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Reportaje:UNA RELACIÓN DIFÍCIL / 1 | INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS

El proyecto Chávez

Hugo Chávez tiene un plan calculado y ambicioso para toda América Latina. De momento, ha sabido redefinir la izquierda. La relación con Zapatero es una pieza de su rompecabezas

Antonio Caño

En un momento de agitación en América Latina, el ex teniente coronel Hugo Chávez es el dirigente con mayor influencia en el desarrollo de los acontecimientos en todo el continente, el líder que más interés ha despertado en esa región desde el triunfo de Fidel Castro y quien mejor compite con el viejo revolucionario cubano en cuanto a carisma y magnetismo popular. Chávez se ha convertido también en el principal azote de la política de la Casa Blanca en América y en el más creíble desafío del sistema de democracia liberal, crecientemente amenazado hoy después de más de una década en ascenso.

No es, por tanto, de extrañar la enorme inquietud que Hugo Chávez, presidente de Venezuela, despierta en Estados Unidos ni la atención con la que se sigue en toda la región la política de aproximación a su Gobierno conducida por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. El cenit de esa inquietud y de esa atención fue el acuerdo de compra de material militar español suscrito el 31 de marzo durante la visita oficial de Zapatero a Caracas. Ese contrato, valorado en unos 1.300 millones de euros, representa la mayor venta de armas hechas por un Gobierno de España en todo el periodo democrático. Sumado a otros acuerdos de compra de armamento alcanzados por Chávez en los últimos meses, esto ha dado pie a una polémica internacional de la que hasta ahora sólo ha trascendido una pequeña parte.

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El asunto ha sido debatido en el plano doméstico con gruesos argumentos por parte del Partido Popular sobre las nuevas prioridades de la política exterior española (el supuesto eje Zapatero-Chávez-Castro) y respuestas más bien escapistas por parte del Gobierno rebajando el valor militar del material vendido y matizando las críticas al presidente venezolano con algunos méritos de su gestión.

Conclusiones de una política de riesgo

EL PAÍS ha sondeado las consecuencias de la política de Zapatero hacia Venezuela consultando a distintos portavoces políticos de ese país y de su principal vecino y rival, Colombia, así como a fuentes diplomáticas de otros países latinoamericanos, de España y Estados Unidos, y pueden extraerse algunas conclusiones:

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- La relación entre Zapatero y Chávez es seguida con atención y profunda desconfianza por Estados Unidos, que desaconsejó reiteradamente al Gobierno español la venta de armas y le advirtió en varias ocasiones sobre los efectos negativos de su aproximación a Chávez.

- La compra de material militar por parte de Venezuela despierta en Colombia muchas más reticencias de las que se han hecho públicas y puede provocar una nueva carrera armamentista en la región.

- Otros Gobiernos latinoamericanos aprecian, no obstante, la implicación de Zapatero como una oportunidad para moderar la política exterior de Chávez.

- El apoyo de un país de la influencia de España puede consolidar las tendencias autoritarias de Chávez y debilita a los partidos de la oposición venezolana, entre ellos, a los antiguos aliados de los socialistas españoles.

Por instrucciones de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, funcionarios norteamericanos celebraron al menos ocho reuniones con distintos representantes del Gobierno español en Washington y en Madrid, antes de que Rodríguez Zapatero viajase a Caracas, para expresarle la oposición de EE UU a la firma del contrato de venta de armas. En todas esas reuniones, los portavoces estadounidenses dejaron claro a sus interlocutores que, según ellos, España estaba enviando "una mala señal, una señal preocupante, una señal que no promovía la política adecuada", según los términos empleados por una fuente que conoce el contenido de esas reuniones.

Finalmente, esto le fue expresado personalmente al ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, por la propia Condoleezza Rice. En esa reunión, el ministro español explicó que el papel de España en Venezuela podría ser, para satisfacción de Washington, el de frenar los sueños de Chávez de extender su revolución bolivariana a otros países de la región. Rice se limitó a contestar que en el futuro habría oportunidades de comprobar las verdaderas posibilidades de España de ejercer un papel de contención de Chávez, y que EE UU observaría atentamente la actuación española en ese terreno y juzgaría por sus resultados, sin manifestar ninguna fe al respecto. La rapidez con la que el Gobierno español reaccionó tras la revuelta que destituyó el 20 de abril al presidente de Ecuador, Lucio Gutiérrez, y la disposición de EE UU a colaborar con España en la búsqueda de una solución a la crisis tienen mucho que ver con el contenido de esa reunión entre Moratinos y Rice.

