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Columna
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Triangulando a dos

Andrés Ortega

Pese a la retirada española de Irak -hace más de un año- y la tensión entre el Gobierno y la oposición -algo mayor que la que se da en EE UU en estos tiempos-, las relaciones entre España y Washington avanzan, sin dramatismo. La 10ª edición del Consejo España-EE UU, copresidida por el senador Christopher Dodd y el abogado Antonio Garrigues y celebrada en Sevilla, ha mostrado que avanzar en estas relaciones bilaterales es no sólo deseable, sino necesario y posible. Desde luego, desde la sociedad civil que representa este foro, pero también desde la política y el Gobierno siempre que, de momento, no se pongan expectativas excesivas en un encuentro íntimo e intenso entre Bush y Zapatero.

La agenda bilateral que presentó en Sevilla el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, es ambiciosa: mecanismos consultivos permanentes, concertación para defender valores compartidos, impulso del conocimiento mutuo de nuestras sociedades y la creación de instituciones conjuntas de I+D, entre otras. Esta nueva bilateralidad se sitúa en un marco más amplio: el de la mejora en las relaciones entre Europa y EE UU. Algunos participantes americanos piensan que este Bush ha vuelto a la política exterior anterior al 11-S. Otros lo dudan. El reconocimiento del valor de una Europa fuerte sí es una novedad para este presidente. De hecho, la pertenencia e influencia de España a una Europa fuerte es esencial para este país. Como lo es para Blair. Sin una Europa fuerte, o si se saliera de ella el Reino Unido, Londres perdería interés para Washington. Pese a lo que dijera Churchill, Blair no puede elegir entre Europa y el mar abierto, o EE UU. Necesita a ambos. También España.

Sin embargo, la relación entre España y EE UU es desigual. España es la octava economía del mundo, pero tan sólo el trigésimo primer socio comercial de EE UU. Queda mucho por recorrer. Militarmente, como recordaron tanto Moratinos como Bono, EE UU saca de esta relación más que España. Rota y Morón son una contribución esencial al despliegue estratégico de EE UU, cuyo acceso a estas bases no se interrumpió tras la retirada de Irak. En 15 años, según Bono, han pasado 170.000 aeronaves americanas por España.

Con todo, ¿cuándo ha vuelto a interesarse de verdad la Administración de Bush en la capacidad diplomática española con el actual Gobierno? Sí, para Afganistán o Haití. Pero, de verdad, cuando ha surgido la crisis de Ecuador. Y entre ambos han intentado parar o gestionar lo que fue un golpe de Estado, por muy parlamentario que fuera. La mediación española interna en Ecuador puede resultar. En cuanto a los desacuerdos entre Madrid y Washington sobre Cuba y Venezuela, tienen algo de repetición de los desencuentros en los ochenta sobre Nicaragua y Centroamérica. Entonces, el impulso español al Grupo de Contadora acabó siendo útil. Y hoy la capacidad recuperada por Madrid de interlocución -de "diálogo crítico" con La Habana y Caracas- puede también dar frutos. La idea no es contener a Chávez, como pretende EE UU, sino moderarlo, por medio de relaciones directas y, como se sugirió en Sevilla, apoyando la nueva izquierda en América Latina, la de Lula y otros, frente a la vieja que representa Castro y ahora Chávez. Como en los ochenta, indicó un participante español, las diferencias pueden ser útiles, especialmente cuando los objetivos de Washington y Madrid son, en el fondo, similares. Mientras que otro americano pensó que España enfoca sus relaciones con América Latina de forma estratégica, pero que EE UU no, aunque Washington haya ahora comenzado a prestar más atención a la zona. La triangulación EE UU (hispanos incluidos)-España (Europa)-América Latina es esencial. En Sevilla, estadounidenses y españoles hablaron mucho de América Latina. Marcaron diferencias, pero triangularon, a dos dado el formato.

La sociedad civil empuja. De nuevo, por parte española se vuelve a ver a EE UU como "potencia indispensable". E incluso para el mundo, y por tanto España, la sociedad americana es el "consumidor en última instancia". El día que deje de serlo, veremos. aortega@elpais.es

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