Woody Allen maravilla en Cannes
'Match point', la última película del director estadounidense, arranca la primera gran ovación
Woody Allen tiene altibajos creativos como todo el mundo, pero con frecuencia alcanza cotas artísticas admirables. Es el caso de Match point, comedia cínica con ribetes dramáticos que ha hecho sonar por primera vez en este festival los aplausos de la prensa. Allen deslumbra con su sabiduría para narrar con la aparente sencillez de quien sólo cuenta un cuento lo que realmente está lleno de recovecos. Match point es una película desencantada y en el fondo amarga, pero se ve entre risas y sorpresas, dejando el sabor de haber asistido a un magnífico espectáculo de dos horas y cinco minutos, el más largo en la filmografía del autor.
Hay otras novedades. Por vez primera Allen rueda escenas de sexo, y muy apasionado, aunque con el recato de quien prefiere sólo sugerir. También por vez primera emplea música de ópera en lugar de su adorado jazz. Y aún para más sorpresas, por primera vez utiliza la violencia como solución posible, lo que parece inevitable para justificar lo que pretende decirnos: que es el azar el que gobierna nuestras vidas. "Es mejor tener suerte que talento", tal como ocurre en un partido de tenis cuando la pelota tropieza con la red y por un instante existe la misma posibilidad de que caiga de un lado que del otro. Así le sucede también al protagonista de Match point (Jonathan Rhis Meyers), joven profesor de tenis, de origen modesto, que entabla conocimiento con una familia acaudalada con hija casadera (Emily Mortimer), y que se enamora. Todo parece irle bien al trepilla hasta que se cruza con la novia de su cuñado (Scarlett Johansson)... Imposible ir más allá en el argumento sin destrozarlo. Imposible además transmitir el talento de tan buen reparto, la calidad de la narración, que tiene dobles fondos, o la sutil ironía que atraviesa la obra. Tras haber visto películas sin cuajar o definitivamente frustradas, la presencia de Woody Allen ha levantado los ánimos de la concurrencia. ¿Por qué no abrieron el festival con ella? A fin de cuentas, se ha presentado fuera de concurso.
Una bella película de Kim-ki-duk inauguró la sección 'Una cierta mirada'
Por primera vez, el director neoyorquino utiliza la violencia como solución posible
Fuera de concurso, inaugurando Una cierta mirada, se ha presentado también El arco, la última película del prolífico coreano Kim-ki-duk (Hierro 3, La samaritana, Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera). Con la belleza de imágenes de esta última puede compararse El arco, historia casi muda que transcurre en una barcaza varada en el mar, en la que viven un anciano y una adolescente de 16 años a la que recogió hace 10. El anciano espera su mayoría de edad para casarse con ella; la niña sólo conoce la vida dentro de la barcaza, sólo se relaciona con el viejo, que cariñosamente la baña cada noche, antes de hacer música con un arco transformado, que también puede convertirse en arma mortal. El viejo lo usa tanto para espantar moscones (los pescadores que alquilan la barcaza estanca para lanzar sus cañas) como para deleitar cada noche a la niña. Un huis clos a cielo descubierto, que pareció encandilar a la audiencia hasta que el desenlace empieza a dilatarse. En el cine de Kim-ki-duk se combinan la plástica y la sencillez con turbulencias morales expresadas con cierto hermetismo. Y el final oscuro de El arco parece dar prueba de ello. En cualquier caso, una película que fascina. La primera asiática de las numerosas que se han programado.
Thierry Frémaux, director artístico del festival, anunció que uno de los objetivos de esta edición era ser la eclosión del buen cine asiático, y su primer objetivo, ya cumplido, el que la selección oficial estuviera repleta de nombres consagrados en este festival. Sin embargo, la japonesa Bashing, presentada a concurso, no es obra de autor mundialmente consagrado, aunque sí conocido en festivales, y ha sido la primera en provocar deserciones. Alguien ha comentado que Masahiro Kobayashi sólo rueda para festivales, ya que sus seis películas anteriores no han tenido difusión comercial. El caso es que Bashing tenía interés sobre el papel: un padre y una hija que ayudaban solidariamente a las víctimas de la guerra de Irak regresan a Japón tras haber sido retenidos como rehenes. En su país no son recibidos como héroes, sino con hostilidad: amenazas, despidos laborales, insultos, acosos... Afortunadamente, distribuyeron propaganda de la película y pudimos leer previamente la sinopsis. La película se hace innecesariamente críptica. Parece que al autor le pueden los alardes narrativos aunque pierda en comunicación.
Otra película de actualidad política, presentada a concurso, la kurda Kilómetro cero, ha resultado ser una torpe comedia bufa en la que un taxista árabe y un soldado kurdo deben transportar el féretro de un iraquí mártir hasta su pueblo de origen. No se entiende qué hace aquí semejante astracanada, salvo como gesto amigo hacia la tragedia del pueblo kurdo, a la que la película alude aunque con torpeza de aficionado. O quizás haya sido para compensar el error que el pasado año cometió Cannes al rechazar Las tortugas también vuelan, estremecedora visión de los niños kurdos de la guerra, que tampoco quiso Venecia, y que acabó ganando la Concha de San Sebastián; este año, al programar Kilómetro cero ha resultado peor el remedio que la enfermedad.
Babelia
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