El largo brazo de Chávez

Washington ve, indirectamente, la mano de Chávez en la desestabilización constante de la situación en Ecuador, en la medida en que le atribuye al presidente venezolano una estrategia global para influir en todos los países andinos, pero sobre todo acusa al ex militar golpista de mover los hilos de los movimientos indígenas en Bolivia y, en particular, del principal dirigente de la oposición en ese país, Evo Morales.

Funcionarios norteamericanos en Caracas aseguran que Morales estuvo en la capital venezolana, formalmente participando en una reunión de organizaciones indigenistas, el fin de semana anterior al comienzo en febrero de las últimas protestas populares contra el presidente Carlos Mesa. Esas fuentes afirman que, en esa visita, el político boliviano se reunió con Chávez y acordó con él los planes que se concretarían unos días más tarde. La diplomacia norteamericana cree, según los medios consultados, que Chávez "intenta construir internamente un sistema político, desde luego estatista y no democrático, pero suficientemente atractivo para que pueda ser exportado a otros países vecinos". En el fondo, de acuerdo a este análisis, es la repetición del sueño emprendido por Fidel Castro con el envío del Che Guevara, precisamente a Bolivia también.

El paralelismo con Cuba no es sólo de carácter histórico. EE UU calcula que actualmente desarrollan actividades en Venezuela unos 25.000 cubanos enviados por el régimen de Castro; 20.000 de ellos son médicos que participan en programas sociales del Gobierno venezolano; el resto, maestros, entrenadores deportivos y asesores del Gobierno en distintos grados. Según EE UU, los ministerios más significativos cuentan con asesores cubanos. El Gobierno venezolano niega la presencia de cubanos trabajando directamente en las oficinas del Gobierno y asegura que los cubanos -oficialmente se habla de 15.000 o 20.000- desarrollan únicamente una labor de tipo social de forma desinteresada. "Si EE UU nos envía 20.000 médicos dispuestos a vivir en los cerros (las zonas de concentración de la población más humilde), entonces nosotros echamos a los cubanos", afirma el vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, un antiguo periodista y viejo militante de izquierdas a quien se reconoce casi unánimemente en Caracas como la mente más lúcida del régimen.

Fidel Castro no ejerce sobre el Gobierno de Chávez una influencia similar a la que en su día tuvo sobre el régimen sandinista en Nicaragua o sobre movimientos de naturaleza pro castrista en los años setenta y ochenta. De hecho, en esta oportunidad, Chávez es la parte fuerte de esta alianza gracias, no sólo a la mayor vitalidad de su proyecto político, sino, sobre todo, al poder que le confiere la entrega a bajo precio del petróleo suficiente para mantener a flote la economía de la isla. Castro fue para Chávez un ejemplo desde sus primeras lecturas políticas y sigue siendo hoy una referencia, una fuente de enseñanza y un modelo en la construcción de un sistema de Gobierno que no deja de ser, o de intentar ser, revolucionario.

