Benacantil sí, Botànic también
La magnífica sentencia del Tribunal Superior de Justicia que libera el monte Benacantil del acoso de un Palacio de Congresos apabullante y da un revolcón a sus impulsores, debería mover a algunas reflexiones.
Ante todo, a felicitar a la ciudadanía de Alicante y a quienes han luchado contra esta aberración paisajística y urbanística. También a dar ánimos al extenso rosario de colectivos (Cabanyal, Porxinos, Serrania, Horta...) que batallan a lo largo y ancho del país en defensa del patrimonio y del territorio, que en ocasiones no pueden evitar sentirse impotentes ante tanta barbarie planificada. A comprobar tristemente que los argumentos del alto tribunal en el caso del Benacantil son los mismos que en el caso del Jardí Botànic de Valencia, pero aquí el TSJ dio vía libre a un macrohotel de 44 metros de altura que está a punto de obtener licencia municipal de obras, y ello a pesar de estar la causa pendiente en el Tribunal Supremo.
La sentencia pone en evidencia una tramposa planificación protectora que no protegía tanto, y que además se hacía con el aval y permisividad de los departamentos autonómicos correspondientes. Castiga de plano las sucesivas decisiones de varios directores generales de Patrimonio, algunos con Francisco Camps como consejero de Cultura. ¿Podemos seguir confiando en su política de defensa del patrimonio? Debería servir de ejemplo para nuestras administraciones.
Para terminar esta lectura apresurada, el fallo del TSJ permite mantener la esperanza en actuaciones judiciales futuras más severas y contundentes contra la irracionalidad urbanística que parece campar sin freno ni pudicia.
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