parlamento, donde el partido gobernante tiene el 90% de los escaños. Por este procedimiento, Mubarak ha repetido cuatro veces. Ahora será algo diferente. Pero siguen vetados para presentar candidatos partidos como la islamista Hermandad Musulmana, pese a que esta formación con fuerte apoyo popular ha abandonado el sectarismo de antaño y asegura defender la separación de poderes y la supremacía parlamentaria. Y para inscribir aspirantes los partidos deberán tener cinco años de antigüedad. Además, en un supremo rasgo de humor, el Parlamento egipcio ha establecido que todo candidato independiente deberá contar con el apoyo de al menos 65 diputados de una Cámara baja donde el mayor de los partidos de oposición tiene 15.
La farsa es tanto más peligrosa porque en el asfixiado país árabe comienzan a manifestarse inquietantes signos de frustración popular con el poder omnímodo de un solo hombre. Avisos que no impiden el continuado apoyo de EE UU al líder egipcio, explicitado públicamente esta semana por Laura Bush durante su visita a El Cairo. El mismo Washington que dice favorecer la libertad política en los países árabes, e incluso sugiere que los islamistas compitan por el poder si se ajustan a premisas democráticas, sigue engrasando el régimen dictatorial de Mubarak con casi dos mil millones de dólares anuales.
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