Santa Caterina, por fin
Ruido y bullicio en el mercado de Santa Caterina. Todo un cambio. "Por fin", decían no pocas compradoras -también muchísimas curiosas y curiosos- y vecinas de un barrio, el del Casc Antic de la vieja Barcelona, cansadas de tanto esperar. El mercado cerró hace más de seis años, un tiempo que se ha hecho interminable, en especial para los residentes del barrio, que, con la desaparición del mercado, inició una peligrosa caída en el vacío.
Al flamante Santa Caterina es prácticamente imposible no acceder con la mirada y la cabeza levantada para contemplar lo que se percibe y adivina de la formidable cubierta. Y se sigue en parecida posición al entrar porque la vista se va al techo: como hondas de vigas de madera anudadas con estructuras metálicas. Mucha luz, todo un contraste con el viejo mercado. Luego, cuando se mira al frente, se tropieza con unos impecables puestos. Muchos menos que en el viejo mercado -68, frente a los buenos tiempos, cuando había 265-, pero acordes con los tiempos que corren.Santa Caterina no sólo invita a comprar. Invita a callejear entre sus puestos y seguir así por las calles que lo rodean: la plaza de Joan Capri y las que se adentran hacia el Casc Antic. Así también se ven los contrastes de las intervenciones de Ciutat Vella: lo moderno y novísimo, y lo que hay que poner en solfa.
Quejas por las obras y las prisas en el traslado, pero reconocimiento de que el resultado es espectacular
Día de reencuentro entre los comerciantes y la clientela. De los de toda la vidad y de los nuevos. "Mira, la pesca salada está donde antes, más o menos; la verdura, también", comentaban dos veteranas clientas. Dora compra en el mercado desde hace 21 años y Pepa lleva 30 llenando en él la cesta de la compra. Se acuerdan perfectamente de los buenos tiempos de Santa Caterina y también de los malos: "Cuando empezaron a cerrar muchas tiendas, el mercado se apagó, estaba sucio y triste". Ahora se preguntan si el mercado seguirá siendo "de barrio". Es decir, no muy caro, sobre todo porque Santa Caterina era bueno y bastante económico. La presencia de turistas cámara fotográfica en mano por cualquier rincón en la jornada de ayer invita a pensar que, como la Boqueria, el mercado del Casc Antic entrará de lleno en las rutas turísticas. Es más, el segundo teniente de alcalde, Jordi Portabella, confía en desviar medio millón de los visitantes que tienen el eje del gótico como el escenario principal de su callejeo por la ciudad. Ya se verá.
Portabella, además presidente de los Mercados de Barcelona -idéntico puesto que ocupó Pilar Rahola en el mandato en el que arrancaron las obras, quien ahora reivindica méritos propios en la transformación-, no se inmutó cuando algún joven soltó un par de frescas en la puerta del mercado.
Tiempo, mucho tiempo, esfuerzo, hartazgo. Y al final, prisas. "Hombre, después de tanto tiempo, 15 días más o menos no importaban", decían desde el mostrador de una tienda de congelados. "Ha valido la pena. Ya se ve el resultado", no dejaba de repetir la presidenta de la junta del mercado, Gloria Esforzado. Entra y sale de la carnicería que regenta. Su madre ya se dedicó a esto y ella lleva 40 años detrás del mostrador. Esforzado lanza un mensaje: "El que quiera comer bien, que venga al mercado. Eso va por los jóvenes".
Posibilidades ya existen porque, además de los horarios -abrirá, de momento, los jueves y viernes por la tarde-, se puede comprar por Internet o fax, y el mercado hace el reparto por la tarde. El esfuerzo que han hecho los propietarios de los 68 establecimientos para regresar al nuevo mercado o instalarse por primera vez es considerable. A la reforma -que ha costado 12 millones de euros - han contribuido con 2,6 millones de forma conjunta. Además del coste de montar las modernos tiendas. Pero de eso no quieren hablar...
Pinchos y copas de vino en muchos puestos para celebrar la apertura, que no inauguración. Ésta se retrasará hasta que finalice la urbanización del entorno más cercano. Porque, para variar, la acera que se pisa para entrar al mercado está recién puesta. Las obras seguirán durante un tiempo largo. En la calle de Álvarez de Castro y en la continuación de Francesc de Cambó, por ejemplo, hasta diciembre de este año. Algo que sigue motivando agrias quejas del vecindario. Ayer esas quejas volvieron a oírse en la jornada de gentío que vivió el mercado: 25.000 personas lo visitaron hasta el mediodía. También al calendario de obras se refería el regidor del distrito, Carles Martí. Optimista, el edil decía confiar en que el arranque de Santa Caterina reavivará el barrio. La verdad es que lo necesita.
Xavier Trias y buena parte del grupo municipal de CiU no se perdieron la apertura y departieron a derecha e izquierda con los tenderos.
En el bar panadería La Torna, justo en la entrada por Francesc Cambó, la arquitecta Benedetta Tagliabue -autora del proyecto junto con Enric Miralles, fallecido hace cinco años- celebraba con su equipo de colaboradores al completo uno de los días más esperados. A Benedetta, siempre sonriente, la felicitaban muchos vecinos del barrio -en él tiene el estudio- por el resultado. Entre brindis y brindis, la arquitecta apuntaba cómo quería que el inmenso bodegón de frutas y hortalizas que forman las 325.000 piezas de cerámica de la cubierta -en cuya creación colaboró José María Velasco- fuera contemplado por los visitantes y compradores de Santa Caterina: "Una cámara óptica podrá reflejar la cubierta de múltiples formas y reproducir las imágenes en pantallas dentro del mercado, probablemente junto al espacio de los restos del convento, que también tienen que hacerse visitables". Como un paseo virtual.
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