Bolívar, fuente de inspiración

Sin embargo, el motivo principal de inspiración de esta revolución, como es sabido, es Bolívar. No es un anacronismo ni un desvarío tropical. Chávez ha ahondado en la biografía del Libertador para hacer vigente al Bolívar revolucionario, y es precisamente esto lo que convierte al militar venezolano en un motivo nuevo de preocupación o de ilusión para sus vecinos. Con la llegada de Chávez al poder en Venezuela se produjo un cambio de régimen, no sólo de Gobierno. Tomó el poder un miembro de un Ejército que se reconoce a sí mismo como el Ejército heredero de Bolívar, llamado a completar la obra que no pudo acabar el Libertador, que murió solo y traicionado por las oligarquías criollas. De alguna manera, de la mano de Chávez, aquella traición ha sido reparada en Venezuela, pero no en Colombia ni en los demás países liberados por Bolívar. Hoy Chávez ha conseguido dar actualidad a esa causa y convertir, con mayor o menor dosis de artificialidad, la histórica misión bolivariana en una lucha actual contra los partidos políticos tradicionales y contra el papel de EE UU en el continente. Como consecuencia, muchas de las organizaciones de izquierda y de extrema izquierda de América Latina han sustituido sus viejos pósteres de Lenin por otros de Bolívar, y grupos como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se envuelven en la bandera del Libertador para justificar asesinatos y secuestros. "La izquierda en América Latina hoy no es el socialismo, es la integración latinoamericana con soberanía frente a EE UU. Chávez es un fenómeno latinoamericano que une a una nueva izquierda latinoamericana", afirma Gustavo Petro, dirigente del principal grupo de la izquierda colombiana, Polo Democrático. Dicho en palabras pronunciadas por el propio Chávez el pasado 3 de marzo en Montevideo: "Estoy convencido de que el camino es el socialismo, no cualquier socialismo, se trata de lograr algo que en gran medida es un desafío, estamos obligados a inventar el socialismo".

Chávez ha resucitado al Ché y otros tópicos revolucionarios latinoamericanos y ha dado oxígeno a causas populistas y anticapitalistas que parecían muertas o en estado comatoso. Apoyado en una millonaria cuenta petrolera, que se ha multiplicado por cinco desde su llegada al poder (las exportaciones de petróleo dejaron en 2004 más de 32.500 millones de dólares), el efecto Chávez se ha dejado sentir en todo el continente y ha conseguido, con esa combinación de proyecto de integración política y generosa chequera, aunar voluntades de gobernantes amigos y otros que podrían no serlo tanto. Venezuela ha comprado 500 millones de dólares de deuda argentina (cuando el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfield, le pidió en marzo a Néstor Kirchner en Buenos Aires que rompiera con Chávez, el presidente argentino le respondió que lo haría si EE UU estaba dispuesto a condonar al menos parte de su deuda). El Ejército venezolano ha firmado millonarios acuerdos de compra de 36 aviones brasileños que han servido para vencer las iniciales reticencias del moderado Lula a su histriónico vecino golpista. Chávez ha mantenido un canal de entrega de petróleo a precio simbólico a los países caribeños, lo que le da una influencia determinante en ese área. Y, rizando el rizo, apoyó la candidatura del chileno José Miguel Insulza a la secretaría general de la Organización de Estados Américanos (OEA), ganándose así al hombre que representa el modelo de socialismo más favorable al mercado y al liberalismo, es decir, al hombre que representa justo la cara contraria al socialismo chavista, el presidente Ricardo Lagos.

"No se trata sólo de Evo Morales y Bolivia, donde es natural que busquen apoyo para una causa de la que nadie se ha ocupado durante siglos, el radicalismo de Chávez genera entusiasmo entre el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, antigua guerrilla de El Salvador, hoy principal partido de la izquierda) o los sandinistas en Nicaragua", afirma el periodista Teodoro Petkoff, antiguo militante de izquierdas, ex ministro y uno de los comentaristas más respetados de Venezuela.

Un modelo con planes de futuro

Con su diplomacia del petróleo y su influjo carismático, Hugo Chávez ha conseguido, por primera vez en América desde Salvador Allende, unir los extremos moderado y radical de la izquierda continental, y representa hoy un modelo con serias opciones de futuro.

En ningún país de la región este hecho tiene mayor repercusión que en Colombia, hermano de Venezuela en el sueño de Bolívar y rival histórico con el que se han vivido varios momentos de grave tensión fronteriza. El último de ellos, en diciembre pasado, con motivo de la detención en Venezuela y posterior traslado a Colombia, por parte de agentes colombianos, de Ricardo Granda, un destacado dirigente de las FARC del que el Gobierno colombiano sospechaba que recibía protección de las autoridades venezolanas.

Desde hace años, la frontera entre los dos países en un espacio habitual de presencia de los guerrilleros, que cruzan de un lado a otro con cierta impunidad. El Gobierno colombiano se ha quejado muchas veces de que las FARC utilizan el territorio de Venezuela como lugar de descanso y avituallamiento, con el beneplácito de los responsables venezolanos. Tras la llegada de Chávez al poder se temió en Colombia un incremento de esa política de tolerancia. Nadie ha podido probar hasta ahora que haya sido así. Los miembros de la Embajada estadounidense en Caracas citan constantemente el peligro de la transferencia de armamento del Ejército venezolano a las FARC, pero no aportan pruebas creíbles que justifiquen ese temor. Tampoco los funcionarios del Gobierno colombiano con los que ha hablado EL PAÍS son capaces de ir más allá de acusar a Venezuela de permitir que su frontera con Colombia se convierta en una especie de retaguardia tranquila para las FARC.

La repercusión de Chávez en Colombia en estos momentos tiene más que ver con su capacidad para influir en los asuntos políticos internos colombianos. En Bogotá no se tomó de forma anecdótica la aparición hace apenas un mes, en pueblos de la frontera con Venezuela, de dirigentes políticos locales que hacen público, por primera vez, su apoyo y lealtad ideológica al presidente venezolano.

Un asunto interno de Colombia

El senador liberal colombiano Rafael Pardo asegura que "con Chávez, Venezuela se convirtió por primera vez en un tema de la política interna colombiana". Varios políticos de Colombia acusan abiertamente al Gobierno venezolano de financiar al Polo Democrático como instrumento de penetración en Colombia. Pardo y otros analistas respetados no comparten esa opinión, aunque sí advierten que Chávez goza de popularidad en ciertos sectores de la población colombiana. El Polo niega cualquier vinculación con Chávez diferente a sus meras simpatías políticas.

La historia ha querido, además, que el éxito de Chávez coincida con el mandato en Colombia de otro populista de signo distinto como es Álvaro Uribe. Aunque la exuberancia caribeña de uno contraste fuertemente con el rigor montañés del colombiano, ambos dirigentes coinciden en su gusto por el mensaje directo y la proximidad a los ciudadanos, y comparten algunos métodos muy llamativos, como sus largas comparecencias de fin de semana en las pantallas de televisión. Representan, no obstante, visiones políticas diferentes, las más diferentes que han tenido que convivir a ambos lados de la frontera en muchas décadas. En cierta medida, representan a dos regímenes incompatibles. José Obdulio Gaviria, uno de los principales asesores del presidente Uribe, afirma que "existe un bolivarismo del que Colombia forma parte también (sobre la mesa del despacho de Uribe está colgado un retrato del Libertador), pero en Venezuela ha surgido otra corriente que utiliza a Bolívar para atacar a EE UU, y en eso no nos podemos sentir representados".

La alianza entre Colombia y EE UU, simbolizada de forma práctica en el Plan Colombia (un programa de ayuda militar norteamericana para combatir el narcotráfico), es hoy un factor determinante para medir los equilibrios en la región. El Gobierno de Chávez acusa en privado a los actuales mandatarios colombianos de actuar como cabeza de playa para la penetración estadounidense en el continente, y los más exaltados portavoces del régimen anticipan el peligro de una invasión militar norteamericana utilizando como base el territorio de Colombia. Algunos observadores creen incluso que si Chávez ha decidido rearmarse es para hacer frente a ese peligro.

La venta de armas a Venezuela por parte de España, por muy defensivas que sean, ha sido vista en la zona en el contexto de esta tensa situación regional.

El presidente venezolano, Hugo Chávez, durante una conferencia de prensa en el palacio de Miraflores en Caracas, el 12 de agosto de 2004.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, durante una conferencia de prensa en el palacio de Miraflores en Caracas, el 12 de agosto de 2004.REUTERS
Hugo Chávez y Fidel Castro, el pasado 28 de abril en La Habana.
Hugo Chávez y Fidel Castro, el pasado 28 de abril en La Habana.REUTERS
Chávez, Lula da Silva (en el centro) y Néstor Kirchner, en una cumbre en 2005.
Chávez, Lula da Silva (en el centro) y Néstor Kirchner, en una cumbre en 2005.AP

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